martes, 15 de marzo de 2016

san Juan 8, 31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: - «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Le replicaron: - «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"~» Jesús les contestó: -«Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.» Ellos replicaron: -«Nuestro padre es Abrahán.» Jesús les dijo: - «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.» Le replicaron: - «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.» Jesús les contestó: - «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.» 


Como Jesús; como vivió y murió él; como nos indicó que viviéramos y muriéramos nosotros. Porque “quien comete pecado es esclavo”. Lo impresionante es que Jesús lanzaba estas palabras a quienes se creían más cumplidores y mejores que todos los demás, sin darse cuenta que, siendo cumplidores, fallaban en lo fundamental.
Seremos auténticos “hijos de Sara” y de Abrahán cuando nuestro seguimiento nos lleve a cumplir lo que nos dice hoy Jesús: ”Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. ¿Dónde quedan, entonces, los ritos, las leyes, las costumbres? No hay que despreciarlo ni supravalorarlo. Todo eso validará la autenticidad de nuestro ser de discípulos. Pero, lo primero es la persona, el ser humano. Para él se hizo el sábado y el resto de las leyes, que son importantes, aunque lo fundamental y definitivo es la persona humana, inhumanamente tratada, a quien, por misericordia –como se nos recuerda tan fuertemente este año con este Jubileo-, podemos y debemos “dar de comer, de beber, vestir, recibir aunque sea extranjero, visitar, liberar, curar y, en su caso, perdonar”. Así nos lo dice Santiago en su Carta Católica: “La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo” (1,27).
No siempre hemos pensado y hablado bien de la libertad. Después de lo que dice hoy Jesús, ¿la aprecio o llego a desconfiar de ella?
¿Qué puesto doy, en mi lista particular de obras de misericordia, a la veracidad y a la liberación? 



Señor Jesús, tú que confiaste en la vida silenciosa de José de Nazaret para crecer y desarrollarte como miembro del género humano, perdona muy especialmente, hoy, nuestras continuadas faltas de amor contra nuestros hermanos.

¡Oh Dios, hermoso y bello!
Eres como una brisa, más imponente en los picos nevados,
liso como un valle sonriente, bravo con un mar,
y con el encanto de los niños y adolescentes,
de los jóvenes, los adultos y los ancianos


Si no seguimos sus palabras, no será posible llamarnos discípulos del Maestro. Los discípulos nominales destruyen Reino de Dios desde dentro. ¿Dónde estamos situados nosotros realmente? ¿Las palabras de Jesús encuentran espacio en nosotros? Jesús quiere que nos situemos. Nos ha manifestado la verdad. Jesús es la Verdad, pero nosotros no la reconocemos porque no pertenecemos a Dios.

Jesús denuncia nuestra mentira. Un mentiroso es uno que se agazapa y se encierra en sí mismo por miedo a Dios y a los hermanos. Jesús nos libera. La verdad nos hace libres. Él nos da el valor y la fuerza para aceptar nuestra situación. Nos da la oportunidad de arrepentirnos y pedir perdón. La verdad nos da la libertad. Nos libra de las falsas imágenes que nos hacemos de nosotros mismos y nos enseña a abrirnos a los demás con sinceridad: hacia aquél que es el Hijo del Dios Vivo y hacia todos los hijos de Dios que Él pone en nuestro camino.

Creer en Jesús consiste en darse cuenta y confesar que siempre estamos necesitados de la libertad y que tenemos siempre una oportunidad renovada para alcanzarla. Sólo abriéndonos a la libertad nos encontraremos con Él que es la Verdad, la Palabra que es Libertad. - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-16#sthash.1UPSG0To.dpuf

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