jueves, 7 de julio de 2016

Mateo (10,16-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.» 


 Jesús nos lo advirtió desde el principio. Ni lo suyo fue un camino de rosas, ni lo nuestro tampoco: “Os mando como ovejas entre lobos”. Jesús no cierra los ojos. Sabe de la bondad y de la maldad que anida en todo hombre y en toda mujer. Jesús no niega que el hombre pueda ser un lobo para el hombre. Envía a sus discípulos “como ovejas en medio de lobos”. Para ello, primero domestica a ese lobo, que también sus seguidores llevamos dentro, y nos convierte en ovejas. Después, nos manda a sus discípulos como ovejas en medio de lobos, con la sana intención de hacer discípulos suyos, ovejas, a todos los lobos. Se trata de ser discípulo, seguidor de Jesús, el que solo ama y nunca se rige por la agresividad, nunca es lobo…






Jesús, como Dios, es Amor, lo que supone, entre otras cosas, que nunca es un lobo para el hombre, un ser que busque el mal del hombre y sea agresivo con él. Dios es amor, no es un lobo. El hombre, imagen de Dios, es también amor, es oveja, pero también llevamos en nuestro interior la cizaña, la agresividad del lobo. Una vez que dejamos que Jesús, el amor, reine en nosotros, y que seamos ovejas, nos pide que hagamos ovejas de los lobos, los que se dejan guiar por la violencia, y se guíen por el amor y solo por el amor.
Para llevar a cabo esta misión, en el evangelio de hoy, Jesús nos pide a sus seguidores dos actitudes aparentemente contrapuestas. Nos pide ser no sólo sencillos como palomas, sino sagaces como serpientes. Es decir, que empleemos todos los talentos recibidos, todas nuestras luces y fuerzas, para anunciar debidamente el evangelio del amor, para convertir en ovejas a los lobos.



 Padre amoroso, nosotros llevamos a cabo nuestro camino en este mundo que Tú has creado, un mundo en el que vemos tanto la Gracia como el pecado y en el que conocemos la alegría y la tristeza. Te pedimos nos hagas testigos poderosos y convincentes de tu Palabra, prudentes y atentos al mundo en el que vivimos, incluso mientras seguimos siendo inocentes y vulnerables a los demás, confiando siempre en tu orientación y en tu presencia en medio de nosotros. Amén. 


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