jueves, 10 de marzo de 2016

Isaías 49,8-15

Así dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz." Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del norte y del poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.» 


Visibile Patris Filius”

Con esta profundidad y belleza nos describe S. Ireneo a Jesús. Seguro que para lograrlo tuvo en cuenta el párrafo evangélico de hoy. Jesús, en él, hace un alegato de su persona y de su misión. Jesús no obra caprichosamente o por su cuenta, sino según los deseos de su Padre. Y más que deseos, porque Jesús obra lo mismo que el Padre: “El Padre y yo somos una misma cosa” (Jn 10,30).
“Os lo he dicho y no creéis”. Ahí estuvo el problema, en la falta de fe. Y ahí pudiera estar el problema, en nuestra falta de fe. Jesús no pudo entonces, y no puede ahora, decirlo más claro. La reacción de los judíos fue la peor: ”Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo, porque no sólo violaba el ´sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios”. El mismo S. Juan, al final de su Evangelio, nos dirá que todo lo que hizo Jesús, todos los milagros, “fue para que creyéramos, y, para que creyendo, tuviéramos vida en su nombre” (Jn 20,31).
Tener vida, vivir, vivir siempre. Esto es lo propio de Dios, y lo que Jesús nos entrega a cambio sólo de creer, en él y en su Padre, ya que él es el rostro e icono del Padre. Pues bien, “como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo da la vida a los que quiere, o sea, a los que creen. Algo que no aceptaron nunca los judíos y Jesús tuvo que echárselo en cara: “Aunque no me creáis a mí, creed a las obras” (Jn 10,38).



  • Con amor maternal

Jesús nos muestra cómo es su Padre. Y la liturgia, para preparar lo que nos va a decir Jesús, acude al Profeta Isaías, en uno de sus cuatro cánticos del Siervo de Yahvé, para indicarnos, como el mejor poeta, cómo veía él al futuro Mesías. Es un Canto que resalta el amor de un Dios que quiere a su pueblo, a pesar de sus extravíos. Un Dios que es: pastor, agricultor, médico, y, finalmente, madre.
Con Isaías, Israel vuelve a escuchar –no sólo a oír- a Dios y a secundar su Palabra. Vuelve a confiar en Yahvé; y, fruto de esta confianza, surge la confidencia, la de Dios con su pueblo, y la de este con Yahvé-Dios. Y el pueblo llega a ver a Yahvé como al artífice que se encuentra detrás de todos los acontecimientos de la historia humana, adquiriendo, quizá sin advertirlo, la auténtica teología de la historia.
Bien es cierto que Israel también era humano, y, como tal, vulnerable. Hubo olvidos, infidelidades y comportamientos inadecuados. Pero, Yahvé siempre perdonaba, olvidaba, animaba y seguía siendo su Dios. Las imágenes de Isaías son inequívocas: “Decid a los cautivos: salid; a los que están en tinieblas: venid a la luz”. Y, por si alguno no lo entendía o seguía dudando de Yahvé, Isaías les pone la imagen más tierna, más profunda y más verídica de Yahvé-Dios: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura; no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” –dice el Señor Todopoderoso.




¿Cómo anda nuestra fe? ¿Creemos en serio que Dios no sólo puede curarnos, sino resucitarnos, dándonos vida, vida eterna?
Si nuestra contestación es afirmativa, ¿por qué no se nos nota más en lo que decimos y en cómo lo decimos?

Padre celestial, te damos gracias porque nos has creado y porque estás cerca en los momentos difíciles. Aumenta nuestra fe cuando sentimos que te has alejado y nos has olvidado. Fortalécenos en tiempos de desesperación, danos el valor cuando perdemos la esperanza y acércanos a ti cada día. No permitas que nos alejemos de ti ni de los gozos de tu promesa de estar con nosotros. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-09#sthash.qmZZmQnW.dpuf
Isaías es considerado uno de los profetas más importantes. Sus mayores escritos poéticos fueron compuestos durante el período del exilio babilónico (586-539 a.C.). Isaías profetizó al pueblo de Israel, Judá y muchas otras naciones. Dios le reveló muchas verdades profundas acerca de la venida del Mesías. Isaías también habló al pueblo de Dios de sus caminos pecaminosos. En esta lectura vemos que Dios da esperanza a su pueblo, pero al mismo tiempo les advierte y les castiga por su testarudez e idolatría.

Los israelitas sufrieron cautividad. Fueron exiliados, capturados y oprimidos, y también rechazados. Sufrieron, lucharon contra la injusticia, fueron desposeídos de todo y hechos prisioneros, en la oscuridad. Isaías los consuela y les recuerda que el Señor no los ha olvidado y, de hecho, ha cubierto sus necesidades y ha hecho posible su camino. - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-09#sthash.qmZZmQnW.dpuf
Isaías es considerado uno de los profetas más importantes. Sus mayores escritos poéticos fueron compuestos durante el período del exilio babilónico (586-539 a.C.). Isaías profetizó al pueblo de Israel, Judá y muchas otras naciones. Dios le reveló muchas verdades profundas acerca de la venida del Mesías. Isaías también habló al pueblo de Dios de sus caminos pecaminosos. En esta lectura vemos que Dios da esperanza a su pueblo, pero al mismo tiempo les advierte y les castiga por su testarudez e idolatría.

Los israelitas sufrieron cautividad. Fueron exiliados, capturados y oprimidos, y también rechazados. Sufrieron, lucharon contra la injusticia, fueron desposeídos de todo y hechos prisioneros, en la oscuridad. Isaías los consuela y les recuerda que el Señor no los ha olvidado y, de hecho, ha cubierto sus necesidades y ha hecho posible su camino. - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-09#sthash.qmZZmQnW.dpuf

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