En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en
mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en
mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que
me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú
en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú
me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es
mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y
contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la
fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te
he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a
conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías
esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
La comunión o unidad entre los hermanos es la consecuencia lógica de
seguir a Jesús. Cuando uno descubre el amor que Dios le tiene, y el
horizonte de bienaventuranza al que está llamado, se da cuenta de que el
otro no es un enemigo o un competidor sino un hermano. Se da cuenta de
que no estamos hechos para vivir solos, alejados de los demás, como si
fueran nuestros contrincantes. Es el gran descubrimiento: cuando uno
conoce que Dios es como un Padre, se da cuenta de que tiene hermanos. La
filiación (ser hijos) nos lleva a la fraternidad (ser hermanos).
La fraternidad es seductora y atractiva hoy para tantos hombres y
mujeres que anhelan un hogar, un mundo más cálido y humano en el que
sentirse familia. Que el Señor nos conceda hoy la gracia de avanzar un
poquito más en ese camino de hacernos un poco más hijos y más hermanos.
Oh Padre de nuestro Señor Jesucristo
y Padre también de todos:
Creemos en ti y sabemos que tú amaste a Jesús
con un amor profundo, confiado y eterno.
Que el Espíritu Santo derrame este amor
en los corazones de todos los que creemos en Jesús,
nuestro Pastor y Salvador.
Que este amor nos una en un lazo común
de comprensión y respeto mutuo
y nos disponga a vivir los unos para los otros
y a servirnos mutuamente como hermanos,
a causa de Jesucristo nuestro Señor.
y Padre también de todos:
Creemos en ti y sabemos que tú amaste a Jesús
con un amor profundo, confiado y eterno.
Que el Espíritu Santo derrame este amor
en los corazones de todos los que creemos en Jesús,
nuestro Pastor y Salvador.
Que este amor nos una en un lazo común
de comprensión y respeto mutuo
y nos disponga a vivir los unos para los otros
y a servirnos mutuamente como hermanos,
a causa de Jesucristo nuestro Señor.
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