miércoles, 13 de abril de 2016

Hechos de los apóstoles 8, 26-40






En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe: - «Ponte en camino hacia el Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto.» Se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: - «Acércate y pégate a la carroza.» Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: - «¿Entiendes lo que estás leyendo?» Contestó: - «-Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?» Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste-' «Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos.» El eunuco le preguntó a Felipe: - «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?» Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: - «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?» Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría. Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea. 







  • “Creo que Jesús es el Hijo de Dios”

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos narra en estos versículos la actividad misionera del diácono Felipe que, fiel a la moción del Espíritu, se dirige hacia donde éste lo envía y en todo momento actúa según le indica el Espíritu. Es lo que, en primer lugar, llama la atención: la docilidad de este discípulo de Cristo, que nos enseña que el protagonista en la evangelización es el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que impulsa a Felipe a acercarse a la carroza del etíope. Éste era un eunuco, ministro de la reina de Etiopía; descubrimos en este hecho, que el Evangelio es buena noticia para todos los hombres, es un mensaje universal, porque Dios quiere que su amor infinito sea conocido y creído por todos, desea que todos los hombres se salven.








Felipe, tomando pie del pasaje del Siervo sufriente de Isaías, que el eunuco iba leyendo, le anuncia a Cristo.
Es impresionante la profesión de fe del etíope: “Creo que Jesús es el Hijo de Dios”, y su petición del Bautismo. Vemos cómo este hombre pagano ha respondido a la gracia del Señor que, como dice el Papa Francisco, lo primerea.
El eunuco, después de recibir el Bautismo, sigue su camino lleno de alegría. Es el gozo de conocer a Jesús y haber sido llamado a su amistad.
Por su parte Felipe, siempre dócil al Espíritu, continúa comunicando la Buena Noticia de Jesús en otros pueblos.


Aclamad al Señor, tierra entera

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.

Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. 
 
 
 

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