miércoles, 6 de julio de 2016

Oseas (10,1-3.7-8.12):






Israel era una viña frondosa, y daba fruto: cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares; cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos erigía. Tiene el corazón dividido, ahora lo expiará: él mismo destruirá sus altares, abatirá sus estelas. Ahora dicen: «No tenemos rey, no respetamos al Señor, ¿qué podrá hacernos el rey?» Desaparece Samaria, y su rey, como espuma sobre la superficie del agua. Son destruidos los altozanos de los ídolos, el pecado de Israel. Cardos y abrojos crecen sobre sus altares; gritan a los montes: «Cubridnos», a los collados: «Caed sobre nosotros.» Sembrad justicia y cosecharéis misericordia. Roturad un campo, que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia. 

 Hace algún tiempo, después de que los atletas se convirtieran en celebridades internacionales, un jugador de fútbol americano escribió un libro titulado: "Soy el Tercero". A pesar de que fue el más famoso jugador de su generación tenía una valoración honesta y humilde de sí mismo. En el orden de las cosas reconoció que Dios era el primero, seguido por su familia y amigos, y sólo en tercer lugar por él. Lo más importante es que demostró las prioridades de su vida en la forma en que vivió, especialmente en su generosidad y el cuidado para con un compañero de equipo al que le fue diagnosticado cáncer y luego murió.

En sus palabras al pueblo de Israel Oseas pone de manifiesto cómo las prioridades de su pueblo se han corrompido y distorsionado. A causa de su riqueza y seguridad aparentes que la misma trae los hombres y las mujeres de su tiempo se habían apartado de Dios, confiando en dioses falsos, en su posición social y en sus propias capacidades para garantizar su seguridad y protección. Puesto que ellos mismos ya no se han colocado bajo la soberanía de Dios cuando llegue el momento de la prueba y el juicio su nación se verá colapsada. Oseas, por tanto, les invita a cambiar en el momento presente, a comprometerse con una vida de justicia, a abrazar el orden correcto que Dios ha establecido; un orden en la que el amor de Dios es lo primero, seguido por el amor al prójimo como a uno mismos.

 Igual que los israelitas del tiempo de Oseas nosotros también sentimos a veces esta misma tentación de confiar sólo en nuestras fuerzas, de seguir la moda de nuestros propios dioses, de buscar nuestra seguridad no en la relación con Cristo sino en nuestras propias capacidades y fuerzas. Oseas nos llama hoy a vivir en justicia, a reconocer humildemente qué somos y a reconocer que en el orden de la salvación Dios es lo primero; después nuestras familias y nuestros seres queridos, y sólo entonces nosotros, los terceros.



 Padre amoroso, nos preguntamos cuáles son la fuente y meta de nuestra vida. Aunque hay que confiar en los dones y habilidades que nos has dado para hacer nuestro camino en el mundo siempre debemos darnos cuenta de que estos dones son dados para tu honor y el servicio de nuestros hermanos y hermanas, y no para nuestra propia alabanza y gratificación. Te lo pedimos por Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.




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