En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Jesús comienza reforzando, de alguna manera, las palabras del Eclesiástico sobre la Sabiduría. Da gracias al Padre porque se revela a la gente sencilla, no a los sabios y entendidos.
Intuyo en esa acción de gracias de Jesús una doble llamada. De un lado a no pretender ser “sabios y entendidos”, que tanto nos suele gustar, porque Dios se revela a los sencillos. Y la profundización de nuestra relación con Él sólo puede proceder de ese camino de sencillez. De otro lado, a adquirir la conciencia (que muchas veces es experiencia) de que en los sencillos encontramos a Dios (hay, por fortuna, muchos sabios sencillos que son lugar de encuentro con el Señor).
Y culmina con esa llamada que -escrita en letras bien grandes (una Arial 72 vendría bien)- podría ocupar un lugar de privilegio en la pared de nuestra habitación, para recordarnos que el alivio y el descanso de nuestras cargas sólo están, de manera plena, en Él. ¡Cuántas veces en nuestros cansancios y agobios nos hemos sentido invitados a dejarlo todo en Él! ¡Y cuántas otras no sabemos hacerlo! Es como si prefiriéramos el control al abandono, caminar con la lengua fuera, pero llevando las riendas de todo. Y olvidamos que no todo lo que acontece en nuestra vida depende de nosotros, ni podemos controlarlo, ni podemos solucionarlo.
Que el Señor Jesús nos vaya enseñando a hacernos cargo de aquello que es responsabilidad nuestra y a abandonar en sus manos tantas cosas que causan agobio y sufrimiento.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Si no tenéis posibilidad de socorrer a vuestro prójimo, recomendadlo con fervor a Dios, cuyo imperio se extiende sobre todas las criaturas. ( San Pablo de la Cruz )
Salmo 88,2-3.6-7.8-9.16-17.18-19
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
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