miércoles, 21 de octubre de 2015

Romanos 6,12-18




Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo. No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia. Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Pues, ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! ¿No sabéis que, al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia? Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.



¿Por qué tenemos tanto miedo a vivir «empecatados»? Dios nos dice de infinitas maneras y en tantos sitios como queramos buscar, que la gracia ha entrado en nuestras vidas por la acción de Cristo. Si estamos muertos al pecado, ¿cómo podremos pecar?. Si la gracia de Dios ha entrado en nuestras vidas, si ella es la fuerza que nos hace vivir y en la que vivimos, si por la gracia hemos resucitado a una vida de relación con Dios, no podemos pecar.
Dios está con nosotros y nada debemos temer mientras, en uso de nuestra libertad, no le abandonemos. Dios está con nosotros librándonos de las aguas tumultuosas que amenazan ahogarnos. Recordando a la Santa andariega, nada puede espantarnos, a nada podemos temer: Dios nos basta. Él está derramando su gracia incesantemente sobre nosotros y solo nos queda cerrar los paraguas y dejar que la lluvia divina nos empape, nos lave y nos mantenga limpios.



 Félix García O.P




Tened por perdida aquella jornada en la cual no habéis negado la propia voluntad, sometiéndola a alguno.

(San Pablo de la Cruz )


Salmo 123,1-3.4-6.7-8 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros..

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes.

Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador;
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. 


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