miércoles, 26 de agosto de 2015

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-13




        Hermanos, en medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe! Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.




La perícopa que hoy nos acompaña nos relata la reacción de Pablo, ante las noticias que Timoteo trae de Tesalónica.
La reacción es ante todo de gran alegría, de la que surge el agradecimiento a Dios por los hermanos tesalonicenses, agradecimiento por su fe y por el gozo que experimenta Pablo al saber de ella. También de esta alegría surge el deseo de estar juntos, de estar en comunión celebrando. Y cómo no, surge el deseo y la petición de que aquello que hace que se permanezca en la fe: el amor, de unos con otros, por todos y para todos, crezca, progrese y sobreabunde.





Estas respuestas de Pablo: alegría, acción de gracias y petición de más amor, nos pueden resultar cercanas y comprensibles, sobre todo cuando las cosas van bien. Lo que llama la atención de este texto es la capacidad de Pablo de escuchar las buenas noticias de otros y alegrarse por ellos, “en medio de nuestras congojas y tribulaciones”. Pablo no lo está pasando bien, pero en medio de sus dificultades es capaz de mirar más allá de sí mismo y de lo que a él le pasa, es capaz de poner en el centro los motivos y situaciones de los demás y alegrarse, todo ello en la fe y el amor en Jesús. Encontramos aquí una llamada a salir de nuestras preocupaciones y dificultades, que siempre las hay, para acoger las alegrías, las buenas situaciones, que también pasan a nuestro alrededor.
Otra llamada la podemos ver en Timoteo, llega este discípulo y lo que da son buenas noticias. Viene hablando bien de los hermanos y hermanas de Tesalónica. En medio de nuestro mundo, casi siempre hay quejas acerca de la cantidad de malas noticias que recibimos y vemos, críticas sobre los demás y sus acciones,…, como si no ocurriese nada bueno, nada digno de provocar nuestra alegría ni en la realidad ni en las personas. Pero Timoteo nos muestra cómo es posible contar cosas buenas, provocar buen ambiente, alegría y agradecimiento: Timoteo sobreabunda en el amor y nos invita a hacer lo mismo.
¡Seamos portadores de buenas noticias!





Sal 89, 3-4. 12-13. 14 y 17
 
Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.
 
 
Tú reduces al hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
 
 






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