martes, 11 de agosto de 2015

Lectura del santo evangelio según san Mateo18,15-20





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»



Mateo nos está hablando de la comunidad porque para él no tiene sentido vivir el cristianismo en solitario. El mismo Jesús no iba sólo por la vida. Se rodeó de un grupo de discípulos y les enseñó a llamarse hermanos, a amar a Dios y a amarse profundamente entre ellos. Y quiso que este grupo se extendiese a todos los confines de la tierra y así se lo hizo saber. Por ello es importante la comunidad. Pero no nos dejemos engañar, somos humanos y es difícil, muy difícil a veces, vivir en comunidad. Cometemos errores, unas veces sin ser conscientes de ello y, otras, por egoísmo o falta de humildad. Por ello sería bueno que alguno de nuestros hermanos nos ayudara a enmendar nuestros errores y a retomar el camino de la fe. Siempre desde el amor y el respeto, nunca desde la altanería y la soberbia. Las palabras y las acciones que salen del corazón desde el amor, rara vez son rechazadas.




¿Quién soy yo -nos preguntamos- para corregir a un hermano? Lo más fácil es dejarlo correr, no hacer nada, no meterse en líos. Que cada uno viva su vida y la fe como quiera. Respeto, decimos. Pero Jesús quiso una verdadera comunidad de vida y amor. Por ello la vida del otro nos tiene que importar, debemos sentirnos obligados a mejorar entre todos y, muy importante, también a dejarnos ayudar. Pero repito, siempre desde el amor, desde el respeto al otro y desde la delicadeza y la prudencia que respeta tiempos y espacios
¿Busco a Dios en mi vida o temo complicármela si lo encuentro?
¿Qué pienso de la corrección fraterna? ¿Mejor no meterme en líos y dejar pasar pero luego hablar «por detrás»?






Bendito sea Dios, que me ha devuelto la vida


Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!»

Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
    y lo ensalzó mi lengua. 
      


                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario