domingo, 9 de agosto de 2015

Lectura del santo evangelio según san Juan 12,24-26:




En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»                        

De manera machacona, Jesús nos repite que debemos, llevados por el amor, entregar nuestra vida en favor de los demás, con expresiones vigorosas como las de hoy: “el que se ama a sí mismo, se pierde; y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”, o con otras expresiones: el que entrega y pierde la vida, la gana; el que la reserva para sí, el que la gana, la pierde… Como Jesús es nuestro “camino”, fue lo que él hizo: entregar su vida en favor de todos nosotros. No lo hizo por un ejercicio de ascesis, lo hizo para enseñarnos la única senda que conduce a la vida, a la felicidad, al gozo de vivir. Quien solo piensa en sí mismo, quien solo piensa en su propio bienestar y descarta el de los demás, nunca hallará la verdadera vida, nunca hallará la alegría de vivir, no será feliz.
 
Para recordarnos esta sublime y paradójica verdad, Jesús siempre que celebramos la eucaristía nos la recuerda al entregarnos su cuerpo roto y su sangre derramada. A Jesús siempre le encontraremos en el camino de la entrega… ¿queremos disfrutar de la presencia de Jesús? Caminemos por el camino de la entrega, del amor. “El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí estará mi servidor”.
 



Sal 111,1-2.5-6.7-8.9
 
Dichoso el que se apiada y presta
 
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.             
 
            

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