En aquellos días, Elías, el tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: «¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo! En estos años no caerá rocío ni lluvia si yo no lo mando.» Luego el Señor le dirigió la palabra: «Vete de aquí hacia el oriente y escóndete junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Bebe del torrente y yo mandaré a los cuervos que te lleven allí la comida.» Elías hizo lo que le mandó el Señor, y fue a vivir junto al torrente Carit, que queda cerca del Jordán. Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y bebía del torrente.
Esta lectura del libro primero de los Reyes inicia lo que se conoce como el ciclo de Elías (1 Re 17 - 2Re 1) compuesto de relatos que en un principio circulaban por separado, pero que forman un conjunto bien trabado, con un hilo conductor que sigue los viajes del profeta, a Transjordania primero, después al norte más allá de los límites de Israel, luego de retorno al territorio israelita, más tarde al sur, fuera también de las fronteras, hasta su regreso a Transjordania, cerrando así el círculo narrativo. Estos relatos trazan un cuadro de la vida del profeta sobre el fondo de un encarnizado enfrentamiento entre yahvismo y baalismo. Pues bien, este itinerario del profeta Elías nos lleva, en este año de Jubileo, donde la peregrinación es elemento característico, a contemplar nuestro alrededor.
Cuando leemos este fragmento del libro de los Reyes saltan los elementos de la sequía -«no habrá en estos años ni rocío ni lluvia»- y la hambruna -«que los cuervos te suministren alimento»-. Estos elementos nos llaman a estar atentos pues para sofocar la sed, además de beber agua -torrente de Querti-, está la palabra del profeta, altavoz de Dios, que casi nos recuerda a las palabras de Jesús: «El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). ¿Dónde está la palabra de Dios en nuestro entorno? ¿Dónde están y quiénes son los verdaderos profetas? Por otro lado, ¡qué tipo de comida ha de llevar un cuervo! Esta ave se la relaciona con malos augurios, oscuridad, rechazo… pero, sin embargo, la expresión «venir el cuervo», curiosamente, significa recibir socorro. Luego, ¿de dónde nos vendrá el auxilio? El auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Dios sale a nuestro auxilio, incluso cuando no escuchamos su palabra, a través de la propia naturaleza: torrente, que sofoca la sed, y cuervos, que sacian el hambre. La creación nos habla de Dios porque en ella también profetiza Dios.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
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