Así dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos."
Malaquías es el último profeta del Antiguo Testamento y el mensajero que él predicaba fue identificado por los judíos como Elías. Pero también es considerado como el Ángel del Señor, denominación misteriosa que también utilizó el Señor Jesús. El texto en definitiva es como una profecía mesiánica
El profeta Malaquías es el último de los profetas menores, que escribe
unos 500 años antes de Cristo. Se acababa de reconstruir el segundo
templo, una construcción sencilla porque el pueblo era muy pobre, pero
que estaba llamado a ser el centro de un culto religioso renovado, a
través del cual entraría en el santuario el Señor a quien el pueblo
buscaba; en este templo Yahvé se manifestaría a su pueblo. Para
nosotros, los cristianos, fue Jesús de Nazaret la persona en la que se
cumplió plenamente esta profecía de Malaquías: Cristo no sólo entró en
el santuario, sino que él mismo fue el auténtico santuario donde se
manifestó el Padre. Nosotros vemos a la persona de Jesús como al único
templo desde el que se manifiesta en toda su pureza la voz y la grandeza
de Dios; por eso, uniendo las profecías de Malaquías y la del anciano
Simeón, para nosotros Jesús es el auténtico Salvador, el Salvador de
todos los pueblos.
“De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis”




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