martes, 21 de abril de 2015

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 35-48



En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y como reconocieron a Jesús en el partir el pan. Mientras hablaba; se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo:
-- Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo:
--¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
--¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
--Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
--Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.


 El fragmento del capítulo del Evangelio es un compendio de las apariciones de Jesús en esos días posteriores a la Resurrección. Alude a la experiencia de los discípulos de Emaús y también a las presencias de Jesús Glorificado ante los apóstoles reunidos en el cenáculo. Les explica la futura misión predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos de la tierra.




 Hoy existe una tendencia a suponer que Jesús de Nazaret fue un hombre maravilloso, único en la Historia, pero que no fue Dios. Es parecido a lo anterior, pues es una forma de limitar la auténtica naturaleza nuestro Señor. Conviene señalar ahora que toda la Escritura, hasta en sus más nimios detalles, ofrece una realidad profética y de revelación de la verdad. Por eso hemos de leerla con esperanza de que nos vaya a dar respuesta a muchas de nuestras dudas. La Escritura siempre debe estar siempre a nuestro lado y no debemos hurtar ni un minuto a su necesario estudio y contemplación. No es un camino en soledad, porque los cristianos, según nos enseñó Jesús en el Padrenuestro rezamos unidos. Ese “nuestro” es buena prueba de ello.




 Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas



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