lunes, 19 de septiembre de 2016
Lc 8, 16-19 Para que los que entren puedan ver la luz
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener"
El Evangelio habla nos de la luz. Los dos elementos son indispensables en la vida cotidiana. Como cristianos, se nos invita a cada uno a convertirnos en la luz que ilumina al mundo. Esta luz no son otra cosa que las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo.
Nos parece que muchos cristianos experimentaron profundamente estas palabras de Jesús: "Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz.” En efecto, él se encontró en estas palabras a la vez, un llamado y una ordenación. los cristianos respondemos a la invitación del Evangelio no sólo por la oración, sino también con sus obras, dirigiéndose a los nocreyentes para predicarles y conducirlos a la verdad de Cristo. Además, también ha encontrado en la vocación del anuncio del Evangelio la motivación que lo llevó a tomar la decisión de fundar la Orden de Predicadores. Es por ello que entendemos que el lema "Domingo - La antorcha encendida" simboliza a la vez su ardor por el Evangelio y el compromiso por la salvación de las almas gracias a la luz de la palabra de Cristo.
Esta es la razón por la que podemos decir que la vida del cristiano se puede resumir en estas palabras: la predicación del Evangelio en vista a la salvación de los demás. En otras palabras, es "hablar de Dios y con Dios". Sí, estos son los dos ejes, según parece, que nos permiten esbozar su retrato: Hablando de Dios a los demás, es para él evangelizar, y el hablar con Dios, es la oración. Estos dos ejes, actio y comtemplatio se combinaron armoniosamente en su vida hasta el punto que se han convertido para muchos cristianos en una condición necesaria: contemplar y compartir con los demás lo que se ha contemplado.
“¡Vayan! De todas las naciones hagan discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Señor Jesús, nos sentimos honrados de estar asociados al ministerio de proclamar tu Buena Nueva al mundo. Nosotros hemos comenzado y no cesamos de ejercer constantemente este ministerio que nos has confiado. Ayúdanos a ser fieles a su cumplimiento conforme a tu voluntad. Aumenta en nosotros el fervor y el amor de discípulos que no tienen otra preocupación que la de la evangelización. Renueva nuestras vidas en perfecta armonía con tu voluntad, a fin de que tu Palabra que proclamamos, y nuestras vidas, no sean dos sino una sola, dando testimonio de tu presencia en este mundo de hoy. Amén.
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