miércoles, 8 de julio de 2015

Evangelio según san Mateo (10,1-7):



En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»



 Proclamad que el Reino de Dios está cerca. Es la llamada que se nos hace cada Miércoles de Cuaresma, cuando nos imponen la ceniza. Sabemos que es una tarea de cada cristiano, grande o pequeño, gordo o flaco, más capaz o menos capaz. Si vivimos según este criterio, podemos ser testimonio para otro, interpelar a los que nos rodean. Entonces viene la pregunta: ¿de verdad siento, creo, vivo sabiendo que el Reino de Dios está cerca?

  Es el momento de hacer lo que Cristo hacía. Habrá otros momentos para sentir lo que Jesús sentía. Ahora se trata de ponerse en marcha. Andar por los caminos, con otros como nosotros, viviendo como Jesús vivió. Con palabras, con obras, con gestos, con sonrisas, a tiempo y a destiempo.

 
Sal 32,2-3.10-11.18-19
 
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad. 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. 
 
 
 

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