En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
¡Qué oportunas son siempre estas miniparábolas que nos ayudan a situarnos ante el misterio del Reino de Dios! Los humanos propendemos a dibujar lo religioso con trazos grandilocuentes, cuando no espectaculares, y el corazón de la religión que quiere el Maestro de Galilea da sus primeros pasos de modo insignificante, humilde y escondido. Porque el Reino de Dios lleva en sí mismo un vigor al que hay que darle, desde su pequeñez, la oportunidad para fecundar y fortalecer; pero una cosa es ofrecerle la cancha que precisa para su expansión en la misericordia, y otra muy distinta es sustituir su inicial y misteriosa fuerza con la sobreabundancia de planes pastorales y catequéticos que invitan más a saber del Reino de Dios que a vivirlo en la cercana clave de una comunidad que, con todas las dificultades del caso, lucha con esperanza por ser radicalmente fraterna. Unos pueden confiar más en sus carros y en sus caballerías, ¡allá ellos!, pero el seguidor de Jesús se siente impulsado por la fe en su persona y palabra, y éstos serán siempre su mejor activo, su indispensable aval para transitar por esta vida con esperanza cristiana. Seremos comunidad cristiana no por tener los mejores textos catequéticos, sino porque desde la fidelidad al proyecto de Jesús, el Reino de Dios, y en su nombre, vivimos y ayudamos a vivir en clave de hermanos.
¿Identificas, y remueves, obstáculos en tu esperanza cristiana?
¿Valoramos en clave del Reino los pequeños grandes gestos que podemos hacer en la comunidad y a favor de los hermanos?
¿Valoramos en clave del Reino los pequeños grandes gestos que podemos hacer en la comunidad y a favor de los hermanos?
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Para custodiar la santa pureza es necesario amarla mucho, desconfiar de sí mismo, no fiarse de ninguno, así se trate de parientes, o de personas íntimas y amigas.( San Pablo de la Cruz )
Salmo 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
El Señor ha estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
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