viernes, 13 de noviembre de 2015

Lucas 17,26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»


Jesús está hablando a sus discípulos, y también hoy nos habla a nosotros, del día de la manifestación del Hijo del Hombre. Jesús no pretende asustarnos, sino que nos llama a conversión. Nos anima a no dejarnos dominar por las cosas terrenas, sino a vivirlas con la mirada puesta en el Cielo, pues esta vida terrenal es provisional, nuestra meta y nuestra esperanza es el Cielo.
El Señor nos invita a despertar nuestras conciencias dormidas y acomodadas, y a que cambiemos nuestras actitudes ajustándolas a la voluntad de Dios. Tenemos que vivir como si cada día fuera el día del juicio, siempre dispuestos a dar cuentas de nuestra vida a Dios, pues no sabemos ni el día ni la hora en que llegará el Señor.
Procuremos estar preparados y vivir en constante conversión, para que no nos pase cómo les pasó a los contemporáneos de Noé y de Lot, que vivían mundanamente, centrados en sí mismos sin tener presente a Dios, y las consecuencias fueron nefastas. Y es que cuando nos olvidamos de Dios y vivimos como si Él no existiera nuestra vida es un caos.
¡Cuánta gente vive hoy como en los tiempos de Noé y Lot! De una manera materialista, pues los hombres siguen ocupados en los grandes afanes de la vida: dinero, diversión, sexo, modas, comida, etc… Pero los que tenemos puesta nuestra fe en Cristo sabemos que la felicidad no está en vivir para nosotros mismos sino que estamos llamados a dar la vida por los demás.
Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra. Estemos vigilantes y acojamos la gracia que Dios nos da cada día para nuestra conversión, así podremos estar entre "los que se llevarán".






 Si tenemos nuestro corazón levantado a Dios, Él nos hará saltar sobre las montañas para que no desechemos de nuestro corazón sus santas y divinas inspiraciones.(San Pablo de la Cruz)




Salmo  18,2-3.4-5

. El cielo proclama la gloria de Dios

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje. 


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