Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»
Hoy la liturgia nos propone el segundo canto del siervo de Yahvé. Recordemos que a lo largo de estos días se van a ir leyendo los cuatro cantos (42,1-9; 50, 4-11; 52, 13-53,12). Todos ellos se refieren a un personaje misterioso. En éste, el siervo habla en primera persona al presentarse a sí mismo y presentar su vocación. Ha sido llamado por el Señor desde las entrañas de su madre a proclamar la Palabra, que expresa con la imagen de la boca como espada afilada. Con ello manifiesta la fuerza de la palabra que interpela, que despierta del adormilamiento en que vive el pueblo.
Aunque el siervo experimenta la protección de Dios, “lo esconde en la sombra de su mano y lo guarda en su aljaba”, a veces tiene la sensación que su misión no tiene el éxito que correspondería al esfuerzo realizado. Por ello se pregunta si Dios se ocupa de su causa. Él mismo se responderá después: “Mi Dios era mi fuerza”. El personaje misterioso es llamado a dos misiones: en primer lugar a convertir y reunir a Israel; y en segundo lugar a ser luz de los gentiles. El Señor no quiere que su salvación quede circunscrita a las fronteras de Israel, sino que su deseo es que llegue hasta el confín de la tierra. Esto desbordaba la lógica de un pueblo que se sabe elegido por el Señor para ser el único destinatario de la salvación de Dios. El profeta Isaías da un enorme paso al proponer que la salvación de Dios se extiende más allá de las fronteras de Israel.
La comunidad cristiana vio anunciada, en este personaje, la figura de Jesús de Nazaret. Al hacer la lectura creyente nosotras/os también podemos vernos reflejados en él. ¿Cuándo experimentamos la llamada de Dios? ¿A que nos llama? ¿Cómo podemos hacer que la salvación de Dios llegue hasta los confines de la tierra: las fronteras de la vida y la muerte, las fronteras entre la creencia y la increencia?
Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras.
Nuestra
vocación consiste en estar cerca de Cristo, estar con él. El mejor
lugar que cualquiera puede imaginar es estar cerca de su corazón y
encontrar descanso en él. El mundo lleno de tentaciones y distracciones
puede desviarnos de la fuente de la vida: el latido del amor trinitario
del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Gracias al poder y ayuda de la gracia de Cristo podemos permanecer firmes y concentrar nuestra voluntad en el bien, así como Jesús que no se rindió ante Satanás tras 40 días de ayuno en el desierto. La contemplación del rol privilegiado del discípulo desconocido nos libera de la búsqueda de fama u objetivos, por más gloriosos que sean a los ojos mundanos, distintos de estar cerca de él, llenos de fe, siempre y en todo lugar. Estar cerca de Cristo cueste lo que cueste, incluso de tiempos de confusión, de crucifixión o en la alegría de la resurrección.
Estar cerca del corazón de Jesús nos da el valor para plantear preguntas difíciles sin miedo de enfrentar respuestas que todavía no están claras en nosotros, en nuestras vidas o con respecto a nosotros. Esta cercanía no permite confiar en la majestad y la bondad de Jesús. Pero, alejarnos de Jesús traicionándolo en el pobre y necesitado, corriendo detrás del dinero como Judas o detrás de otros placeres terrenos, nos lleva a la noche oscura. Es una vida fría, vida de soledad interior y vacío. Aun cuando sea posible pecar de modo secreto frente a los ojos de los que nos rodean.
Pero Dios conoce lo que se esconde en el corazón de cada ser humano. Podemos tener la seguridad de que incluso cuando enfrentamos la traición o cualquier tipo de maldad de parte de los que están cerca, recibiendo provechosamente la Santa Comunión podremos salir victoriosos en el mundo venidero. Por este camino hacemos realidad nuestra vocación de pueblo santo, como Cristo, lleno de verdad y misericordia, siendo uno con él. - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-22#sthash.9x7XXuct.dpuf
Gracias al poder y ayuda de la gracia de Cristo podemos permanecer firmes y concentrar nuestra voluntad en el bien, así como Jesús que no se rindió ante Satanás tras 40 días de ayuno en el desierto. La contemplación del rol privilegiado del discípulo desconocido nos libera de la búsqueda de fama u objetivos, por más gloriosos que sean a los ojos mundanos, distintos de estar cerca de él, llenos de fe, siempre y en todo lugar. Estar cerca de Cristo cueste lo que cueste, incluso de tiempos de confusión, de crucifixión o en la alegría de la resurrección.
Estar cerca del corazón de Jesús nos da el valor para plantear preguntas difíciles sin miedo de enfrentar respuestas que todavía no están claras en nosotros, en nuestras vidas o con respecto a nosotros. Esta cercanía no permite confiar en la majestad y la bondad de Jesús. Pero, alejarnos de Jesús traicionándolo en el pobre y necesitado, corriendo detrás del dinero como Judas o detrás de otros placeres terrenos, nos lleva a la noche oscura. Es una vida fría, vida de soledad interior y vacío. Aun cuando sea posible pecar de modo secreto frente a los ojos de los que nos rodean.
Pero Dios conoce lo que se esconde en el corazón de cada ser humano. Podemos tener la seguridad de que incluso cuando enfrentamos la traición o cualquier tipo de maldad de parte de los que están cerca, recibiendo provechosamente la Santa Comunión podremos salir victoriosos en el mundo venidero. Por este camino hacemos realidad nuestra vocación de pueblo santo, como Cristo, lleno de verdad y misericordia, siendo uno con él. - See more at: http://www.op.org/es/lectio/2016-03-22#sthash.9x7XXuct.dpuf





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