En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»
La condición humana conlleva un peaje que no siempre admitimos con gusto: todo es efímero, tiene su fecha de caducidad, incluso lo que construimos con todo el fervor religioso. Pero una cosa es afirmar esta evidencia como criaturas y otra pensar que todo hecho histórico que exprese la maldad y límites de nuestra condición humana –guerras y enfrentamientos sin cuento, oleadas humanas desplazadas...- son síntomas evidentes de que se acerca inexorable el fin de nuestro mundo. Parece inevitable sentir así. Pero es mejor que lo tomemos como una perentoria llamada a la conversión que nos lleve a dejar más espacio al Dios de Jesús en nuestras vidas, a ser más sensibles al sufrir que sin cuenta prolifera a nuestro alrededor y decidamos confiar en el amor de nuestro Padre Dios que Él sí que tiene fuerza sobrada para cambiar nuestro mundo con nuestra ayuda. ¿Mensajes apocalípticos preñados de miedo y desnudos de esperanza ante cualquier desgracia de nuestra condición? Por desgracia nunca faltan en la viña del Señor; pero el seguidor del Maestro sabe por experiencia creyente que nuestro Padre no sabe soltarnos de su cariñosa mano y es ahí, y desde ahí, donde ponemos al día la redentora salud de nuestra condición cristiana.
Guardaos de la curiosidad sutil del espíritu que quiere secretamente comprender lo que sucede en el reino interior del alma. ( San Pablo de la Cruz )
Daniel 3,57.58.59.60.61
Ensalzadlo con himnos por los siglos
Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor.
Ángeles del Señor,
bendecid al Señor.
Cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio,
bendecid al Señor.
Ejércitos del Señor,
bendecid al Señor.





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