martes, 18 de agosto de 2015

Lectura del libro de los Jueces 9,6-15




En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.
En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello: «¡Oídrne, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero dijo el olivo: "¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la higuera: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la higuera: ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles? " Entonces dijeron a la vid: "Ven a ser nuestro rey." Pero dijo la vid: "¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?" Entonces dijeron a la zarza: "Ven a ser nuestro rey." Y les dijo la zarza: "Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mí sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Libano



                
 


Este fragmento de Jueces, narra una pequeña parábola que Jotam pronuncia ante los vecinos de Siquem. Su hermanastro Abimelek, se ha proclamado rey de Siquen, destronando y matando a los setenta herederos de Gedeón y persigue a Jotam que ha podido huir.
La historia del pueblo de Israel se va conformando en una trayectoria enrevesada, con momentos de fidelidad al Señor y otros de confusión y regresión idolátrica hacia dioses terrenales. Pero la presencia del Señor y su fidelidad son para siempre. El mismo Jotam invoca la conciencia recta de los vecinos de Siquem y su recta disposición ante el Señor para aceptar el destino que el nombramiento de Abimelek como rey significa para el Pueblo de Dios y para su futuro personal. Son tiempos confusos, en el reino del norte que conforman la historia de Israel. La figura del Rey es contestada y el mismo Yahvéh ha perdido intensidad salvadora en el pueblo






Estos relatos nos animan a no perder de vista la providencia divina que muchas veces escribe recto con renglones torcidos, que desaparece de lo evidente y nos fuerza a hacer un ejercicio mayor de fe en nuestras vidas, pero que a la postre siempre está presente y podemos abandonarnos a su amorosa benevolencia.

 
 


                                                                  Sal 20,2-3.4-5.6-7 
                                                        Señor, el rey se alegra por tu fuerza

 

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia.
 
 
                    
 
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario