En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí. Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo". Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados.
esde antiguo la tradición cristiana había vinculado la narración del pan y del pescado con esta revelación de Jesús a los discípulos caminando sobre el mar.
En la comprensión bíblica, mientras la noche es el tiempo de la amenaza y de la muerte, la aurora es el tiempo de la ayuda divina… Aquí se vive el momento de la gran cristofanía en la cual la presencia divina de Jesús, viene en auxilio de sus discípulos en medio del mar tormentoso de la historia y de la oscura noche de la existencia. El Sal 77,20 se dice: “Por el mar iba tu camino, por tumultuosas aguas tu senda; pero tu huella nadie la conoció”, y el Sal 107,29-30 dice: “Cambió la tempestad en suave brisa y las olas del mar se aquietaron. Se alegraron al verlas tranquilas, y Él los llevó al puerto deseado”. Así se evoca el Éxodo: atravesaron el mar en medio de las dificultades. También evoca la situación de las comunidades dentro del imperio romano: al igual que los discípulos, los cristianos vivían en medio de la noche con el viento contrario y el mar agitado y ¡Jesús parecía ausente!
Para que los discípulos puedan comprender delante de quién están, se requiere que Él se les identifique, porque a la epifanía ante los ojos, debe seguir una audición que la interprete. Las palabras de Jesús no son un reproche sino más bien una llamada al ánimo y a la confianza. Ante el miedo experimentado, es corriente en narraciones semejantes la frase “Soy Yo. No temáis”. Lo más trascendental de la palabra de Jesús a sus discípulos es su auto-identificación: “Soy Yo”. De esta manera nuestro texto coloca a Jesús impresionantemente cercano a Yhwh el Dios de Israel, hasta el punto de atribuirle su nombre.
Se trata de que ellos comprendan quién es ese hombre con quien han estado durante este tiempo y alcancen, en alguna forma, a sondear la profundidad del misterio en el cual han sido introducidos. No es una simple epifanía para que ellos vean el misterio, sino para que experimentando lo que significa, puedan comprometer la vida con Él.
En verdad Padre Santo, es justo Alabarte, Bendecirte y Proclamar tu
misericordia porque en la persona de Domingo de Guzmán, haz abierto un
camino al carisma de la contemplación y la predicación de tu Palabra.
Concédenos que encendidos por el fuego de tu Espíritu, anunciemos sin
temor, la Buena Nueva a un mundo sediento de Ti. Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario