En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo
dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David,
inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies." Si
el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.
La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.
Sería bueno repensar de qué modo transmitimos el mensaje, el hermoso
mensaje de Jesús. Esto va no solo para los sacerdotes; también para
todos los que se consideran creyentes. Porque somos el reflejo de Dios,
porque somos la voz de Dios, porque según vivamos y hablemos, la gente
verá al verdadero Jesús o una imagen distorsionada.
Creemos en Jesucristo, nacido de María Virgen, que es uno de nosotros,
tan humano, pero que es más que una simple persona humana: El es Hijo de
Dios y Salvador nuestro
Señor, Dios nuestro, la persona que entregó su vida para liberarnos de
nuestras limitaciones humanas y para permitirnos vivir en tu Reino es tu
Hijo mismo y Señor nuestro, Jesucristo. Danos auténtica sabiduría para
aceptarle como el Señor de nuestras vidas y como tu presencia amorosa
entre nosotros. Que él nos dirija hacia ti, Dios nuestro, por los siglos
de los siglos.
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