viernes, 10 de julio de 2015

Sal 36,3-4.18-19.27-28.39-40




Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. 






Lo que Jesús dice de sus apóstoles_misioneros se aplica también a todos los que les siguen: tienen que vivir  con inseguridad. Serán contradichos, ridiculizados, quizás perseguidos. El evangelio, que se supone debe unir y llevar paz, en realidad frecuentemente divide, y lleva guerra. Trae división incluso entre aquellos que aclaman a Cristo como a su Señor. Jesús prometió a sus discípulos  --de entonces y de ahora--  su Espíritu Santo,  para que esté a su lado en las pruebas y tribulaciones.





  El Señor es quien salva a los justos

 El pueblo de Dios,tendemos a sentirnos desarraigados y aceptar la inseguridad. Sin embargo Dios prometió acompañarnos en la escuela de pruebas que nos prepara para convertirnos en su pueblo.    




 Los   que   hablan  en  nombre  de  Dios no deberían preocuparse por lo que han de decir, ya que Cristo nos asegura que el Espíritu Santo hablará por ellos





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