viernes, 2 de octubre de 2015

Mateo 18, 1-5- 10






En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mi. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. » 








Jesús nos presenta la humildad y la sencillez de los niños como virtud fundamental para poder entrar en su Reino. No olvidemos que los niños eran despreciados y no tenían ninguna importancia en la sociedad de Israel. La lógica de Jesús funciona diferente a la lógica humana, pues los menos importantes en la tierra son los más importantes en el Cielo.
La Iglesia hoy celebra los Santos Ángeles Custodios, es la fiesta del Santo Ángel de la Guarda, al cual sólo podemos percibir mediante la fe.
Los ángeles son servidores y mensajeros de Dios, son intermediarios entre el Cielo y la tierra, ellos nos guían y nos cuidan en el camino de la vida. Vienen del Cielo y su misión es llevarnos al Cielo y ayudarnos a no ir por caminos equivocados.
Nuestro Ángel de la Guarda nos protege de muchos peligros, de los que, a veces, ni siquiera somos conscientes, sobre todo, del mayor peligro, que es no escuchar al Señor y no obedecer a Su Palabra.
El Catecismo, hablando de los ángeles, nos enseña: “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”. Y San Basilio nos dice: “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida”.
Seguro que tenemos experiencia de este paso protector de Dios por nuestra vida, expresado a través de estos seres misteriosos y, por supuesto, a través de personas que han sido reflejo de Dios para cada uno de nosotros.
¡Ángel de la Guarda, ayúdanos a descubrir la presencia de Dios en nuestra historia, que siempre nos protege y nos cuida, especialmente en los momentos más difíciles y adversos de la vida! AMÉN.









Quien quiere ser santo debe hacerlo en modo que no haya en él ninguna cosa que no sea puramente de Dios.

(San Pablo de la Cruz)

 

Salmo 78,1-2.3-5.8.9

Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre 

 Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera?
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,

líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.

 

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