miércoles, 22 de junio de 2016

Mateo 7,21-29:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas. 


 Hablar de edificar en tiempos de crisis es tarea aventurada y para pocos, y esto tanto en lo material (sólo los que tienen mucho dinero pueden hacerlo) como en lo espiritual. Sin embargo es justamente en la pobreza del espíritu, es decir, en el abandono en Dios, donde se encuentra uno con lo verdaderamente sólido: Jesucristo, “el amigo que nunca falla”, y con nuestra propia realidad que está más allá de nuestros defectos y hasta de nuestros pecados, que es ser sus imágenes y semejanzas suyas, llamadas a ser ¡hijos de Dios!... Hacer de la amistad con Él el fundamento de nuestra vida, de nuestras relaciones con los demás, de nuestras decisiones, es lo que nos da la firmeza de la Roca. Es en el ámbito de esa amistad donde vamos descubriendo, sin asustarnos, lo que realmente somos y lo que estamos llamados a ser.


Vendrán vendavales, tormentas, cruces, pobrezas las llamaba en el comentario a la primera lectura, pero si trabajo por morar donde Él mora en mí o, si ya moro con Él en el hondón del alma, nada de esto podrá quebrarme.
Ser amigo de Él es fruto de estar con Él, de escucharle, de contarle mis cosas y oír lo que me sugiere en su Palabra, en los hechos. Ser amigo de Él supone intentar día tras día poner en práctica lo que su Espíritu suscita en mi corazón.
¿Hago amistad con Cristo? ¿Es la roca firme de mi vida?




Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera?
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.




Mateo 7, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis. 


 La mayoría de los seguidores de Jesús no somos ángeles ni “falsos profetas”; sólo personas, normalmente buenas, aunque, como humanas, a veces nos equivoquemos. Buscamos un corazón limpio, para que lo que decimos, lo que hacemos, lo que pensamos y hasta lo que soñamos sea igualmente claro. Aunque no lo consigamos, intentamos ser transparentes: sin necesidad de aparentar nada. Buscamos ser lo mismo por dentro y por fuera, en nuestras manifestaciones. Y eso que se transparenta, según San Pablo, son frutos del Espíritu: "amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de uno mismo" (Gál 5,19-26).


No tengamos miedo. En cuanto seguidores de Jesús e hijos de la Verdad, tendremos siempre la fuerza prometida del Espíritu para no equivocarnos y para que no se equivoquen con nosotros. Se nota enseguida quién se busca a sí mismo y aquel que sólo intenta vivir el misterio para poder señalar el camino a los nuevos “Nicodemos”. Como “profetas verdaderos”, lo nuestro es el respeto, la armonía, la cercanía y la bondad.
Si “por los frutos los conoceréis”, ¿qué clase de árbol diría yo que soy?
¿Estarán los demás de acuerdo con la identidad que creo tener?








Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes.

Muéstrame, Señor,
el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente. .

Enséñame a cumplir tu voluntad y
a guardarla de todo corazón. .

Guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo. .

Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés. .

Aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra..

Mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia. 
 
,

martes, 21 de junio de 2016

segundo libro de los Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle:
-«Decid a Ezequias, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en ' manos del rey de Asiría. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asíría a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"»
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo.Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.» Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: -«Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiría. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: 'Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiría:No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad -oráculo del Señor-. Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo. » Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiría, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí. 



Tras la muerte del rey Salomón se divide el reino en dos: Judá e Israel. Los libros de los Reyes hacen una lectura de fe de esta convulsa época hasta el destierro de Babilonia (587 a.C.) El texto de hoy se sitúa en el reino de Judá, en tiempos del rey Ezequías y el profeta Isaías. El tono con que se habla de los reyes es normalmente negativo por su comportamiento corrupto e idolátrico, alejado de la Ley de Moisés y los Profetas. Pero Ezequías es un rey fiel a Dios, y es protegido y bendecido por Él. “Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla”.
Hoy celebramos también la memoria de San Luis Gonzaga, un joven heredero de familia noble, del siglo XVI, que renunció a sus derechos como primogénito para ingresar en la Compañía de Jesús. Otro hombre fiel a Dios, que encontró su felicidad y bendición en la entrega de su vida. Sus biógrafos recogen esta frase que dijo a su hermano cuando le cedía sus derechos: “¿Quién de los dos es más feliz? Ciertamente, yo”.




Dios ha fundado su ciudad para siempre.

Grande es el Señor
y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo,
altura hermosa,
alegría de toda la tierra.
El monte Sión,
vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. .

Oh Dios,meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre,oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. 

domingo, 19 de junio de 2016

segundo libro de los Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18

En aquellos días, Salmanasar, rey de Asiría, invadió el país y asedió a Samaria durante tres años. El año noveno de Oseas, el rey de Asiría conquistó Samaria, deportó a los israelitas a Asiría y los instaló en Jalaj, junto al Jabor, río de Gozán, y en las poblaciones de Media. Eso sucedió porque, sirviendo a otros dioses, los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, que los habla sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto; procedieron según las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante ellos y que introdujeron los reyes nombrados por ellos mismos. El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas y videntes: -«Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.» Pero no hicieron caso, sino que se pusieron tercos, como sus padres, que no confiaron en el Señor, su Dios. Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.

 El relato que nos narra esta lectura de la 2ª de Reyes está inspirado en la dispersión de las tribus de Israel desde Samaria a Asiria. El cronista nos cuenta cómo el rey asirio Salmansar, burlado por el rey Oseas, dispone el exilio y cautiverio de las tribus de Israel en Samaria hacia las tierras asirias. La causa de esta dispersión es la obstinación y el endurecimiento del pueblo frente a los mandatos de Dios. El pueblo de Israel se había olvidado del Dios misericordioso, que los sacó de la esclavitud de Egipto y les dio una heredad para siempre. Ni atendían a Yahvé, ni escuchaban a los diversos profetas del Señor. La incredulidad del Pueblo le hizo culpable del desamparo de Yahvé.

 El cronista interpreta la historia de Israel. El pueblo se olvidó de Dios y Dios dejó de su mano a su Pueblo. Cuando no dejamos que Dios actúe en nuestra vida, en nuestra historia, quedamos a merced de los acontecimientos. Nos falta el cobijo, la ayuda, el sentido que Dios da para superar la adversidad. El Pueblo queda desamparado, perdido, disperso, desnortado. Sólo la referencia de Dios, el actuar en su presencia y con sus normas, guían al Pueblo hacia la tierra de promisión. Volver a los mandatos del Señor significa recuperar el sentido y plenitud que el amor de Dios representa para orientar nuestra vida y nuestra propia historia.

Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.

Oh Dios, nos rechazaste
y rompiste nuestras filas;
estabas airado,
pero restáuranos.

Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo.

Tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas.
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos. 
 
 

viernes, 17 de junio de 2016

Mateo 6, 19-23





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! » 






 Una vez más Jesús toca el tema del dinero. Porque sabe que el dinero tiene un gran poder de atracción sobre el hombre y su mal uso produce en él estragos devastadores. Ahí tenemos los muchos casos de corrupción económica que cada día nos sirve la prensa. Cuántas personas han destruido sus vidas por el afán del dinero. Por eso, hoy Jesús nos pide que no tengamos como ideal de nuestra vida acumular tesoros en la tierra, porque nunca el dinero nos puede dar la felicidad que todos anhelamos, además de que los ladrones los pueden robar. Nos pide que amontonemos tesoros en el cielo, es decir, que amontonemos amor en nuestro corazón, porque la única “moneda” que va a circular en el cielo es el amor, y es también la única “moneda” que en la tierra nos puede proporcionar la alegría y el gozo de vivir.





 No es de extrañar que Jesús nos recuerde que “donde está tu tesoro allí está tu corazón” y que ese tesoro sea el amor. En múltiples ocasiones, nos pide que amemos a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. El amor es el gran tesoro que hace al hombre más humano, más divino, más feliz.




El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: «A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.» 

«Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.» 


Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: «Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré porque la deseo.» 


«Haré germinar el vigor de David, enciendo una lámpara para mi Ungido. A sus enemigos los vestiré de ignominia, sobre él brillará mi diadema.»  



jueves, 16 de junio de 2016

Eclesiástico 48, 1-15





Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria? Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del Señor; hiciste bajar reyes a la tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes vengadores y nombraste un profeta como sucesor. Escuchaste en Sinal amenazas y sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo. Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel. Dichoso quien te vea antes de morir, y más dichoso tú que vives. Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios, con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte obras asombrosas. 

 Elías: Fue ardiente profeta:

• “Su palabra quemaba como antorcha”.
• “Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.”
• “Aplacó la ira antes de que estallara”.
• “Hizo volver el corazón de los padres hacia los hijos y restableció las tribus de Jacob”.
• “Nadie pudo someter su espíritu.”
Durante toda su vida Elías vivió con la libertad de los Hijos de Dios, para hacer siempre y en todo lo que Dios le pedía, siéndole siempre fiel, sin dejar penetrar en él el miedo paralizante. ¡Cuánto amaba Elías a Yahvé!, lo demostró luchando contra corriente, denunciando la impiedad de los reyes y defendiendo el honor de Yahvé ante los falsos profetas.
Dios hizo subir junto a si a Elías y lo erigió en “reserva de mesianismo” al final de los tiempos, había de volver para preparar la visita de Yahvé.
 Que nosotros, como Elías, seamos signo de la venida de Dios al mundo.



Eliseo:
Fue elegido por Dios para transmitir su mensaje sin temor a la condenación, al juicio del rey o al rechazo del pueblo, advirtiéndoles que debían dejar la vida de pecado. Con ello daba continuidad a la obra que Elías había comenzado, siguiendo enseñando al pueblo los caminos de Dios.
La vida de Eliseo, profeta santo de Dios, sus virtudes morales y espirituales, su visión, su fe y acción, son dignas de atesorar y aplicar a nuestras vidas.
Sus milagros tenían como fin manifestar su autoridad de profeta y de presentar al pueblo el Dios viviente.
Que los profetas Elías y Eliseo nos ayuden a superar la mediocridad, en la que podemos estar anclados, para, pareciéndonos un poquito a ellos, dar gloria a Dios con nuestra vida.


Alegraos, justos, con el Señor.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.


 Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.


 Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. 


 Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses. 



 

miércoles, 15 de junio de 2016

Segundo libro de los Reyes 2. 1. 6-14






Cuando el Señor iba a arrebatar a Ellas al cielo en el torbellino, Ellas y Elíseo se marcharon de Guilgal. Llegaron a Jericó, y Ellas dijo a Elíseo: -«Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán. » Eliseo respondió: -«¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.» Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Ellas cogió su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y as! pasaron ambos a pie enjuto. Mientras pasaban el río, dijo Elías a Elíseo: -«Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado.» Eliseo pidió: -«Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu.» Elías comentó: -« ¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás.» Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba:
-«¡ Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel! » Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: -«¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?» Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó. 


 Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Eliseo se marcharon de Guilgal. Llegaron a Jericó, y Elías dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor sólo me envía hasta el Jordán." Eliseo respondió: "¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré." Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías tomó su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a pie enjuto. Mientras pasaban el río, dijo Elías a Eliseo: "Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado." Eliseo pidió: "Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu." Elías comentó: "¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás."


  Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: "¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!" Y ya no lo vio más. Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y tomando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: "¿Dónde está el Dios de Elías? ¿dónde?" Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y ¡Eliseo cruzó. (2 Re 2, 1.6-14)





. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.

Qué bondad tan grande,
Señor,reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos.

 En el asilo de tu presencia
os escondes de las conjuras humanas;
os ocultas de tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. .
Amad al Señor,
fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. 



martes, 14 de junio de 2016

Mateo 5, 43-48





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.» 








El evangelio nos sitúa hoy ante estas pocas frases de Jesús que vienen a poner directamente el dedo en la llaga. Es precioso decir y creer de corazón que Dios es AMOR. Y precisamente por ser Amor, “hace salir su sol sobre buenos y malos”. Del mismo modo actúa Jesús, no sólo con sus palabras, sino con toda su vida: atiende las necesidades de las personas y perdona en toda situación a quienes se sitúan como sus enemigos. Con un perdón que incluye el amor compasivo.
El ser humano tiene una capacidad inmensa de entrega, y todos tenemos mil motivos de admiración y agradecimiento por el don desinteresado de tantos hombres y mujeres en favor de los más débiles… Sin embargo, también forma parte de nuestra condición humana esa dificultad para amar a los enemigos. Los cercanos y los lejanos. Quienes hacen difícil nuestra vida personal y aquellos que sentimos que están haciendo un gran daño a la humanidad en lugares y situaciones tan diversas…








 Por eso Jesús nos dice que “seamos perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Bien sabemos todos que no podemos ser perfectos como Dios. ¿Qué nos dice entonces Jesús? Me aventuro a balbucear que nos pide que seamos aquello que estamos llamados a ser. Que nos atrevamos a poner en juego toda nuestra capacidad, nuestras posibilidades… y descubriremos que Dios ha puesto en nosotros también el potencial para amar a los “enemigos”. Quizá nos pueda ayudar en este camino algo que no es tan difícil de realizar, aunque a veces pueda resultar costoso: orar por los “enemigos” lejanos y cercanos.



Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío,
por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti,contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Líbrame de la sangre,
oh Dios, Dios,
Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. 




lunes, 13 de junio de 2016

Reyes 21, 1-16 Reyes 21, 1-16

Por aquel tiempo, Nabot, el de Yezrael, tenia una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaria. Ajab le propuso: -«Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero.»
Nabot respondió: -«¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!» Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de: «No te cederé la heredad de mis padres. »
Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento.
Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo:
-«¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?» Él contestó: -«Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: "Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra." Y me dice: "No te doy mi viña." »
Entonces Jezabel dijo: -«¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!» Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. Las cartas decían: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. Sentad en frente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey." Lo sacáis afuera y lo apedreáis hasta que muera. » Los paisanos de Nabot, los ancianos y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que hablan recibido. Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente: -«Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió. Entonces informaron a Jezabel: -«Nabot ha muerto apedreado.» En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab: -«Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto.» En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael.
Por aquel tiempo, Nabot, el de Yezrael, tenia una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaria. Ajab le propuso: -«Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero.»
Nabot respondió: -«¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!» Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de: «No te cederé la heredad de mis padres. »
Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento.
Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo:
-«¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?» Él contestó: -«Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: "Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra." Y me dice: "No te doy mi viña." »
Entonces Jezabel dijo: -«¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!» Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. Las cartas decían: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. Sentad en frente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey." Lo sacáis afuera y lo apedreáis hasta que muera. » Los paisanos de Nabot, los ancianos y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que hablan recibido. Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente: -«Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió. Entonces informaron a Jezabel: -«Nabot ha muerto apedreado.» En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab: -«Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto.» En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael.
Por aquel tiempo, Nabot, el de Yezrael, tenia una viña pegando al palacio de Ajab, rey de Samaria. Ajab le propuso: -«Dame la viña para hacerme yo una huerta, porque está al lado, pegando a mi casa; yo te daré en cambio una viña mejor o, si prefieres, te pago en dinero.»
Nabot respondió: -«¡Dios me libre de cederte la heredad de mis padres!» Ajab marchó a casa malhumorado y enfurecido por la respuesta de Nabot, el de Yezrael, aquello de: «No te cederé la heredad de mis padres. »
Se tumbó en la cama, volvió la cara y no quiso probar alimento.
Su esposa Jezabel se le acercó y le dijo:
-«¿Por qué estás de mal humor y no quieres probar alimento?» Él contestó: -«Es que hablé a Nabot, el de Yezrael, y le propuse: "Véndeme la viña o, si prefieres, te la cambio por otra." Y me dice: "No te doy mi viña." »
Entonces Jezabel dijo: -«¿Y eres tú el que manda en Israel? ¡Arriba! A comer, que te sentará bien. ¡Yo te daré la viña de Nabot, el de Yezrael!» Escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot. Las cartas decían: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot en primera fila. Sentad en frente a dos canallas que declaren contra él: "Has maldecido a Dios y al rey." Lo sacáis afuera y lo apedreáis hasta que muera. » Los paisanos de Nabot, los ancianos y notables que vivían en la ciudad, hicieron tal como les decía Jezabel, según estaba escrito en las cartas que hablan recibido. Proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot en primera fila; llegaron dos canallas, se le sentaron enfrente y testificaron contra Nabot públicamente: -«Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió. Entonces informaron a Jezabel: -«Nabot ha muerto apedreado.» En cuanto oyó Jezabel que Nabot había muerto apedreado, dijo a Ajab: -«Hala, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, que no quiso vendértela. Nabot ya no vive, ha muerto.» En cuanto oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael. 


 El patrimonio de bienes raíces ligaba al israelita con su clan y fundamentaba su derecho de ciudadanía; además este rincón de tierra contenía con frecuencia la tumba de los antepasados. Nabot quería conservar su tierra para entregarla a sus descendientes. Y Ajab lo sabía, pero no estaba acostumbrado a que nadie cuestionase su poder. Tampoco su esposa Jezabel estaba dispuesta a ello y trama todo un plan que culmina con la muerte de Nabot. Así Ajab se queda impunemente con la viña de Nabot.

 Padre Misericordioso, te damos gracias por tu modo de Amar a todos.¡ Enséñanos a amar! ¡Ayúdanos a tener los mismos gestos y sentimientos de Jesús!. Ayúdanos a vivir “desarmados” , a dejar de lado nuestras “justas” violencias para defendernos de lo que nos daña. Ayúdanos a construir tu Reino como Jesús lo hizo en medio de su pueblo. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo y nuestro Hermano, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.


Atiende a mis gemidos, Señor. 

Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío. 

 Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario
y traicionero lo aborrece el Señor.  



jueves, 9 de junio de 2016

Mateo (5,27-32):






En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.» 




 Muy posiblemente nos ha pasado a todos nosotros que cuando leímos por primera vez este pasaje intermedio del evangelio de hoy, pensamos que Jesús exageraba. ¿Cómo va a pedirnos que nos arranquemos un ojo y nos cortemos la mano? El secreto de las palabras de Jesús está en haber descubierto nuestro tesoro, el que nos hace felices, el que nos señala el camino para disfrutar de la vida, por el que se puede vender todo para comprarlo.




 Y sabemos que ese tesoro es Jesús, su evangelio. Si hay algo, aunque sea mi ojo, mi mano, mi pie que no me deja disfrutar de mi tesoro… tendré que rechazarlo y seguir disfrutando de mi tesoro y de la felicidad, la alegría, el sentido, la ilusión, la esperanza que me proporciona.




Tu rostro buscaré, Señor

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor.