jueves, 12 de mayo de 2016

Efesios 4.31 – 32









Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
 
 

 


 
 
Como acostumbra, enfatiza cosas concretas, aporta una lista de cosas a erradicar de nuestras vidas. Tiene una  estrecha relación con lo anterior. Nuestra relación con los demás tiene que tender siempre a la edificación., por lo tanto debemos trabajar con el elemento que imposibilita este propósito “el rencor”.
Es muy difícil desarraigar el rencor porque el resentimiento arraigado Y tenaz. Es algo que se ha incrustado en el alma y la mayoría de las veces requiere una profunda “recrujía” que no siempre detectamos y tiene complicaciones.
La propuesta de Pablo es atajar la amargura antes de que se produzca evitando las emociones que nos conducen a ella. Es el sentido de la frase “
no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. El camino de la amargura comienza con “enojo” la palabra que se utiliza thymós que viene a definir una
reacción de furia que normalmente se diluye rápidamente, lo que nosotros definiríamos como un calentón.  
 
 
No es que Pablo nos de patente para expresar nuestras emociones libremente, sino que cuando no somos capaces de edificar y nos “calentamos” debamos cortarlo en seco restituyendo rápidamente el daño causado antes de que se ponga el sol. Porque si persiste se puede ser el origen de la ira. La palabra que utiliza es "orge” que define un sentimiento que no solo no desaparece con
facilidad, sino que normalmente sigue un proceso creciente. Describía la ira que se convierte en una obsesión.
Es cuando estamos a un pasito del resentimiento. Este se consuma cuando permitimos que esa obsesión produzca acciones hacía el que la enfocamos “
gritos y calumnia, junto con toda maldad"
Para poder edificar tenemos que construir relaciones que lo hagan posible. Pablo nos advierte el peligro de permitir que un desencuentro se convierta en una actitud convulsiva que no solo impida construir,sino que dañe profundamente al otro y nos destruya a nosotros. 
 
 
1. Del maestro de coro. Salmo. De David.
2. ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
3. ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?
4. ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte,
5. no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar!
6. Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte. ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho Samodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo

 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario