jueves, 11 de febrero de 2016

Mateo 9,14-15:



En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunaran.»




El Señor les aclara esta situación: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne”. Quien practica este ayuno, el ayuno del amor, tendrá siempre a su favor a Dios: “Entonces clamarás al Señor y te responderá; gritarás y te dirá: Aquí estoy. Porque yo, el Señor, tu Dios, soy misericordioso”.
Una situación no igual pero parecida nos presenta el evangelio de hoy. Los discípulos de Jesús, al pertenecer al pueblo judío, estaban obligados a la ley judía del ayuno, y los discípulos de Juan Bautista se sorprenden de que no ayunen. Jesús, en esta ocasión, les argumenta que no pueden ayunar porque “no pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos”, mientras gozan de la presencia de Jesús, motivo de profunda alegría, no pueden ayunar.
El principio general nos debe quedar claro. El ayuno y todas las prácticas ascéticas no tienen valor en sí mismas, lo tienen en la medida en que ayudan a vivir el valor supremo del amor, de amar Dios, al prójimo y a uno mismo.




La abstinencia total o parcial de alimento y bebida, así como, en algunas ocasiones, la abstinencia sexual, es asociada en el Antiguo Testamento a la auto-humillación (a la idea de «inclinar» el alma). En el Nuevo Testamento, leemos que los fariseos y sus seguidores ayunaban con gran celo (Mt 9,14) dos veces por semana (Lc 18,12), pero que ese celo y el valor supremo dado al ayuno reciben críticas por parte de Jesús (Mt 6,16-18). Sabemos que ayunar es privarse de cualquier alimento o bebida y que esta práctica se encuentra en las grandes religiones. En el Islam, por ejemplo, es el medio por excelencia para reconocer la trascendencia divina. La Biblia, que es el fundamento de la vida de la Iglesia, coincide en este punto con todas las demás corrientes religiosas, pero nos recuerda cuál es el significado del ayuno y establece reglas para su práctica: el ayuno, junto a la oración y la limosna, es uno de los actos esenciales que ponen de manifiesto la humildad del hombre ante Dios, su esperanza y su amor. La intención del ayuno no es llegar a un estado de exaltación psicológica o estrictamente ascética, sino más bien, fortalecer la voluntad por medio de la fe y de una actitud de humildad para aceptar la acción de Dios y ponerse en su presencia






Oh Dios, mira con bondad a los que empezamos este tiempo de penitencia, haz que vivamos en nuestro interior lo que significan las prácticas externas de la Cuaresma. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo. Amén. -






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