lunes, 18 de julio de 2016

Mt 12, 46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: "Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo". Pero él respondió al que se lo decía: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
 Hoy recordamos la genealogía de Jesús que Mateo utiliza para iniciar el Evangelio. Añadido al pueblo escogido de Dios será todo lo que siguen a Jesús y hacer la voluntad del Padre. Tenemos que advertir que las genealogías antiguas no siempre se planeaban como árboles familiares: a menudo se hacían para indicar otras relaciones. La intención de Mateo de seguir la ascendencia de Jesús es mostrar que pertenece al grupo de los escogidos y que es la meta y la plenitud de esa historia.
 A Dios le gusta actuar de manera inesperada a través de personas inesperadas. Jesús, el Hijo de David viene de una familia de la que hacen parte extranjeros, pecadores y gente humilde, por eso no es sorpresa que cuando su familia se amplía a la “familia de Dios” y cuando Jesús se hace nuestro “hermano”, su extensa familia incluya extranjeros, pecadores y gente humilde. Esta familia es de ese tipo y Mateo lo resalta inmediatamente.

El árbol familiar de Jesús y la línea sanguínea no son perfectos y esto, según el exégeta, Raymond Brown, hay que tenerlo en cuenta cuando se tiene la tentación de creer en Jesús, pero rechazar a la iglesia por sus imperfecciones, escándalos y lo malo de su historia. Al presentarnos los orígenes de Jesús, los evangelios señalan tanto a pecadores, mentirosos y traidores en su linaje genético e histórico, como a santos, gente honesta, mujeres y hombres de fe.

Como dice Raymond Brown: “El Dios que escribió los comienzos con líneas torcidas, escribe también lo que sigue de la misma manera, y de alguna de esas líneas son testimonio nuestras propias vidas”. Un Dios que no dudó en usar tanto lo sinuoso como lo noble, lo impuro como lo puro. Somos una Iglesia compuesta de santos y pecadores. Más allá de lo que seamos, necesitamos reavivar la historia de la encarnación.
 Padre celestial, fuente de toda unidad, te pedimos por Jesús, nuestro Señor y Salvador, que protejas nuestra familia de las amenazas actuales de desunión. Da la paz a nuestros hogares. Ayúdanos a agradecer nuestra propia bondad, a apreciar los esfuerzos y a apoyarnos mutuamente. Espíritu Santo, danos fuerza para actuar con compasión, empatía y la amabilidad diaria de tu amor curativo y de tu gracia. Te lo pedimos por intercesión  de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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