jueves, 20 de agosto de 2015

libro de Rut 1,1.3-6 14b-16.22




En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campañía de Moab. Elimelec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero, al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos. Al enterarse de que el Señor habla atendido a su pueblo dándole pan, Noerm, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.
Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»
Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»
Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.




Fidelidad, infidelidad, pérdidas, muertes de seres queridos, escasez, migraciones, falta de comida, futuro incierto, debilidad, dolor, angustia, idolatría, sufrimiento…conversión. Todo esto aparece en esta primera lectura en el relato del libro de Rut, y aunque esto ocurrió hace muchos siglos, al fondo no está muy lejos de nosotros porque el corazón humano es igual ayer, hoy y siempre.
En esta historia cabe destacar tres personajes: Noemí y sus dos nueras, Rut y Orpá. Diez años lejos de la tierra prometida han sido suficientes para que Noemí experimentara que lejos de Dios sólo hay amargura y desolación, lejos de Dios no hay vida. Ella ha perdido todo, su marido, sus hijos…Se siente sola, viuda y en tierra extranjera. Dios nos deja siempre libres y en nuestra libertad podemos alejarnos del que es nuestro Hacedor.
Nos dice la Escritura: “La paciencia de Dios es nuestra salvación”. Dios comprende nuestra debilidad y como un padre bueno espera que volvamos de nuevo a Él. Como el hijo pródigo retorna a la casa del padre, así Noemí se pondrá en camino de vuelta a Belén, tierra de salvación. La cruz y el sufrimiento es lo que nos hace volver a Dios.



Gran contraste entre las dos nueras de Noemí. Orpá se rige por la razón y no por la fe, ella volverá a su pueblo y a sus dioses. Hay gente que se conforma con una vida chata y vive de tejas para abajo, sin tener presente que existe el Cielo y la Vida Eterna.
Por el contrario, Rut acoge la fe de Noemí, sigue la llamada de Dios y, fiada en el Señor, sale de su tierra, como Abrahán. Rut es símbolo de la obediencia y disponibilidad de los paganos a abandonar la vaciedad de los ídolos para seguir el camino de la fe y ser fiel al único Dios verdadero.
Y ahora pensemos, ¿en cuál de estos personajes nos vemos reflejados?
¡ Que el Señor nos conceda serle siempre fieles, incluso en los momentos de conflicto interior!




 
Sal 145,5-6ab.6c-7.8-9a.9be-10
 
Alaba, alma mía, al Señor
 
 
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
  tu Dios, Sión, de edad en edad.  
 
 
 
 
 
 
                        


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