lunes, 15 de agosto de 2016

Mt 19: 23-30 El verdadero tesoro






Dijo Jesús a sus discípulos: "Créanme, difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos". Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús se les quedó mirando y les dijo: "Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo". Entonces le dijo Pedro: "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?" Jesús les dijo: "Créanme, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también ustedes, los que me han seguido, se sentarán en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros"





 Antes de estas palaras, el evangelio (Mt 19, 16-23) nos habla del rico que se alejó de Jesús por estar atado a sus riquezas. Recordemos que Jesús se dirige a sus discípulos, que eran gente pobre y necesitaban permanecer conformes con lo que era su vida. Deberían alegrarse de no tener las tentaciones de aquellos que nacieron dentro de la opulencia y en posiciones sociales preminentes. Notemos la palabra Créanme. La amonestación que sigue es importante: “Créanme, difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos.” Y en caso de que se olvide – dijo nuevamente Lo repito. “Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos".

¿Lo notaste? El camino que conduce al cielo es estrecho y la entrada es angosta, pero el pobre puede pasar a través de ella. No así el opulento con un camello cargado de riquezas, especialmente si ese rico rechaza el bajarse de su camello y deshacerse de algunos de sus bienes. El rico no puede pasar por esa puerta porque lleva la carga pesada de sus demasiadas e innecesarias riquezas.

Los ricos tienen demasiadas tentaciones por resistir. Muchas preocupaciones les quitan la oportunidad de ayudar a otros. Lo que quita la gracia de Dios para que un rico entre por la Puerta.

Los Apóstoles se sorprendieron por el juicio de Jesús para con los ricos. Ellos preguntaron: “Entonces, ¿quién puede salvarse? La respuesta de Jesús les permite reconocer que sólo en Dios y por Dios todos pueden ser salvados. La humanidad no puede salvar el alma ni por ella misma ni por ninguno de nosotros, sino por Dios para quien todas las cosas son posibles.

Pedro pregunta por la salvación de los apóstoles, después de todo, ellos no tienen nada porque lo dejaron todo atrás para seguir a Jesús. Pero si lo pensamos bien podemos suponer que los apóstoles no pudieron haberlo dejado todo, ellos tenían una familia a quienes proveer. En ningún lado se dice que los apóstoles dieran todo lo que tenían a los pobres o vendieran sus bienes y se lo dieron a los pobres. Los apóstoles se alejaron de todo para honrar y servir a Jesús. En ese sentido ellos lo dejaron todo y confiaron en Él.

Como respuesta Jesús les dice que ellos se sentarán en doce tronos cuando Él venga nuevamente. Ellos se unirán a Jesús. De hecho, todos los que se sacrifican por Jesús serán premiados. No te sorprendas el ver a un rico de último y a un pobre de primero.





 Cuando mis tres hijos eran pequeños, algunas veces escuché este refrán:

Ser el primero es lo peor.

El segundo es lo mejor.

Pero el tercero se gana el tesoro.

[…] Esto trae a la mente el deseo humano de ser el primero, el mejor y ganar el tesoro. De acuerdo con Santo Tomás de Aquino Dios nos creó para este fin, siempre buscar la felicidad. Encontramos satisfacción en nuestra búsqueda sólo en Dios. Dios es nuestro tesoro. Sólo en Dios es perfecta la felicidad. ¿Qué felicidad que tenemos en la tierra es tan perfecta como la que Dios tiene para ofrecer?

“Es imposible que la bienaventuranza del hombre esté en algún bien creado. Porque la bienaventuranza es el bien perfecto que calma totalmente el apetito, de lo contrario no sería fin último si aún quedara algo apetecible. Pero el objeto de la voluntad, que es el apetito humano, es el bien universal. Por eso está claro que sólo el bien universal puede calmar la voluntad del hombre. Ahora bien, esto no se encuentra en algo creado, sino sólo en Dios, porque toda criatura tiene una bondad participada. Por tanto, sólo Dios puede llenar la voluntad del hombre, como dice el salmo 102, 5: El que colma de bienes tu deseo. Luego la bienaventuranza del hombre consiste en Dios solo”. (Suma Teológica I-II q.2 a.8)

No pierdas el tiempo preocupándote por no poseer alguna riqueza material o por no alcanzar un logro. No puedes tomarlo contigo. Debes estar satisfecho con que nuestro buen Dios te provea con lo que necesitas. Confía en el Padre, así como los apóstoles confiaron en Jesús.




 Mi Amado, sé que me amas. Tu sufrimiento y muerte comprobó tu amor. La Eucaristía prueba de tu cuidado constante para con nosotros. Ayúdame a nunca dudar de tu cuidado y amor. Que reciba la gracia de la perseverancia y la fortaleza. Deseo estar siempre contigo



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