lunes, 9 de mayo de 2016

Efesios 4.17 – 1 8

Esto digo e insisto en el Señor: que no os conduzcáis más como se conducen los gentiles, en la vanidad de sus mentes, teniendo el entendimiento entenebrecido, alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, debido a la dureza de su corazón. 
 
 

 


 
 


Algunos comentaristas piensan que Pablo da un salto en su pensamien
to con estos versículos, la realidad es que lleva al terreno práctico sus afirmaciones anteriores. La necesidad de la iglesia para la maduración y constante crecimiento del creyente no es un fin en sí mismo, no es una teoría de carácter filosófica. Todo ello tiene como propósito el que se produzca un cambio radical en la manera de vivir.Si no hay un cambio fácilmente perceptible por todos los que nos rodean no hay ni madurez ni mucho menos crecimiento. Nuestra madurez se expresa en el radical abandono de los parámetros que
determinaban nuestro comportamiento, en el cambio de nuestros valores.
Un valor es una cualidad de un sujeto. Los valores son agregados a las características físicas o psicológicas; es decir, son atribuidos al individuo o un grupo social, modificando a partir de esa atribución su comportamiento y actitudes. El valor es una cualidad que define a las personas, ya sea
en negativo o positivo.Nuestra vida se conduce de acuerdo a los valores que hemos ido adquiriendo en el entorno en que nacimos y nos desarrollamos. Los adquirimos por afirmación o rechazo. Nos comportamos de una manera
determinada porque “así debemos hacerlo”, así lo hemos visto y lo damos como bueno, o nos hemos sentido un profundamente heridos o rechazados y hacemos todos lo contrario.
Estos valores determinan nuestra manera de pensar ya que determinan que es aceptable o no para nosotros y en consecuencia determinan como conducimos nuestra vida.
Aceptar el Señorío de Cristo no es solo una decisión movida por nuestras emo
ciones en un momento determinado, ni la incorporación a un grupo social (la iglesia). Es adquirir el compromiso de aceptar e incorporar en nuestras vidas el sistema de valores de Cristo. Es lo que Pablo exhorta a los filipenses:
“Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús...”
Filipenses 2.5 (LBLA).
La madurez es el objetivo y se produce en la medida que nuestras vidas se hacen más semejantes a Él. La evidencia de este hecho se desprende de nuestra vida diaria. "Así que, por sus frutos los conoceréis.”
 



 
MARCANDO LA DIFERENCIA
 
 
 Señor, ayudanos a conducirnos como verdaderos creyentes y discipulos tuyos , no como se conducenlos que no te conocen. Que el Espírito  Santo nos llene de tu entendimiento ,para que no tengamos nuestro corazon en tinieblas, alejados de la vide de Dios, debido a la dureza que hay en el corazón de los hombres


 
 
 
 

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