En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.
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Todos pensaban y sentían lo mismo
El libro de Hechos nos narra en este texto lo más característico de una verdadera comunidad que comienza, todo lo tenían en común, no sólo lo material, sino que tenían un mismo pensar y un mismo sentir. Puede que hoy nos parezca imposible conseguir esto, pero no lo es tanto, tenemos ejemplos concretos y cercanos en los que estas son las características que han de vivir a diario, las comunidades religiosas, las comunidades laicales, los grupos pastorales, incluso la comunidad eclesial tiene este principio de vida aunque creamos que a ese nivel es difícil cumplir estas características, pero para Dios nada hay imposible.
A lo mejor deberíamos parar y pensar cómo volver a retomar esa ilusión primera, ese ímpetu por poner en marcha un proyecto renovado que nos ayude a mejorar las situaciones que nos rodean, a poner solución a las injusticias que hemos ido creando y que ya nos parecen normales, a no dejarnos vencer por la comodidad sino poner en marcha la comunidad.
¿Cómo podríamos lograr esta meta de no acumular sino compartir? ¿Cómo vivir con Pasión la compasión, la misericordia, el amor a los demás? ¿Cómo ser capaces de compartir-nos y así poder multiplicar-nos?
El Señor reina, vestido de majestad.
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
el Señor, vestido y ceñido de poder.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.





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