En aquellos días Moisés bajo y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; el pueblo contestó a una:
--Haremos todo lo que dice el Señor.
Moisés puso por escrito todas las
palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda
del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a
algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas, como
sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas,
y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento
de la alianza, se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
--Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos.
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
--Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos esos mandatos.
El capítulo 24 del Libro del Éxodo, nos narra como Moisés, mediante la
sangre de unas vacas, fórmula de sacrificio, confirma la alianza del
pueblo judío con Dios. Después, la sangre de Cristo confirmará la nueva
alianza que dura para siempre.
- Los ritos ancestrales de la Pascua
judía hunden sus raíces en ritos aún más antiguos, aunque adquieren un
sentido nuevo y prefiguran al mismo tiempo el sacrificio por
excelencia, el sacrificio definitivo, el sacrificio de Cristo. La
sangre ha sido siempre un elemento que ha estremecido al hombre, al
mismo tiempo que ha visto en ella una fuerza misteriosa.
Al relacionarla con la alianza se pone el acento
en la unidad. En cierto modo es una realidad que también hoy está en
vigor. Y así se dice que los hermanos tienen la misma sangre, o se
establece una especial relación entre quien da su sangre y el que la
recibe.
"Si la sangre de los machos cabríos... tienen el poder de consagrar a
los profanos, ¡cuánto más la sangre de Cristo que, en virtud del
Espíritu eterno se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá
purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto
del Dios vivo!".
Jesús amigo, que el poder de tu resurrección
Toque todo lo que está muerto, en nosotros,
Y lo devuelva otra vez a la vida.
No cesas de querernos, nos llamas noche y día,
Te empeñas en que nos amemos como Tú lo hiciste.
De ti nos vienen los deseos de cambiar el mundo,
De transformar la vida triste y aburrida,
De dar la vuelta al corazón y rehacer todo.
Queremos seguirte, con decisión;
Seguir tu manera de vivir, tú forma de tratar a la gente,
La manera como mirabas a los niños, como cuidabas a los enfermos,
Como acompañabas a los solitarios.
No cederemos al cansancio, a las dificultades o al aburrimiento.
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