martes, 9 de febrero de 2016

Joel 2,12-18:









«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»








No sé cómo se vivirá la Cuaresma en el futuro. Lo que sí puedo constatar es que la actual, la que a mí me toca vivir, en cuanto a sus rasgos externos se refiere, no tiene mucho que ver con la que viví hace 50 y 60 años. Entonces ya existía carnaval, pero el de entonces, que no tenía mucho que ver con el de ahora. Hoy día no se puede pensar en Cuaresma sin Carnaval.
Lejos de mí intentar pecar de nostálgico o de querer cambiar la sociedad, que tiene sus ritmos, siempre distintos. Ni siquiera de demonizar o criticar aquello con lo que puedo no estar de acuerdo. Sólo quiero constatar lo que hay; aquello con lo que nos toca vivir y que conviene colocar en su sitio, sin invadir otros terrenos que pudieran ser muy respetables, pero ajenos. Carnaval está muy bien; pero sólo carnaval, con sus luces, sus paisajes, su colorido, sus canciones, sus disfraces, pudiera ser como un fuego de artificio, que suena, luce, adorna y, de repente, desaparece. Nosotros lo admiramos, pero buscamos, después de degustarlo, algo más profundo y duradero que llamamos Cuaresma. Y que llego a pensar que ambas cosas pueden ser colocadas en el sitio que les corresponde.




En el pasado, al inicio de la Cuaresma, la Iglesia insistía en las modalidades de la penitencia; Hoy nos reitera ante todo el propósito y significado: la penitencia de la Cuaresma está sin duda orientada a honrar a Dios, pero sobre todo, a comprometerse a un intercambio verdadero y real con nuestros hermanos, hacia quienes ella nos envía.







Oh Dios, que te dejaste doblegar por la humillación y calmar por la reparación, inclina tu oído favorablemente a nuestras oraciones, y extiende la gracia de tu bendición sobre tus siervos cuyas cabezas han sido tocadas por la aspersión de las cenizas, de modo que los colmes con el espíritu de compunción, que les concedas el fruto de lo que acaban justamente de pedir y que conserven perpetuamente estable e intacto, lo que han recibido de tu mano. Amen. 



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