lunes, 27 de abril de 2015

libro de los Hechos de los apóstoles (11,19-26):





En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los helenistas, anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos







  Los cristianos de Antioquía  -que fueron los primeros en llamarse “cristianos” como discípulos de Jesús, eran de dos clases: los griego-parlantes de origen judío y los de origen pagano. Los primeros habían huido a Antioquía cuando la iglesia de Jerusalén era perseguida. Comunicaban su fe a sus compañeros judíos. Pero seguramente habían hablado también de su fe en Cristo a algunas personas de raíces paganas, que aceptaron a Cristo, no ya como el Mesías prometido, sino como el Señor de todos, sin distinción. Esto puso a la Iglesia en un dilema : ¿Serían estos cristianos marginados, seguidores de Cristo de segunda clase? Bernabé, lleno del Espíritu Santo, reconoció cómo la gracia de Dios obraba en ellos. Donde la Iglesia oficial de Jerusalén duda, Bernabé interpreta los signos de los tiempos. Para él es voluntad de Dios  que estas personas acepten a Cristo como a su Señor y Salvador. Confronta con audacia el problema misionero,  y lo resuelve localmente, y no teme abrir nuevos caminos.






Oh Padre amoroso:
Estamos contentos de llamarnos “cristianos”,
como hombres y mujeres que seguimos a Cristo tu Hijo.
Queremos permanecer siempre fieles a él
con firme compromiso y entrega.
Cólmanos con la gracia del Señor
para que el Espíritu Santo viva en nosotros
y así también nosotros atraigamos a muchos al Señor
y seamos siempre dignos de llamarnos “cristianos”,
valioso nombre que recibimos
de Jesucristo nuestro Señor.



 

Oremos para que la Iglesia no se canse nunca de pedirle al Señor que la renueve constantemente, y le dé el don de estar siempre atenta a los signos de los tiempos 






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