domingo, 1 de mayo de 2016

Hechos de los apóstoles 16,11-15







En aquellos días, zarpamos de Troas rumbo a Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, colonia romana, capital del distrito de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del río a un sitio donde pensábamos que se reunían para orar; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: - «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa.» Y nos obligó a aceptar. 




Y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo"

Escuchar, como Lidia, está bien, pero hace falta algo más. Hace falta apertura de corazón para estar verdaderamente receptivos a la Palabra. El corazón se consideraba -y se considera- el centro de la afectividad, de la voluntad, de los valores y del pensamiento. Abrir el corazón es abrirse a la vida entera. Abrir el corazón es disponerse a la verdadera acogida. Abrir el corazón es disponerse al Amor.
La elocuencia de Pablo y su propia motivación capturan los oídos de Lidia, pero sólo Dios le abre el corazón y el significado de esta apertura interior es, no sólo la recepción de la Palabra, sino la asimilación de la misma. La Palabra se hizo vida en ella y, así, pudo ser bautizada ella y toda su familia y decidieron vivir la vida que Jesús les ofrecía.





 JESUCRISTO: de nuevo, un doble anuncio. Por una parte, las incomprensiones y persecución del mundo. Por otra, la asistencia del Espíritu Defensor. Hoy te pido por los que no te conocen. Que mi testimonio les ayude a preguntarse quién es mi Señor y mi Dios.




El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas,
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles.
 
 

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