-«Decid a Ezequias, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en ' manos del rey de Asiría. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asíría a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"»
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo.Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.» Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: -«Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiría. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: 'Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiría:No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad -oráculo del Señor-. Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo. » Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiría, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.
Tras la muerte del rey Salomón se divide el reino en dos: Judá e Israel. Los libros de los Reyes hacen una lectura de fe de esta convulsa época hasta el destierro de Babilonia (587 a.C.) El texto de hoy se sitúa en el reino de Judá, en tiempos del rey Ezequías y el profeta Isaías. El tono con que se habla de los reyes es normalmente negativo por su comportamiento corrupto e idolátrico, alejado de la Ley de Moisés y los Profetas. Pero Ezequías es un rey fiel a Dios, y es protegido y bendecido por Él. “Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla”.
Hoy celebramos también la memoria de San Luis Gonzaga, un joven heredero de familia noble, del siglo XVI, que renunció a sus derechos como primogénito para ingresar en la Compañía de Jesús. Otro hombre fiel a Dios, que encontró su felicidad y bendición en la entrega de su vida. Sus biógrafos recogen esta frase que dijo a su hermano cuando le cedía sus derechos: “¿Quién de los dos es más feliz? Ciertamente, yo”.
Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Grande es el Señor
y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo,
altura hermosa,
alegría de toda la tierra.
El monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. .
Oh Dios,meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre,oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia.
y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo,
altura hermosa,
alegría de toda la tierra.
El monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. .
Oh Dios,meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre,oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia.
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