martes, 22 de diciembre de 2015

Samuel 1,24-28:


En aquellos días, cuando Ana hubo destetado a Samuel, subió con él al templo del Señor, de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino. El niño era aun muy pequeño.Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí, diciendo: «Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.» Después se postraron ante el Señor.


El texto del Primer Libro de Samuel nos relata la presentación de Samuel en el templo del Señor, cumpliendo con lo establecido en la ley, una presentación llena de gratitud por Parte de Ana, su madre, porque el Señor escuchó lo que ella le pidió.
Tenemos tanto que agradecer a Dios, Él siempre escucha nuestras súplicas, otra cosa es que nosotros seamos capaces de hacerlas, que lo que le pidamos sea realmente lo que nos conviene, que sepamos pedírselo, muchas veces creemos que nos lo merecemos sin más y no lo pedimos sino que lo exigimos.
Qué bueno es saber comenzar el día dando gracias y poniéndolo en manos de quien nos cuida en cada instante, a la vez que es bueno descubrir al final del día todo lo que hemos recibido y saber agradecerlo, incluso aquello que se nos ha ocultado y ser capaces de agradecerlo también.



La tentación vencida es, en cierto modo, el anillo con el que el Señor desposa consigo el corazón de su servidor.
(San Francisco de Asis)



Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. 



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