jueves, 18 de junio de 2015

Sal 33,2-3.4-5.6-7

 
 
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias
 
 




 El Señor libra a los justos de sus angustias
 
 
 



 ¿Cuáles son las cosas que nos preocupan, que dan vueltas constantemente en nuestra mente? La respuesta a esa pregunta nos indicará cuáles son nuestros valores, “dónde está nuestro corazón.” Para muchos generosos y comprometidos cristianos, estos valores (o mejor, contravalores) raramente serán tan rastreros y groseros, como la búsqueda loca del mero placer y el hambre insaciable por riquezas materiales y bienestar mundano, aunque éstas actitudes no siempre estén descartadas completamente. Pero ¿ qué decir acerca de la ambición por la promoción y el poder, la tendencia a dominar a otros, y modelar a los demás a nuestra imagen y semejanza, más que a la semejanza de Dios? ¿Qué pensar acerca de esa actitud que tiende a colocarnos a nosotros mismos como centro del universo?
¿Dónde, cuando y cómo buscamos lo que el Señor llama la “única cosa necesaria?”


 
 
Señor Dios nuestro:
Tú eres el origen y el fin de todo,
el auténtico sentido de nuestra existencia
y la meta de todo lo que hacemos.
Te pedimos hoy:
sácanos de nuestros pequeños mundos,
creados por nosotros a nuestra medida,
y ábrenos a ti y a tu Reino.
Sé tú mismo para nosotros
la perla preciosa de nuestras vidas;
y que cada persona a nuestro alrededor
sea como el caparazón en el que encontramos esa perla
que es Cristo y eres tú,
que viven y reinan con el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
 
 
 
 


 
 

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