Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor, como Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragante a Dios.
La división de capítulos no se corresponde, en esta ocasión, con los párrafos de la Carta. No se trata de una nueva sección, sino de la continuación de la anterior. Terminó exhortando a no contristar al Espíritu y a la expresión de un carácter de bondad, amor y respeto hacia los demás, reflejando con ello la actuación de
Dios con nosotros (4:30-32). Ahora, sigue estableciendo una nueva demanda, semejante a las anteriores, pero que progresa un poco más, ya que se eliminan los límites de los hechos concretos para establecer un modo pleno en la vida del cristiano. Pablo pide que los cristianos seamos, o nos hagamos “imitadores de
Dios, como hijos amados”. El verbo expresa la idea de llegar a ser, hacerse, aquí en presente de imperativo,como un mandato de obligado cumplimiento, se lee, por tanto, literalmente: "Haceos, pues, imitadores de Dios, como hijos amados”. Siendo un presente de imperativo, no sólo adquiere la condición de mandamiento, sino de continuidad, es decir, no se trata de ser imitador de Dios en algún momento, sino permanentemente
La imitación a la que nos dirige Pablo no es tanto en la forma como en el fondo, no es que copiemos miméticamente las actividades que Cristo hacía sino el amor que manifestaba en todas sus actuaciones. Un amor que le llevo a despojarse de su divinidad, asumir la posición de un humilde carpintero, la de establecer
su ministerio basado en la misericordia (filipenses 2) y morir en una cruz por cada uno de nosotros. Este es el modelo que Dios nos ofrece y nuestra encarnación
de Cristo es el único sacrificio válido ante los ojos de Dios
Salmos, 16
1. A media voz. De David. Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
2. Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de ti»;
3. ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra: «¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!».
4. Sus
ídolos abundan, tras ellos van corriendo. Mas yo jamás derramaré sus
libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios.
5. Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras;
6. la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí.
7. Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye;
8. pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo.
9. Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa;
10. pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa.
11. Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.




No hay comentarios:
Publicar un comentario