lunes, 14 de marzo de 2016

Números (21,4-9):





En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
- «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
- «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
- «Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.


Es una verdad incontestable que solamente la fe salva. En la historia de los israelitas, ellos mostraron cuánto creían en esta verdad. Mientras iban  caminando y vagando por el desierto, se rebelaron contra Dios. El mismo Dios los castigó enviándoles serpientes venenosas.  Finalmente se arrepintieron y pidieron a Dios que los liberara. Ellos manifestaron así su fe en el poder de Dios. En esta historia, el remedio se presenta en forma de una serpiente de bronce colocada en un estandarte, de tal manera que quien la miraba quedaba curado.  ---  En el Evangelio los fariseos tienen que aceptar a Cristo con fe,  si quieren salvarse.  --- Nosotros también tenemos que mirar la cruz de Cristo con ojos de fe, para llegar a ser personas libres e hijos e hijas de Dios. Y nosotros, la Iglesia, tenemos que convertirnos en verdaderos signos de salvación alzados sobre las naciones



 Oh Dios nuestro, misericordioso y salvador:
Recorriendo y vagando por nuestros desiertos
de injusticia y falta de amor,
clamamos a ti a voz en grito, pero con temor
o quizás nos quedamos pasmados en silencio,
y algunos en duda y desesperación.
Danos bastante fe y confianza
para mirarle a aquel 
que cargó sobre sí
nuestras dudas y nuestra maldad,
sufrió  por ellas en la cruz
y resucitó desde ellas a una vida nueva:
Jesucristo, a quien aclamamos
como nuestro Señor y Salvador
por los siglos de los siglos.

 


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