jueves, 6 de agosto de 2015

Lectura del libro del Deuteronomio 4,32-40

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Te lo han hecho ver para que reconozcas que el Señor es Dios, y no hay otro fuera de él. Desde el cielo hizo resonar su voz para enseñarte, en la tierra te mostró aquel gran fuego, y oíste sus palabras que salían del fuego. Porque amó a tus padres y después eligió a su descendencia, él en persona te sacó de Egipto con gran fuerza, para desposeer ante ti a pueblos más grandes y fuertes que tú, para traerte y darte sus tierras en heredad, cosa que hoy es un hecho. Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.» 


Esta lectura es el final del primer discurso que Moisés dirige a los israelitas. Es el discurso de la memoria, un resumen de la historia de Israel. Es un volver a tomar conciencia de los dones de Dios, de los hechos con que ha probado su amor, de cómo ha estado presente en todo momento. Dios ha actuado como un padre: educa con su palabra, se muestra lleno de amor con la fuerza de la elección, cercano con su presencia y su poder, fiel en el don de la tierra prometida.
Moisés les va recordando las maravillas que hizo el Señor para finalmente llamarlos a la conversión de costumbres. Ante el amor de Dios el hombre no puede quedar impasible, este Amor exige fidelidad. Todo el Deuteronomio insiste en esta verdad: que las relaciones de Dios con nosotros y nuestras relaciones con Él están regidas por el amor.


Estas palabras también están dirigidas a nosotros, cristianos del S.XXI, porque Dios sigue actuando en medio de nuestra historia y nos llama a entrar en ella. No basta el asentimiento intelectual de nuestra mente, hay que poner en obra nuestra fe con hechos concretos. Igual que Dios se manifiesta no en ideas sino en acontecimientos salvíficos.
«HOY» es una de las palabras clave del Deuteronomio. Es una invitación renovada a vivir cada día en plenitud. El pasado ya no está en nuestras manos, el futuro no lo tenemos aún, pero tengo en mis manos el DÍA de HOY para ¡construirlo con la correspondencia a la voluntad de Dios... fuente de felicidad!



 

Sal 76,12-13.14-15.16.21

Recuerdo las proezas del Señor





 Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos. .

Con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón. 



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