lunes, 30 de noviembre de 2015

Mateo 4, 18-22



En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.




El Evangelio de San Mateo nos describe la vocación de los primeros discípulos. Y lo hace inmediatamente después que, con las mismas palabras de Juan el Bautista, Jesús proclame la llegada del Reino y la necesidad de Conversión. Ante esta invitación de Jesús, que es una llamada a una conversión radical de vida, las dos parejas de hermanos pescadores responden con total disponibilidad, dejando sus rutinas y hasta su familia.
La actitud de estos discípulos es todo un paradigma de lo que debe ser un cristiano realmente comprometido con el Evangelio del Reino. Jesús invita a cada uno a vivir en plenitud, a no conformarse con la rutina de la pesca, sino a compartir la aventura apasionante de otra pesca, la de anunciar a los hombres esa otra vida que han encontrado con Él.
En la festividad del apóstol San Andrés, uno de los cuatro primeros discípulos, experimentemos la alegría de dejar en la orilla nuestro «hombre viejo» y seguir la vocación de Jesús.
¿Cuáles son las rutinas que tendríamos que dejar en la orilla para seguir a Jesús?
¿Somos conscientes de nuestra vocación cristiana?
¿A qué «caladeros» nos llevaría la llamada del Señor?


Es necesario dejar de decir, y estar mudo, ciego, sordo, es decir, padecer y callar, gozando de ser despreciado y tenido en nada. ( San Pablo de la Cruz )



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Salmo 18, 2-3. 4-5 

A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. .

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. 


viernes, 27 de noviembre de 2015

Daniel 7,2-14


yo, Daniel, tuve una visión nocturna: los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana. La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes.
Le dijeron: «¡Arriba! Come carne en abundancia.»
Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder. Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias. Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.




Con lenguaje apocalíptico, al que no estamos muy acostumbrados, Daniel nos presenta la sucesión de cuatro reinos. Este sueño de Daniel se corresponde con el del Rey Nabucodonosor de la estatua que se derrumba. Los materiales de que está hecha la estatua y las fieras que al final pierden su poder, son los reinos que sucumben ante el reino y poder del Hijo del hombre.
Aún envuelto en lenguaje apocalíptico, que a nosotros nos parece de ciencia ficción, es este un mensaje de esperanza. La historia no se conduce por el azar o las fuerzas de los poderosos de este mundo. Detrás de todos los acontecimientos está el proyecto de amor de Dios para con cada uno de los que habitamos esta tierra. ¿Por qué temer?


 Sed fidelísimos a Dios, desprendidos de todo, aún de las conferencias espirituales, que deben ser breves. ( San Pablo de la Cruz )



Dn 3,75.76.77.78.79.80.81  

Ensalzadlo con himnos por los siglos

Montes y cumbres,
bendecid al Señor.

Cuanto germina en la tierra,
bendiga al Señor.

Manantiales,
bendecid al Señor.

Mares y ríos,
bendecid al Señor.

Cetáceos y peces,
bendecid al Señor.

Aves del cielo,
bendecid al Señor.

Fieras y ganados,
bendecid al Señor. 


jueves, 26 de noviembre de 2015

Lucas 21, 20-28



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.


Al leer el texto del evangelio de hoy nos puede remover porque refiere a castigo, venganza, amenazas. Pero no olvidemos que se trata de un género literario apocalíptico, la conjugación verbal que utiliza es en futuro (“estén ... habrá ... caerán ... será … ”) y recurre a imagenes y visiones para describir, en este caso, la caída de Jerusalén.
Jerusalén ha sido la ciudad simbolo de la alianza de Dios con su pueblo, donde el templo era lugar de la presencia de Dios. Sin embargo, es en Jerusalén donde Jesús y su buena noticia han sido rechazados. Lucas nos viene a decir que aunque parezca que llega el fin por la destrucción de esta cosmovisión no todo está destruido. Aunque determinadas mediaciones humanas desaparezcan y parezca desde fuera que todo está perdido hay una certeza, “cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza porque se acerca su liberación”.
Ante ciertas experiencias vitales y sociales donde surgen las sensaciones de decepción, impotencia y abondono y las fuerzas psiquicas y físicas se perciben disminuidas parece que humanamente no se puede más y sólo queda esperarlo todo de aquel en quien se confía. Como dice el salmo 26 “Espera en el señor, sé fuerte; ten ánimo”. Se despunta una manera nueva de vivir, de autocomprendernos y de vivirnos en Dios que habita en cada persona. “Voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” Is 43,19.

 

Dejad reposar vuestra alma en Dios con una dulce atención amorosa, en un sagrado silencio de fe y de amor.( San Pablo de la Cruz)





Daniel 3,68.69.70.71.72.73.74 

Ensalzadlo con himnos por los siglos



Rocíos y nevadas,
bendecid al Señor. 

Témpanos y hielos,
bendecid al Señor. 

Escarchas y nieves,
bendecid al Señor. 

Noche y día,
bendecid al Señor. 

Luz y tinieblas,
bendecid al Señor. 

Rayos y nubes,
bendecid al Señor. 



miércoles, 25 de noviembre de 2015

Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28

  


En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Apurando el vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera. De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoco del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía cómo escribían los dedos. Entonces su rostro palideció, la mente se le turbó, le faltaron las fuerzas, las rodillas le entrechocaban.
Trajeron a Daniel ante el rey, y éste le preguntó: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey, mi padre? Me han dicho que posees espíritu de profecía, inteligencia, prudencia y un saber extraordinario. Me han dicho que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y explicarme su sentido, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino.»
Entonces Daniel habló así al rey: «Quédate con tus dones y da a otro tus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le explicaré su sentido. Te has rebelado contra el Señor del cielo, has hecho traer los vasos de su templo, para brindar con ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y concubinas. Habéis alabado a dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera, que ni ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de vuestra vida y vuestras empresas no lo has honrado. Por eso Dios ha enviado esa mano para escribir ese texto. Lo que está escrito es: "Contado, Pesado, Dividido." La interpretación es ésta: "Contado": Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el límite; "Pesado": te ha pesado en la balanza y te falta peso; "Dividido": tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas.»





Con este relato de Daniel vemos cómo el poder mundano es totalmente temporal. Nos aferramos al dinero, al poder, a decidir sobre los demás, nos creemos poseedores de la verdad absoluta, pero todo eso, desaparece en un abrir y cerrar de ojos.
Nos afanamos en acumular de todo con el fin de creernos poseedores del mundo y no nos importa pisotear a los que tenemos alrededor con tal de conseguir nuestro empeño, sin tener en cuenta el daño que podemos causar. Y todo eso, ¿para qué? Con los avatares de la economía, en este mundo cambiante, se nos puede ir todo «al garete» en unas jornadas de crisis bursátil, sino estamos expuestos a sufrir cualquier percance grave de salud; y nada de lo que hemos acumulado nos lo vamos a llevar.
Dios nos enseña a ser caritativos, a compartir, a respetar a nuestro prójimo, a intentar a ayudar a los que más lo necesitan, si además nos vemos favorecidos por una posición desahogada.
«Respeto a Dios y a los demás» debe ser nuestra divisa en nuestro paso por este mundo. Pensar que nuestra vida es finita y que debemos bendecir al Señor, como lo hicieron los tres jóvenes que fueron arrojados al horno, y desde su interior, a una sola voz, decían: «criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, aclamadlo con himnos por los siglos.»


 Si quieres estar seguro, entra en la divina soledad por la puerta que es Jesucristo y su Pasión santísima.( San Pablo de la Cruz )



Daniel 3,62.63.64.65.66.67 

 Ensalzadlo con himnos por los siglos

Sol y luna,
bendecid al Señor.

Astros del cielo,
bendecid al Señor.

Lluvia y rocío,
bendecid al Señor.

Vientos todos,
bendecid al Señor.

Fuego y calor,
bendecid al Señor.

Fríos y heladas,
bendecid al Señor. 


martes, 24 de noviembre de 2015

Lucas 21,5-11



En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero al final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»



La condición humana conlleva un peaje que no siempre admitimos con gusto: todo es efímero, tiene su fecha de caducidad, incluso lo que construimos con todo el fervor religioso. Pero una cosa es afirmar esta evidencia como criaturas y otra pensar que todo hecho histórico que exprese la maldad y límites de nuestra condición humana –guerras y enfrentamientos sin cuento, oleadas humanas desplazadas...- son síntomas evidentes de que se acerca inexorable el fin de nuestro mundo. Parece inevitable sentir así. Pero es mejor que lo tomemos como una perentoria llamada a la conversión que nos lleve a dejar más espacio al Dios de Jesús en nuestras vidas, a ser más sensibles al sufrir que sin cuenta prolifera a nuestro alrededor y decidamos confiar en el amor de nuestro Padre Dios que Él sí que tiene fuerza sobrada para cambiar nuestro mundo con nuestra ayuda. ¿Mensajes apocalípticos preñados de miedo y desnudos de esperanza ante cualquier desgracia de nuestra condición? Por desgracia nunca faltan en la viña del Señor; pero el seguidor del Maestro sabe por experiencia creyente que nuestro Padre no sabe soltarnos de su cariñosa mano y es ahí, y desde ahí, donde ponemos al día la redentora salud de nuestra condición cristiana. 



Guardaos de la curiosidad sutil del espíritu que quiere secretamente comprender lo que sucede en el reino interior del alma. ( San Pablo de la Cruz )



Daniel 3,57.58.59.60.61 

 Ensalzadlo con himnos por los siglos

Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor. 

Ángeles del Señor,
bendecid al Señor.

Cielos, bendecid al Señor. 

Aguas del espacio,
bendecid al Señor. 

Ejércitos del Señor,
bendecid al Señor. 





domingo, 22 de noviembre de 2015

Daniel 1, 1-6. 8-20



El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la asedió.
El Señor entregó en su poder a Joaquín de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo; se los llevó a Senaar, y el ajuar del templo lo metió en el tesoro del templo de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos israelitas de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes y aptos para servir en palacio, y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas.
Cada día el rey les pasaría una ración de comida y de vino de la mesa real.
Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales, pasarían a servir al rey.
Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Anamas, Misael y Azarías.
Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares y el vino de la mesa real, y pidió al jefe de eunucos que lo dispensase de esa contaminación. El jefe de eunucos, movido por Dios, se compadeció de Daniel y le dijo:
-«Tengo miedo al rey, mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; si os ve más flacos que vuestros compañeros, me juego la cabeza. »
Daniel dijo al guardia que el jefe de eunucos había designado para cuidarlo a él, a Ananías, a Misael y a Azarias:
-«Haz una prueba con nosotros durante diez días: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Compara después nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos luego según el resultado.»
Aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Al acabar, tenían mejor aspecto y estaban más gordos que los jóvenes que comían de la mesa real. Así que les retiró la ración de comida y de vino y les dio legumbres.
Dios les concedió a los cuatro un conocimiento profundo de todos los libros del saber. Daniel sabía además interpretar visiones y sueños.
Al cumplirse el plazo señalado por el rey, el jefe de eunucos se los presentó a Nabucodonosor. Después de conversar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y los tomó a su servicio.
Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, lo hacían diez veces mejor que todos los magos y adivinos de todo el reino.




La lectura quiere destacar la protección de Dios sobre aquellos que le permanecen fieles. Daniel, Ananías, Misael y Azarías, en medio de la corte del rey de Babilonia, Nabucodonosor, no renuncian a su fidelidad a Yahvé, y no prueban los alimentos para ellos prohibidos, según la legislación judía. Y a los cuatro, con la protección de Dios, les fue bien.
Pero tenemos que reconocer que no a todos que son fieles a Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se les asegura que les va a ir bien en esta tierra. Algunos, los mártires de todos los tiempos, lo pagan con la muerte. Empezando por el mismo Jesús. El cariño de su Padre Dios no impidió que los hombres, con su libertad, le clavaran injustamente en la cruz. Pero su Padre Dios permaneció siempre con él, también le acompañó en la cruz. Su protección y amor le llevó a resucitarle al tercer día. Tenemos que aprender bien esta lección. Dios, nuestro Padre, siempre permanece con nosotros en todos los momentos de nuestro existir, nunca nos deja solos, siempre nos protege, lo que no quiere decir que todo en esta tierra nos vaya a salir bien. En nuestra historia, la nuestra y la de los demás, entra también en juego la libertad, la nuestra y la de los hombres que nos rodean, que pude ir en contra de lo que Dios quiere. Pero el final de nuestra vida no acaba con nuestro paso por la tierra. Nuestro Padre Dios, así nos lo ha prometido, nos resucitará como a su Hijo Jesús, a la plenitud de la felicidad.



Las disposiciones más próximas para la santa oración son: gran abstracción de todo lo que no es Dios, el perfecto despojo de todo lo sensible y mantenerse en la soledad interior. (San Pablo de la Cruz )


Daniel  3, 52. 53. 54. 55. 56 

 A ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria.

Bendito eres sobre el trono de tu reino.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.

Bendito eres en la bóveda del cielo. 



jueves, 19 de noviembre de 2015

Macabeos 4,36-37,52-59


En aquellos días, Judas y sus hermanos propusieron: «Ahora que tenemos derrotado al enemigo, subamos a purificar y consagrar el templo.»
Se reunió toda la tropa, y subieron al monte Sión. El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno, que es el de Casleu, madrugaron para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos recién construido. En el aniversario del día en que lo habían profanado los paganos, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y platillos. Todo el pueblo se postró en tierra, adorando y alabando a Dios, que les había dado éxito. Durante ocho días, celebraron la consagración, ofreciendo con júbilo holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del templo con coronas de oro y rodelas. Consagraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas. El pueblo entero celebró una gran fiesta, que canceló la afrenta de los paganos. Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar, con solemnes festejos, durante ocho días, a partir del veinticinco del mes de Casleu.



El pueblo de Israel, capitaneado por Judas el Macabeo, derrotó a sus enemigos y pudo volver a su tierra después de muchos años. El panorama que encontraron era desolador, todo estaba destrozado, pero lo que llenó su corazón de dolor fue comprobar el estado en que se encontraba el Templo.
Los israelitas estaban tan seguros de que había sido Dios quien les había regalado la victoria que llenos de alegría y con una profunda actitud de fe comenzaron por restaurar el templo, consagrando de nuevo su altar en el aniversario en que había sido profanado por los paganos.
Restaurar el Templo, cuando había tantas cosas que sanar y reponer, es un símbolo de la importancia que daba aquel pueblo a la vida de fe y al culto. Esto puede ser un estímulo para nosotros, que tal vez también tengamos la impresión de que hay que recomponer en nuestro tiempo diversas ruinas y recuperar valores que se van perdiendo: la dignidad y la igualdad de las personas, el bienestar material y cultural, el respeto a la naturaleza, etc. Pero no podemos olvidar los valores del espíritu. La Eucaristía dominical o la vida sacramental o el respeto al templo como lugar de oración, son buenos síntomas de que también cuidamos los valores más profundos de la vida cristiana, que abarca también los valores más humanos. El culto va unido al estilo de conducta y da cohesión a todo el conjunto de la vida personal y comunitaria.
Nuestro cuerpo es también templo de Dios y en nuestro interior se ha de levantar un altar en el que cada día ofrezcamos a Dios nuestra propia vida como una ofrenda agradable. Unidos a Él nuestra vida irá cambiando, nuestro rostro irradiará una paz y alegría que contagiará a quienes nos vean, querrán saber de dónde nos viene.




. Mirad vuestra nada y la maldad que hay en vosotros, raíz común a todos los hijos de Adán. Mirad ésta raíz como la capacidad de producir el más pestilente árbol de iniquidad.(San Pablo de la Cruz )


1Cronicas 29,10.11abc.11d-12a.12bed 

 Alabamos, Señor, tu nombre glorioso

Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.

Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria.

Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. 


Lucas 19, 41-44



En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»


Nos encontramos ante un momento dramático y paradójico, muchos le han aclamado a la entrada en Jerusalén, pero no han terminado de comprender cuál es el Reino que Jesús les proclama. Ellos piensan en él como un rey que vendrá a destruir por la fuerza y con poder, el dominio al que están sometidos, pero no han sido capaces de entender cuál es el mensaje de salvación que Él les trae de parte de Dios.
Y es precisamente el no vivir según el proyecto de Dios, por lo que más adelante Jerusalén será destruida, tal como pasa en nuestro mundo: el deseo de poder, los celos, la envidia, la división nos lleva a las guerras y a la destrucción de la socieda, tal como vaticina Jesús para Jerusalén.
Jesús llora, podemos imaginarlo como un padre incluso desesperado e impotente, porque ha intentado transmitir a su hijo y hacerle entender cuál es el camino, pero éste no ha comprendido nada, igual Israel, y de forma concreta Jerusalén la ciudad santa. Dios ha venido a su pueblo, y su pueblo todavía sigue dirigiendo su mirada al fasto y lujo del templo y a todo lo que le rodea. No han sabido ver lo que Jesús les presenta, están más pendientes de que se cumplan sus deseos de la forma que ellos piensan, que de abrir sus ojos y descubrir que Dios está en medio de ellos.
¡Cuántas veces no vemos los acontecimientos desde una mirada creyente y de fe, y dejamos que el Señor pase, sin siquiera percatarnos que Él está actuando en medio de nosotros; sino que estamos más pendientes de que las cosas sucedan a nuestra manera!



 Tened miedo de vosotros mismos; no os fiéis. Quien confía en sí mismo está ya caído.( San Pablo de la cruz )


Salmo 49,1-2.5-6.14-15 

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios


El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece.

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.» 


domingo, 15 de noviembre de 2015

Macabeos 1,10-15.41-43.54-57.62-64


En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: «¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!»
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.




Nunca la historia de las relaciones de Dios con los hombres han seguido una línea recta. Nunca los hombres hemos mantenido siempre unas relaciones de aceptación, de amor con nuestro Dios. En más de una ocasión, le hemos rechazado, nos hemos ido detrás de diversos ídolos pensando que nos iban a dar más felicidad. Un ejemplo lo tenemos en lo que nos relata la primera lectura de hoy. El pueblo judío, muchos de sus miembros, después de sellar un pacto de amor, una alianza con Yahvé: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”, le dieron la espalda: “apostataron de la alianza santa, se juntaron a los gentiles y se vendieron para hacer el mal… los libros de la Ley que encontraban los rasgaban y los echaban al fuego”. Pero hubo israelitas que se mantuvieron fieles a Dios antes de “profanar la alianza santa”, aunque les costase la vida, porque para ellos vivir sin Dios no era vivir, era morir.
En la historia del pueblo judío nos podemos ver retratados también los seguidores de Jesús, el hijo de Dios. A veces, “hacemos el mal que no queremos”, podemos negar a Jesús como Pedro, pero, también como él, queremos volver a Jesús, nuestro Dios y Señor, sabiendo que siempre nos va a perdonar y a invitarnos al banquete de su amor.


 Las obras de Dios han sido siempre combatidas con el fin de que resplandezca su Divina Magnificencia. ( San Pablo de la Cruz )



Salmo 118,53.61.134.150.155.158 

Dame vida, Señor, para que observe tus decretos

Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad.

Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad.

Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos.

Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.

La justicia está lejos de los malvados
que no buscan tus leyes.

Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. 


viernes, 13 de noviembre de 2015

Lucas 17,26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»


Jesús está hablando a sus discípulos, y también hoy nos habla a nosotros, del día de la manifestación del Hijo del Hombre. Jesús no pretende asustarnos, sino que nos llama a conversión. Nos anima a no dejarnos dominar por las cosas terrenas, sino a vivirlas con la mirada puesta en el Cielo, pues esta vida terrenal es provisional, nuestra meta y nuestra esperanza es el Cielo.
El Señor nos invita a despertar nuestras conciencias dormidas y acomodadas, y a que cambiemos nuestras actitudes ajustándolas a la voluntad de Dios. Tenemos que vivir como si cada día fuera el día del juicio, siempre dispuestos a dar cuentas de nuestra vida a Dios, pues no sabemos ni el día ni la hora en que llegará el Señor.
Procuremos estar preparados y vivir en constante conversión, para que no nos pase cómo les pasó a los contemporáneos de Noé y de Lot, que vivían mundanamente, centrados en sí mismos sin tener presente a Dios, y las consecuencias fueron nefastas. Y es que cuando nos olvidamos de Dios y vivimos como si Él no existiera nuestra vida es un caos.
¡Cuánta gente vive hoy como en los tiempos de Noé y Lot! De una manera materialista, pues los hombres siguen ocupados en los grandes afanes de la vida: dinero, diversión, sexo, modas, comida, etc… Pero los que tenemos puesta nuestra fe en Cristo sabemos que la felicidad no está en vivir para nosotros mismos sino que estamos llamados a dar la vida por los demás.
Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra. Estemos vigilantes y acojamos la gracia que Dios nos da cada día para nuestra conversión, así podremos estar entre "los que se llevarán".






 Si tenemos nuestro corazón levantado a Dios, Él nos hará saltar sobre las montañas para que no desechemos de nuestro corazón sus santas y divinas inspiraciones.(San Pablo de la Cruz)




Salmo  18,2-3.4-5

. El cielo proclama la gloria de Dios

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje.