lunes, 8 de agosto de 2016

Mateo 18:1-5, 10, 12-14Suficientemente pequeño para hacer grandes cosas.






En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?" Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: "Yo les aseguro a ustedes que, si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños"

 Es muy común asociar la infancia con la inocencia, sin embargo, en la época de Jesús era mucho más típico asociarla con la vulnerabilidad. Socialmente los niños, al igual que las mujeres, no eran más que una clase de propiedad, lo cual los hacía especialmente vulnerables ante la bondad o mala voluntad de los adultos en sus vidas.

También existe en este orden social la relación entre ser vulnerable y ser inútil. Hasta que el niño no desarrolle la capacidad, fuerza física y destrezas necesarias para trabajar, seguirá siendo una carga inútil para el hogar.

Todas estas dimensiones van en contra de cualquier noción de “grandeza” que pudieran tener los discípulos o incluso nosotros mismos.

La lectura omite varios versículos para puntualizar la noción de “los pequeños”, tema de suma importancia en el capítulo 18 del Evangelio de Mateo. Estos versículos dirigen una advertencia muy grave a aquéllos que son obstáculos para los pequeños. Mateo 18 se puede caracterizar como el capítulo de los pequeños y los perdidos.

La solidaridad apasionada de Jesús con los pequeños y los perdidos queda muy clara en este capítulo, y su discurso posee un carácter distintivo muy típico de los diálogos en el Evangelio de Mateo. En Mateo, cada vez que Jesús habla, sus palabras pican.

La “picadura” en los primeros cinco versículos tiene que ver con la importancia de rebajarse o hacerse humilde. Es el mismo concepto de kénosis expresado en el gran himno del segundo capítulo de Filipenses. Claramente se trata de un concepto fundamental para la cristología de la Era Apostólica, asociado aquí directamente con Jesús mismo.

Hoy Sudáfrica celebra el Día de la Mujer. En este mismo día hace sesenta años un grupo de mujeres negras – el segmento más vulnerable y sin poder de la sociedad sudafricana – manifestó en contra del gobierno del Apartheid para exigir los derechos de libertad de movimiento y asociación. La protesta surgió como respuesta al sistema de pasaportes internos para personas negras que existía en el país en aquella época. Este sistema humillaba y controlaba a un segmento de la sociedad ya marginado y excluido.

Esta humillación dio lugar a que surgiera una fuerte solidaridad que marcó el inicio de un proceso social que sacudió las bases de un sistema injusto.

Cuando se unen la humildad y la solidaridad, florece la grandeza. Dios se entrega sí mismo totalmente por solidaridad con la condición humana, haciendo que fluya la redención y se venza la muerte.

La solidaridad que es fruto de la fe y de la relación con Dios entre nosotros - los que no tenemos poder en este mundo - nos capacita para realmente dirigir el mundo según la voluntad de Dios. La potencia de los poderosos de este mundo es una quimera que muy pronto desaparecerá.

A la medida que crezcamos en humildad y seamos capaces de entregarnos nosotros mismos totalmente, el mundo tendrá sed de hacer lo mismo; y así descubrirá la grandeza de estar en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas, los pequeños del mundo, aquéllos que unidos a Dios hacen cosas muy grande
 Dios de amor, en ti reside todo poder y autoridad. Ayúdanos a rechazar las vanas promesas de la riqueza y la grandeza, para que podamos servirte en nuestro prójimo con fidelidad, fervor, y alegría. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amen.


No hay comentarios:

Publicar un comentario