viernes, 30 de octubre de 2015

Romanos 9,1-5



“Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.”



Estamos en los primeros versículos del capítulo noveno de la Carta a los Romanos y las palabras de Pablo dejan ver el desgarro de su corazón, invadido de tristeza y dolor por la obstinación de sus hermanos judíos. Pablo desde que conoció a Jesucristo se siente fascinado por su persona y se consume en el deseo vehemente de que todos los hombres lo conozcan, lo acepten como Dios y se salven.
San Pablo no olvida sus raíces judías, más bien se siente orgulloso de ellas, y ama con verdadero amor a sus hermanos de raza. No podemos pasar por alto sus palabras: “ quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos…” Nos recuerdan las de Jesús: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
La increencia del pueblo judío es un gran misterio al que nos acercamos con respeto y sabiendo que son nuestros hermanos mayores, oramos por ellos a Dios.
¿Pero qué hacemos por despertar a la fe a los hombres con los que vivimos? ¿nos duele la pérdida de la fe y de los valores cristianos en nuestra sociedad?
Todo bautizado es hijo de Dios pero muchos viven sin saber lo que eso significa y desperdician la gracia de Dios.
Los cristianos tenemos el deber, porque hemos recibido en mandato de Jesús, de anunciar el Evangelio de la salvación. Cada uno en nuestro ambiente y según nuestro género de vida. Esto a veces nos puede reportar incomodidades, sobretodo el que nos miren con cara rara. Pero si Pablo quiso ser anatema por el bien de sus hermanos, ¿no vamos a soportar nosotros ser tenidos por trasnochados por intentar guiar a los hombres al camino de la felicidad?



.Dios ama a las almas pequeñas y les enseña la alta sabiduría que está escondida a los sabios y prudentes del mundo. ( San Pablo ce la Cruz )


Salmo 147

Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos


jueves, 29 de octubre de 2015

Lucas 13, 31-35

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor."»


El texto de Lucas nos presenta a Jesús que va camino hacia Jerusalén, ahí recibe una amenaza: “Herodes quiere matarte”. Una autoridad civil que tiene doble discurso, por un lado dice que quiere conocerlo (Lc 9, 9b) y por otro que quiere matarle. Jesús no huye ante la amenaza, tampoco cambia su mensaje, ni lo suaviza.
“Hoy, mañana y pasado tengo que continuar mi viaje”. Jesús permanece en la misión encomendada por su Padre y que ha acogido como propia, es consciente del peligro pero no retrocede, quiere ser fiel a su llamada, a su ser más profundo, confía.
Jesús vivió y habló como un profeta y es rechazado por el mensaje que predica. Jerusalén es ciudad símbolo de la antigua alianza y en tiempo del destierro de Israel, la reconstrucción de su templo significaba que Dios se hacía presente en medio del pueblo de Israel. Sin embargo, Jesús denuncia a Jerusalén como ciudad de muerte, “matas y apedreas a los que Dios te envía”, aquí será arrestado y ejecutado. El mensaje de Jesús “cae en saco roto”, las personas están cerradas a escuchar algo diferente a lo que ya viven, a vivir desde la clave del evangelio.
Una invitación a preguntarnos, ¿qué me motiva a permanecer en el seguimiento cuando llegan las amenzas, los conflictos?



Hna. Nélida Armas Tejera O.P



  Poned vuestro corazón como pañal sagrado del dulcísimo Niño Jesús con el fin de que él lo reavive, lo anime y lo santifique, de modo que haga grandes cosas por el reino de Dios. ( San Pablo De la Cruz )




Salmo 108,21-22.26-27.30-31

Sálvame, Señor, por tu bondad


Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre,
líbrame con la ternura de tu bondad;
que yo soy un pobre desvalido,
y llevo dentro el corazón traspasado.

Socórreme, Señor, Dios mío,
sálvame por tu bondad.
Reconozcan que aquí está tu mano,
que eres tú, Señor, quien lo ha hecho.

Yo daré gracias al Señor con voz potente,
lo alabaré en medio de la multitud:
porque se puso a la derecha del pobre,
para salvar su vida de los jueces. 


miércoles, 28 de octubre de 2015

san Lucas 6,12-19:



En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.




 ¡Ya nos podríamos dar por satisfechos si todos los cristianos de número fueran, al menos, seguidores de Jesús! Pero, ¿por qué conformarnos con comer las migajas de pan que caen de la mesa cuando estamos llamados a estar sentados a la misma compartiendo el pan? Para ello, la Iglesia, a través de los sucesores de los Apóstoles ,los Obispos,junto a los presbíteros, y al resto de los bautizados, es la que tiene que tiene que, primero, prepararse en oración, tal y como lo hizo Jesús, según el relato de Lucas, antes de elegir a los Doce o cualquier otra acción importante y, después, bajar a la llanura con Jesús, saliendo al encuentro de toda la gente enferma, atormentada, desorientada… a proclamar las bienaventuranzas. Si no escuchamos a Jesús y no sabemos a quién se dirige, ya podremos contemplar mucho, pero no sabremos a quién dar lo contemplado.
De día fue cuando Jesús nombró a sus Doce, a los Apóstoles. Hoy, Jesús sigue saliendo al encuentro de día y sigue llamando a algunos de sus discípulos a que sean apóstoles. Hoy el Espíritu sigue soplando sobre la Iglesia, tras dos mil años, cuidando su misión apostólica y profética.
¿A qué me está llamando Dios, a ser seguidor, discípulo o apóstol?
Como discípulo de Jesús, ¿cómo dejo patente en mi vida diaria la colaboración en la «construcción»?
Todos somos por vocación portadores de la Buena Nueva. ¿Sé identificar la misión apostólica que Dios me haya encomendado?


Juan Jesús Pérez Marcos O.P. 





 La oración, la lectura de libros santos, la frecuencia de los sacramentos, y en particular la huida del ocio, son los custodios de la santa pureza. (San Pablo de la Cruz )



Salmo 18 

A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. 


martes, 27 de octubre de 2015

Lucas 13, 18-21



En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»



¡Qué oportunas son siempre estas miniparábolas que nos ayudan a situarnos ante el misterio del Reino de Dios! Los humanos propendemos a dibujar lo religioso con trazos grandilocuentes, cuando no espectaculares, y el corazón de la religión que quiere el Maestro de Galilea da sus primeros pasos de modo insignificante, humilde y escondido. Porque el Reino de Dios lleva en sí mismo un vigor al que hay que darle, desde su pequeñez, la oportunidad para fecundar y fortalecer; pero una cosa es ofrecerle la cancha que precisa para su expansión en la misericordia, y otra muy distinta es sustituir su inicial y misteriosa fuerza con la sobreabundancia de planes pastorales y catequéticos que invitan más a saber del Reino de Dios que a vivirlo en la cercana clave de una comunidad que, con todas las dificultades del caso, lucha con esperanza por ser radicalmente fraterna. Unos pueden confiar más en sus carros y en sus caballerías, ¡allá ellos!, pero el seguidor de Jesús se siente impulsado por la fe en su persona y palabra, y éstos serán siempre su mejor activo, su indispensable aval para transitar por esta vida con esperanza cristiana. Seremos comunidad cristiana no por tener los mejores textos catequéticos, sino porque desde la fidelidad al proyecto de Jesús, el Reino de Dios, y en su nombre, vivimos y ayudamos a vivir en clave de hermanos.
¿Identificas, y remueves, obstáculos en tu esperanza cristiana?
¿Valoramos en clave del Reino los pequeños grandes gestos que podemos hacer en la comunidad y a favor de los hermanos?
Fr. Jesús Duque O.P. 
Convento de San Jacinto (Sevilla)


Para custodiar la santa pureza es necesario amarla mucho, desconfiar de sí mismo, no fiarse de ninguno, así se trate de parientes, o de personas íntimas y amigas.( San Pablo de la Cruz )



Salmo 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

El Señor ha estado grande con nosotros


Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. 


lunes, 26 de octubre de 2015

Romanos 8,12-17



Estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.



El Espíritu Santo, el gran regalo de Jesús, nos recuerda con fuerza que somos hijos de Dios, que Dios es realmente nuestro Padre. Si somos hijos de Dios, somos hijos del amor, de la entrega, de la ternura, de la verdad, de la bondad, de la justicia… y como tales hemos de vivir y caminar siempre por esta senda de hijos y nunca por los caminos contrarios.
Si somos hijos, si nos portamos como hijos, disfrutaremos con plenitud del cariño de nuestro Padre y viviremos en este mundo pero en otro mundo, todo será igual y todo será distinto, los días y las noches, desde nuestra confiada relación filial con Dios. Viviremos con la total seguridad de que nuestro Padre nos ama, con la total seguridad de que no nos deja de su mano, con la total seguridad de que si nos despistamos él siempre nos va a esperar con sus anchos brazos abiertos para abrazarnos, acogernos, perdonarnos, y seguir ofreciéndoos su inquebrantable amor y protección.
Y como los buenos Padres, nos va a ofrecer su herencia: después de nuestra muerte su Hijo Jesús nos dirá: “Venid benditos de mi Padre a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

¡Oh, qué gran tesoro se adquiere permaneciendo en oración! ( San Pablo de la Cruz )



Salmo 67,2.4.6-7ab.20-21 


Nuestro Dios es un Dios que salva

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. 


jueves, 22 de octubre de 2015

Lucas 12, 49-53



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.



El texto de Lucas nos presenta a Jesús que va camino hacia Jerusalén, ahí recibe una amenaza: “Herodes quiere matarte”. Una autoridad civil que tiene doble discurso, por un lado dice que quiere conocerlo (Lc 9, 9b) y por otro que quiere matarle. Jesús no huye ante la amenaza, tampoco cambia su mensaje, ni lo suaviza.
“Hoy, mañana y pasado tengo que continuar mi viaje”. Jesús permanece en la misión encomendada por su Padre y que ha acogido como propia, es consciente del peligro pero no retrocede, quiere ser fiel a su llamada, a su ser más profundo, confía.
Jesús vivió y habló como un profeta y es rechazado por el mensaje que predica. Jerusalén es ciudad símbolo de la antigua alianza y en tiempo del destierro de Israel, la reconstrucción de su templo significaba que Dios se hacía presente en medio del pueblo de Israel. Sin embargo, Jesús denuncia a Jerusalén como ciudad de muerte, “matas y apedreas a los que Dios te envía”, aquí será arrestado y ejecutado. El mensaje de Jesús “cae en saco roto”, las personas están cerradas a escuchar algo diferente a lo que ya viven, a vivir desde la clave del evangelio.
Una invitación a preguntarnos, ¿qué me motiva a permanecer en el seguimiento cuando llegan las amenzas, los conflictos?

Hna. Nélida Armas Tejera O.P. 





Mientras más seáis obedientes más estaréis en calma, tranquilos e indiferentes en cualquier oficio que os sea asignado. ( San Pablo de la Cruz )



 

Salmo 1,1-2.3.4.6

 Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. 

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. 

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. 


miércoles, 21 de octubre de 2015

Romanos 6,12-18




Que el pecado no siga dominando vuestro cuerpo mortal, ni seáis súbditos de los deseos del cuerpo. No pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos para la injusticia; ofreceos a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y poned a su servicio vuestros miembros, como instrumentos para la justicia. Porque el pecado no os dominará: ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Pues, ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! ¿No sabéis que, al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia? Pero, gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados y, liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.



¿Por qué tenemos tanto miedo a vivir «empecatados»? Dios nos dice de infinitas maneras y en tantos sitios como queramos buscar, que la gracia ha entrado en nuestras vidas por la acción de Cristo. Si estamos muertos al pecado, ¿cómo podremos pecar?. Si la gracia de Dios ha entrado en nuestras vidas, si ella es la fuerza que nos hace vivir y en la que vivimos, si por la gracia hemos resucitado a una vida de relación con Dios, no podemos pecar.
Dios está con nosotros y nada debemos temer mientras, en uso de nuestra libertad, no le abandonemos. Dios está con nosotros librándonos de las aguas tumultuosas que amenazan ahogarnos. Recordando a la Santa andariega, nada puede espantarnos, a nada podemos temer: Dios nos basta. Él está derramando su gracia incesantemente sobre nosotros y solo nos queda cerrar los paraguas y dejar que la lluvia divina nos empape, nos lave y nos mantenga limpios.



 Félix García O.P




Tened por perdida aquella jornada en la cual no habéis negado la propia voluntad, sometiéndola a alguno.

(San Pablo de la Cruz )


Salmo 123,1-3.4-6.7-8 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros..

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes.

Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador;
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. 


martes, 20 de octubre de 2015

Lucas 12, 35-38



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»




Siempre ha dado mucho que pensar el tiempo intermedio, el comprendido entre la resurrección de Jesús y su vuelta definitiva el final de los tiempos. Este período, el del Pueblo de Dios, demanda de nosotros una imprescindible actitud, la de vigilar. Pero ¡cuidado!, que, a poco que nos descuidemos, derivamos a expresiones de espiritualidad un tanto extrañas. Este vigilar del texto evangelio a veces lo hemos entendido como una forma de prepararnos para bien morir (cuando al fin nos recoja su mano), cuando todo el evangelio, desde el principio al fin, es la mejor invitación para el bien vivir de todos, aquí y ahora, en este preciso momento de luz que vale la pena lo vivamos a tope, en plenitud de gracia y misericordia. Por apuntar tan alto (cuando seamos llamados a la vera del Padre) nos perdemos las mejores ocasiones s privamos de no pocos destellos de luz y amor, posibles en cada instante de nuestra existencia. Vigilar es vivir el seguimiento del Maestro con confianza, con la alegría que nos da el saber que hicimos la mejor opción que es capaz de humanizar cada minuto nuestro y de los hermanos. Vigilar es sentirnos capaces, por la fuerza del Espíritu, de dar razones de nuestra esperanza en un mundo que mucho la necesita y de actualizar nuestra condición de testigos de Jesús el Señor.
¿Nos ocupa y preocupa el “bien vivir” al modo evangélico?
Ante el mundo de hoy ¿los cristianos desarrollamos actitudes de misericordia y compasión?

Fr. Jesús Duque O.P. 




Tened deseos de que se os rompa vuestra voluntad en toda cosa, como el ciervo sediento ante la fuente de agua.

( San Pablo de la Cruz )




Salmo 39,7-8a.8b-9.10.17

 Aquí estoy, Señor, para hacer tú voluntad


Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.»

«–Como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. 



lunes, 19 de octubre de 2015

Romanos 4,20-25



Hermanos: Ante la promesa de Dios Abrahán no fue incrédulo, sino que se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete, por lo cual le valió la justificación. Y no sólo por él está escrito: "Le valió", sino también por nosotros, a quienes nos valdrá si creemos en el que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.




Los caminos del Señor no son nuestros caminos. Las promesas del Señor no son como nuestras promesas. ¡Cuántas veces nuestras promesas humanas se quedan en meras palabras, no cumplimos aquello que prometimos! ¡Cuántas promesas matrimoniales de amarse “todos los días de nuestra vida” se quiebran! ¡Cuántas promesas en el campo religioso se rompen! Pero nuestra suerte es grande, porque “tenemos un Dios capaz de hacer lo que promete”. Con Abrahán y con todos nosotros. Nuestro Dios cumple las promesas que nos ha hecho. La principal, la de enviarnos a su Hijo al mundo para salvarnos. Y Jesús, el Hijo de Dios, sigue el mismo camino que su Padre Dios. Nos ha hecho la promesa de no dejarnos solos, de no dejarnos sufrir de soledad afectiva, de acompañarnos siempre en nuestro caminar terreno. Nos ha hecho la promesa de resucitarnos después de nuestra muerte a una vida de total felicidad. “El que cree en mí, aunque muera vivirá y vivirá para siempre”. ¡Gran suerte la nuestra! Tenemos un Dios que siempre cumple sus buenas promesas.

Fray Manuel Santos Sánchez 
Real Convento de Predicadores (Valencia) 



Cuando se trata de obedecer es necesario bajar la cabeza.

(San Pablo de la Cruz )



Benedictus

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo

Nos ha suscitado una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

 

jueves, 15 de octubre de 2015

Mateo 11,25-30:




En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»




Jesús comienza reforzando, de alguna manera, las palabras del Eclesiástico sobre la Sabiduría. Da gracias al Padre porque se revela a la gente sencilla, no a los sabios y entendidos.
Intuyo en esa acción de gracias de Jesús una doble llamada. De un lado a no pretender ser “sabios y entendidos”, que tanto nos suele gustar, porque Dios se revela a los sencillos. Y la profundización de nuestra relación con Él sólo puede proceder de ese camino de sencillez. De otro lado, a adquirir la conciencia (que muchas veces es experiencia) de que en los sencillos encontramos a Dios (hay, por fortuna, muchos sabios sencillos que son lugar de encuentro con el Señor).
Y culmina con esa llamada que -escrita en letras bien grandes (una Arial 72 vendría bien)- podría ocupar un lugar de privilegio en la pared de nuestra habitación, para recordarnos que el alivio y el descanso de nuestras cargas sólo están, de manera plena, en Él. ¡Cuántas veces en nuestros cansancios y agobios nos hemos sentido invitados a dejarlo todo en Él! ¡Y cuántas otras no sabemos hacerlo! Es como si prefiriéramos el control al abandono, caminar con la lengua fuera, pero llevando las riendas de todo. Y olvidamos que no todo lo que acontece en nuestra vida depende de nosotros, ni podemos controlarlo, ni podemos solucionarlo.
Que el Señor Jesús nos vaya enseñando a hacernos cargo de aquello que es responsabilidad nuestra y a abandonar en sus manos tantas cosas que causan agobio y sufrimiento.

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P. 




Si no tenéis posibilidad de socorrer a vuestro prójimo, recomendadlo con fervor a Dios, cuyo imperio se extiende sobre todas las criaturas. ( San Pablo de la Cruz )


Salmo 88,2-3.6-7.8-9.16-17.18-19

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.