En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.»
Tú, cíñete los lomos…” (Jr 1, 17). Estas palabras indican que el profeta ha de ajustarse la túnica y ponerse en pie. Es la actitud de quien se dispone a caminar, del que comienza la lucha. Palabras imperiosas que vencen la resistencia del profeta. No le valió su objeción: ¡Ay, que no sé hablar! ¡Ay, que soy demasiado joven! Nos les tengas miedo, respondió Yahvé, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Jeremías se quejará después: Tú me sedujiste yo me dejé seducir. Maldito el día en que nací... Mas en medio de su miedo y de sus luchas, seguirá hablando con valentía, con audacia, con claridad. Se cumplió lo que Dios le prometió: Mira, yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el país... Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.
Cada cristiano participa en la misión profética de Cristo. Todos y cada uno tenemos la obligación perentoria de proclamar, con hechos y con palabras, el mensaje de amor que trajo Jesús a la tierra. Y los sacerdotes especialmente, porque especialmente participan del sacerdocio eterno y único de Cristo... Nos da miedo de hablar, tenemos reparo de presentarnos como cristianos, como sacerdotes. Ayúdanos, Señor, a sacudir nuestra cobardía. Conviértenos hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el pais
Jeremías, nos muestra, cómo el Señor nos ha elegido a nosotros desde siempre. Cómo nos cuida en medio de tantas luchas, y nos invita a llevar la Palabra, sin miedo, a todos los rincones de la tierra.
Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, en consecuencia, a todos los hombres.
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