domingo, 5 de julio de 2015

Génesis (28,10-22a):


En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.»
Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»
Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.»
Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz.
Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he levantado como estela será una casa de Dios.»
 La escala de Jacob nos habla de la continua presencia de Dios en los que él ama. Dios mismo está allí, inclinándose hacia su pueblo y hacia sus mensajeros, que bajaban y subían por la escala. . Esto significa que su continua solicitud nos rodea por todas partes. Dios está aquí, con nosotros; vivimos en su amor mientras nosotros queramos.
Dios nos ha hecho para vivir. En Jesús nos muestra que quiere curarnos; que nos quiere totalmente vivos y resucitados de entre los muertos, porque por su resurrección Jesús derrotó a la muerte en su raíz.
 Oh Dios, creador de todo lo que respira y vive:
Tu Hijo Jesucristo tocaba a los enfermos,
los curaba y les daba vida.
Que él nos tome a nosotros de la mano
y nos alce del desaliento y del pecado.
Que en esta eucaristía
Jesús nos toque con su cuerpo y con su sangre,
nos regenere y nos renueve otra vez
para que vivamos su vida
y marchemos por su camino hacia ti.
Que nos toque con el calor de su amor
para que nuestro amor haga revivir a otros,
especialmente a los pobres y a los que sufren.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.

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