martes, 16 de febrero de 2016

Mateo 6,7-15:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Dore_40_Matt06_The Sermon on the Mount
  • ¡Venga tu Reino!

El evangelio nos propone la oración del PN en su versión mateana, dentro del del sermón del monte donde encontramos elementos significativos para los seguidores de Jesús. Él no pretende proponer una fórmula de oración sino un estilo, unas claves para orar. Analizar la oración nos permitirá descubrirlas. En la oración del Padre Nuestro encontramos una invocación, y dos partes: una centrada en Dios (tú) con tres deseos, y otra centrada en el ser humano (nos) con cuatro peticiones.
En la invocación nos dirigimos a Dios como Padre/Madre y como nuestro, es decir formando parte de una comunidad; Un Dios que escapa a nuestro control, a nuestros esquemas que está en el cielo. Seguidamente hay un deseo introductorio: santificado sea tu Nombre y un gran deseo: venga tu Reino y su explicitación: hágase tu voluntad. Que venga su Reino y se haga su voluntad en nosotros y en este mundo, es apuesta segura por la felicidad. Lo han mostrado las bienaventuranzas al inicio del Sermón del monte (5,1- 12). El Reino de Dios es el gran proyecto de fraternidad para el ser humano El deseo de Dios es que el hombre, la mujer, tengan vida y vida en abundancia.
A continuación las tres peticiones responden a nuestras necesidades existenciales. Pedimos el pan de cada día y con él la luz, la fuerza, los recursos necesarios para afrontar el momento presente. Pedimos el perdón que nos permite renovarnos, iniciar el camino sin el polvo del camino que se nos va pegando: perdona nuestras ofensas; esta petición la hacemos condicionada por nuestro perdón a los demás: como perdonamos a los que nos ofenden. Pedimos también permanecer en el seguimiento de Jesús y que las tentaciones que nos encontremos no nos hagan pararnos o alejarnos del camino: no nos dejes caer en la tentación. Por último, pedimos que nos libre del mal para poder llevar esto a cabo. El Padre nuestro recoge los elementos esenciales para dirigirnos a Dios, “porque no oramos porque seamos buenos, oramos porque somos pobres”. ¿Recito el Padre Nuestro de forma rutinaria o soy consciente de lo que estoy pronunciando?



Dore_40_Matt13_Christ In The Synagogue

Hoy, Jesús nos enseña a comportarnos como hijos de Dios. Pero no seremos buenos hijos de Dios si no oramos, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres. Sinembargo, rezar resulta una tarea difícil para muchos cristianos que la practican poco, alegando que no tienen tiempo, que el trabajo es ya oración o, incluso, que no sirve a mucho.

Jesús nos ofrece un radical cambio de perspectiva: la oración se hace para descubrir que Dios es un Padre que nos ama y desea intensamente establecer comunión con cada uno de nosotros; no oramos principalmente para obtener la satisfacción de determinadas necesidades. Orar no es cuestión principalmente de palabras sino de amor. Un amor que ciertamente se puede expresar con palabras, pero también con un silencio preñado de deseos, preocupaciones, aspiraciones....Un silencio que envuelve progresivamente toda la vida transformándola en una única e incesante oración. Así lo viven las personas que van profundizando en su fe.

De ahí que un primer aspecto que debemos tener en cuenta cuando hablamos con Dios es la confianza. Pero el Señor nos advierte: No charléis mucho. Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre debemos tener la confianza de ser escuchados porque Dios que es Padre nos ama y nos escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesitamos, ya que vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. 

El Padrenuestro es un resumen de la vida cristiana. Una oración filial pero también fraterna, porque nos enseña a perdonar y a ser perdonados: si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. 

Señor, perdona que tantas veces nos dirijamos a Tí distraidamente, mientras millones de personas viven atenazados por la angustia, simplemente porque nadie les ha dicho que Tú los amas con ternura de padre. No permitas que desperciciemos el gran don de poderte invocar con la seguridad de ser escuchados, porque somos tuyos y Tú eres nuestro Padre. Amen. - 

domingo, 14 de febrero de 2016

Levítico 19,1-2.11-18:



El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de Dios. Yo soy el Señor. No explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu conciudadano. No andarás con cuentos de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor."»


Desde el principio de la creación, Dios ha querido que el hombre encuentre su propio sentido como imagen suya. La rebelión de los ángeles y del propio hombre contra Dios, queriendo usurpar su lugar, en un acto de encumbramiento y soberbia, ha creado una situación de desigualdad y enfrentamiento entre los hombres. El orden primitivo de armonía y fraternidad, se ha quebrado y requiere un esfuerzo y vigilancia constante el restituirlo. Pero la presencia permanente y amorosa de Dios, en medio de su Pueblo, le recuerda que es en la justicia y en la caridad donde se reconstruye ese orden primigenio que Dios quiso para la humanidad.
Cuando Dios entrega a Moisés las tablas de la ley, le da unas pautas mínimas para favorecer ese orden fraterno, les dibuja un perfil de los mínimos que harán que pueda reinar la justicia y la hermandad entre los hombres. Esto lo recoge el texto que hoy leemos en esta lectura de Levítico. Pero además nos exige algo más, que luego recogerá el mensaje de Jesús con otra perspectiva más profunda: ama a tu prójimo como a ti mismo. Que la medida de tu amor, sea el mismo respeto, consideración y exigencia que tienes contigo; el cuidado que tú te procuras sea el que tú dispenses a tu hermano. Una regla sencilla de entender.




¡Cuántas veces exclamamos lo difícil que es verte Señor! Perdemos demasiado tiempo para amar preguntándonos cuándo te vimos con hambre, o con sed, o forastero, o desnudo, o enfermo, o preso y te dimos comida, bebida, hospedaje, vestido, consuelo, visita. Jesús nos responde claro y rápido: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis». Eso significa, si nos detenemos en contemplar la Palabra, que Jesús, incluso los propios oyentes -apóstoles, discípulos y seguidores- estaba rodeado de todas esas personas: hambrientos, sedientos, desnudos, migrantes, enfermos, presos. Si no, ¿a qué decir: «lo hicisteis con uno de estos»? Sus palabras declaran su proximidad con los humildes y sencillos, con los pobres, con los que claman misericordia. Y, ¿nosotros? Si miramos a nuestro alrededor, ¿también podemos decir que lo hacemos con «uno de estos»? ¿Dónde estamos situados en el mundo, en la sociedad? ¿Estamos cerca o lejos de los necesitados?

Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. - 


jueves, 11 de febrero de 2016

Mateo 9,14-15:



En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunaran.»




El Señor les aclara esta situación: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne”. Quien practica este ayuno, el ayuno del amor, tendrá siempre a su favor a Dios: “Entonces clamarás al Señor y te responderá; gritarás y te dirá: Aquí estoy. Porque yo, el Señor, tu Dios, soy misericordioso”.
Una situación no igual pero parecida nos presenta el evangelio de hoy. Los discípulos de Jesús, al pertenecer al pueblo judío, estaban obligados a la ley judía del ayuno, y los discípulos de Juan Bautista se sorprenden de que no ayunen. Jesús, en esta ocasión, les argumenta que no pueden ayunar porque “no pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos”, mientras gozan de la presencia de Jesús, motivo de profunda alegría, no pueden ayunar.
El principio general nos debe quedar claro. El ayuno y todas las prácticas ascéticas no tienen valor en sí mismas, lo tienen en la medida en que ayudan a vivir el valor supremo del amor, de amar Dios, al prójimo y a uno mismo.




La abstinencia total o parcial de alimento y bebida, así como, en algunas ocasiones, la abstinencia sexual, es asociada en el Antiguo Testamento a la auto-humillación (a la idea de «inclinar» el alma). En el Nuevo Testamento, leemos que los fariseos y sus seguidores ayunaban con gran celo (Mt 9,14) dos veces por semana (Lc 18,12), pero que ese celo y el valor supremo dado al ayuno reciben críticas por parte de Jesús (Mt 6,16-18). Sabemos que ayunar es privarse de cualquier alimento o bebida y que esta práctica se encuentra en las grandes religiones. En el Islam, por ejemplo, es el medio por excelencia para reconocer la trascendencia divina. La Biblia, que es el fundamento de la vida de la Iglesia, coincide en este punto con todas las demás corrientes religiosas, pero nos recuerda cuál es el significado del ayuno y establece reglas para su práctica: el ayuno, junto a la oración y la limosna, es uno de los actos esenciales que ponen de manifiesto la humildad del hombre ante Dios, su esperanza y su amor. La intención del ayuno no es llegar a un estado de exaltación psicológica o estrictamente ascética, sino más bien, fortalecer la voluntad por medio de la fe y de una actitud de humildad para aceptar la acción de Dios y ponerse en su presencia






Oh Dios, mira con bondad a los que empezamos este tiempo de penitencia, haz que vivamos en nuestro interior lo que significan las prácticas externas de la Cuaresma. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo. Amén. -






miércoles, 10 de febrero de 2016

Deuteronomio 30,15-20:


















Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»


Cada circunstancia por pequeña que sea, por oculta que esté, es una invitación a ejercitar el maravilloso poder que todo ser humano tiene, el poder de elegir. Se nos invita a elegir y penetrar en la corriente del amor y a dejar a su vez que esta corriente empape todas las capas de nuestro ser, hasta llegar a la plenitud, la mutua inhabitación: nosotros en Él y Él en nosotros.
Elegir, elegir bien, elegir hacer el bien y perseverar en esta elección, es un desafío continuo, es una posibilidad de crecer a cada instante. Implica silencio para escuchar al Espíritu Santo, docilidad para seguir sus inspiraciones, perseverancia para no abandonar el camino ante las dificultades. Y, en el caso de no saber qué hacer, implica buscar un consejero adecuado, de esos que están “pegados” a Dios y que por connaturalidad con Él pueden enseñarnos a discernir y a elegir.
¡Todo esto nos supera! (¿Silencio…? en medio de tantas actividades y ruidos exteriores e interiores. ¿Docilidad…? cuando el que impone su criterio es el que “gana”. ¿Pedir consejo…? ¿Cuándo se ve la autosuficiencia como valor? ¿Perseverar…? Cuando la fidelidad no está de moda.) La clave la encontramos en la respuesta al salmo 1,1-4.6: ¡Confiar en el Señor! Porque Él nos llamó a la vida, porque se hizo Camino para llevarnos al Padre, porque es la Palabra que nos consuela, porque con su Espíritu nos defiende del Acusador que busca nuestra perdición.


Todo viaje implica hacer opciones. Cuándo, dónde, cómo: son detalles que deben ser estudiados cuidadosamente para que poder llegar al destino deseado. La "hoja de ruta" para el discipulado sólo contiene unas pocas palabras. Se nos pide que nos neguemos a nosotros mismos y tomemos la cruz. Hay un elemento más que es esencial para un buen viaje: la necesidad de volver a examinar nuestras opciones cada día. Nuestra tranquila fidelidad nos ayuda a cumplir con las exigencias de cada nuevo momento, mientras seguimos a Cristo en nuestro "viaje a Jerusalén. La cruz es una cruda realidad, a menudo inesperada y nunca bienvenida. No hay respuestas fáciles; sólo existe nuestra voluntad de elegir la aceptación. Mientras, miramos a Cristo Jesús, que se vació por completo a sí mismo. La abnegación es cada vez más difícil en un mundo que se adora a sí mismo. Siempre que hay un informe de un evento o momento histórico, se nos presentan literalmente imágenes de cientos de teléfonos celulares en alto, con los que los presentes intentan convertirse en foco de atención y formar parte de aquello que está pasando. El símbolo del "selfie" de los teléfonos celulares puede indicar una actitud de "egoísmo" directamente opuesto al vaciamiento que Cristo Jesús simboliza con su cruz. Independientemente de las decisiones que hoy se nos presenten: ¿Qué símbolo describirá mejor mi respuesta? ¿Qué actitudes me ayudarán a completar mi viaje? 



Querido Dios: ¡ayúdanos a ser fieles! Cada día Tu nos das fuerza y valor para seguir a Jesús a través de la negación de sí mismo y la aceptación de la voluntad de Dios. Danos un corazón generoso y quédate con nosotros para compartir nuestras cruces y darnos consuelo y paz. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén - 


martes, 9 de febrero de 2016

Joel 2,12-18:









«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»








No sé cómo se vivirá la Cuaresma en el futuro. Lo que sí puedo constatar es que la actual, la que a mí me toca vivir, en cuanto a sus rasgos externos se refiere, no tiene mucho que ver con la que viví hace 50 y 60 años. Entonces ya existía carnaval, pero el de entonces, que no tenía mucho que ver con el de ahora. Hoy día no se puede pensar en Cuaresma sin Carnaval.
Lejos de mí intentar pecar de nostálgico o de querer cambiar la sociedad, que tiene sus ritmos, siempre distintos. Ni siquiera de demonizar o criticar aquello con lo que puedo no estar de acuerdo. Sólo quiero constatar lo que hay; aquello con lo que nos toca vivir y que conviene colocar en su sitio, sin invadir otros terrenos que pudieran ser muy respetables, pero ajenos. Carnaval está muy bien; pero sólo carnaval, con sus luces, sus paisajes, su colorido, sus canciones, sus disfraces, pudiera ser como un fuego de artificio, que suena, luce, adorna y, de repente, desaparece. Nosotros lo admiramos, pero buscamos, después de degustarlo, algo más profundo y duradero que llamamos Cuaresma. Y que llego a pensar que ambas cosas pueden ser colocadas en el sitio que les corresponde.




En el pasado, al inicio de la Cuaresma, la Iglesia insistía en las modalidades de la penitencia; Hoy nos reitera ante todo el propósito y significado: la penitencia de la Cuaresma está sin duda orientada a honrar a Dios, pero sobre todo, a comprometerse a un intercambio verdadero y real con nuestros hermanos, hacia quienes ella nos envía.







Oh Dios, que te dejaste doblegar por la humillación y calmar por la reparación, inclina tu oído favorablemente a nuestras oraciones, y extiende la gracia de tu bendición sobre tus siervos cuyas cabezas han sido tocadas por la aspersión de las cenizas, de modo que los colmes con el espíritu de compunción, que les concedas el fruto de lo que acaban justamente de pedir y que conserven perpetuamente estable e intacto, lo que han recibido de tu mano. Amen. 



Marcos 7,1-13


En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»




  • Es entonces cuando pone todo en su sitio

El texto evangélico de hoy nos interpela a ser coherentes y sinceros, con la fuerte “vuelta de tuerca” que dan las palabras vehementes y airadas de Jesús a los fariseos y maestros de la ley. Los pone de cara a sus incongruencias y argucias legalistas. También a nosotros hoy nos interpela con fuerza. Quizás nos sintamos más puros y fieles por cumplir religiosamente con ritos, costumbres y oraciones. Quizás también criticamos a quienes no lo hacen, y nos lamentamos porque las iglesias no se llenan ni la gente va a misa o se confiesa. Y tenemos que despejar ese dolor e impotencia que nos causa, de la soberbia que nos hace sentirnos mejores.
Vamos a lo sencillo y esencial: el amor, ser buenas personas, honradas y generosas. Hoy es día de carnavales, disfraces y máscaras. Es un buen momento para ambientar la cuaresma que comenzaremos y descubrir cuál es nuestro disfraz ante Dios y los demás, que máscara nos ponemos ante el espejo para ocultar esas pequeñas o grandes cosas que nos afean. Cojamos una sencilla caja de zapatos y metamos dentro esa ternura que alberga nuestro corazón cuando lo abrimos al amor, para regalarlo así a quienes viven a nuestro lado, y hacerlo una sincera plegaria. Y dejemos que sea Dios el que ponga todo en su sitio, como sólo Él sabe hacerlo.




Jesús condena la perniciosa seducción de la hipocresía, promovida por los líderes religiosos de su generación. ¿Nuestra generación puede considerarse exenta de semejante condenación? La persona que más dificultad tiene para despertarse del sueño es la que simula estar durmiendo. Esa es la tragedia de nuestra generación. Como predicadores de gracia, tenemos la obligación religiosa y el imperativo moral de despertar al mundo, mientras mantenemos a la Iglesia alerta frente al peligro de caer en la hipocresía de un culto de labios hacia afuera. El predicador dominico es un recordatorio para la Iglesia, del llamado que ella tiene a predicar el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones.



Jesús, “la más clara revelación de la misericordia de Dios para los pobres”, anuncia la verdad de la misericordia y el amor de Dios, que libera a todos los que creen en ella. - 



domingo, 7 de febrero de 2016

Reyes 8,1-7.9-13



En aquellos días, Salomón convocó a palacio, en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a los jefes de tribu y a los cabezas de familia de los israelitas, para trasladar el arca de la alianza del Señor desde la ciudad de David, o sea Sión. Todos los israelitas se congregaron en torno al rey Salomón, en el mes de Etanín (el mes séptimo), en la fiesta de las Tiendas. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes cargaron con el arca del Señor, y los sacerdotes levitas llevaron la tienda del encuentro, más los utensilios del culto que había en la tienda. El rey Salomón, acompañado de toda la asamblea de Israel reunida con él ante el arca, sacrificaba una cantidad incalculable de ovejas y bueyes.
Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza del Señor a su sitio, al camarín del templo, al Santísimo, bajo las alas de los querubines, pues los querubines extendían las alas sobre el sitio del arca y cubrían el arca y los varales por encima. En el arca sólo había las dos tablas de piedra que colocó allí Moisés en el Horeb, cuando el Señor pactó con los israelitas, al salir de Egipto. Cuando los sacerdotes salieron del Santo, la nube llenó el templo, de forma que los sacerdotes no podían seguir oficiando, a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba el templo. Entonces Salomón dijo: "El Señor puso el sol en el cielo, el Señor quiere habitar en la tiniebla; y yo te he construido un palacio, un sitio donde vivas para siempre."




Una de las grandes realizaciones de Salomón fue la terminación de uno de los proyectos de su padre David: construir un templo para Dios. La dedicación del templo de Salomón es un paso adelante en la gracia de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Israel sabía que no podía representar a Dios bajo imagen alguna, porque nada hay en todo el cielo y en la tierra que se le pueda parecer. También sabía que ningún lugar del cielo ni de la tierra puede acotar su presencia. Pero en el arca, depositada en el templo, estaban las tablas, testimonio de la alianza de Dios con su pueblo. Alianza que había mantenido la esperanza del pueblo de Israel. De ahora en adelante todo el pueblo de Israel sabrá que el Señor, aunque sea en la tiniebla, hace residir allí su presencia y su gloria. Y la nube que se extiende por todo el templo, que lo cubre todo, así lo confirma. Parece que Dios se complace con la iniciativa de Salomón.
El relato parece confirmar el deseo de un Padre que en Jesús plantará su tienda entre nosotros. Ya no será una nube, sino Él mismo. Dios ya no sólo habitará en el Templo ni en las tinieblas. Su morada especial somos nosotros mismos. Nos quiere de su familia y de su linaje, hijos. Y nosotros hemos aceptado su deseo. Pero, ¡ojo!, aceptar su deseo, nos libera, nos da esperanza, nos humaniza, nos da Vida… nos COMPROMETE.





Hay una paradoja en el centro de la fe porque la fe es fuerte y seguro en su comprensión de la verdad y, al mismo tiempo oscura y misteriosa. La fe, como dice San Pablo, significa "ver en un cristal oscuro ' Esta paradoja es expresado con mucha fuerza por la nube oscura en el que habita Dios. La presencia de Dios es cierta - ¿quién podría dudar de la presencia de una nube oscura? Pero la naturaleza de Dios, lo que contiene la nube, el "rastro" de Dios, permanece oculto. Nadie puede ver a Dios y vivir, la Biblia nos dice, y, en otro texto, "verdaderamente usted es un Dios que se esconde su propio ser. -


Padre creemos que revele su presencia en muchas formas, en todo lo que se ha creado un especial en los que nos llaman a cuidar. Fortalecer nuestra conciencia de su presencia con nosotros, especialmente en los momentos más oscuros de nuestras vidas, para que siempre que podemos reconocer en la cara de su Amadísimo Hijo, Jesucristo. Hacemos esta oración por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén. 






miércoles, 3 de febrero de 2016

evangelio según san Marcos (6,7-13):



En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. 
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» 
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. 


El texto de hoy es uno de esos que nos acerca al nacimiento de la Iglesia, comunidad misionera: Jesús envía a los Doce, a los que reviste de su autoridad, y les encomienda el anuncio del Reino. El Espíritu del Maestro les habilita para ser cauce de los mismos signos que Marcos ha ido constatando en Jesús: los demonios dejan de molestar a los hijos de Dios y muchos enfermos alcanzan la curación. Si leemos los versículos con que Marcos cierra su obra (16, 15-20) encontraremos palabras parecidas aplicadas a nosotros, los discípulos que hemos venido después: “en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes…”.  Me atrevo ahora a citar a Juan. Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos: muchos hermanos nuestros han hablado y hablan esas lenguas; otros han sobrevivido a las serpientes, han echado los demonios. Han estado y están entre nosotros: son hombres y mujeres que han perdonado lo que parecía imperdonable, que han resistido limpios a todo tipo de corrupción, que han servido y servido sin esperar aplauso alguno…



Envío misionero: Jesús quiere que sus discípulos vivamos sin seguridad y sin poder humanos, para así ser libres para llegar a la gente en la situación de su propia vida y para estar libres para predicar y ser testigos del evangelio, sin ambigüedad alguna. 



Señor Dios nuestro:
Para ir a los pobres y hacerles libres,
tus discípulos tienen que ser creíbles
siendo personas libres ellos mismos.
Te pedimos hoy nos otorgues un espíritu de pobreza
que nos haga libres y disponibles
para liberar a todos los encarcelados
por el pecado y las fuerzas del mal.
Que así lleguemos a ser  auténticos testigos
del evangelio de Jesucristo,



martes, 2 de febrero de 2016

PRIMERA CARTA DE SAN PABLO A LOS CORINTIOS (15,1-11):



Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.


Pablo no quiere terminar su primera carta a los corintios sin recordarles el Evangelio que les predicó y que ellos aceptaron, el Evangelio que es lo único que puede salvarles si es que no lo han olvidado. Porque tiene sus dudas al respecto, ya que algunos niegan la resurrección de los muertos. El Evangelio no es propiamente una doctrina, sino el anuncio de un hecho de salvación. Su contenido es, ante todo, el mensaje apostólico de la resurrección del Señor. El transmite lo que ha recibido. Pero la proclamación del Evangelio no es sólo la difusión de una noticia, sino también la difusión del Espíritu con cuya fuerza se proclama. Por eso es una tradición viva y vivificante. Aunque Pablo no pertenece ya a la generación de los Doce, se considera apóstol por excepción. Pues ha tenido también su "experiencia" del Señor resucitado. Su caso excepcional es como un nacimiento fuera de tiempo, como un aborto. Por eso Pablo no puede predicar el Evangelio sólo desde su experiencia, sino ateniéndose también al testimonio de los mayores, de las columnas de la iglesia, transmitiendo lo que ha recibido con fidelidad y que él mismo ha hecho vida. Nosotros también debemos transmitir nuestra fe desde nuestra experiencia de Jesucristo resucitado.



la enumeración de las respuestas que San Pablo da en su primera carta a los fieles de Corinto respecto a las preguntas sobre la resurrección. Su testimonio es muy válido para nosotros hoy mismo, porque está escrito cuando muchos de los testigos de la vida de Jesús estaban vivos. La referencia, pues, es directa. Como siempre Pablo de Tarso nos ayuda a entender mejor a Cristo y a nuestro cristianismo.

AYÚDAME, SEÑOR






Vela, Señor, con amor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que solo en ti ha puesto su esperanza.

Por Nuestro Señor Jesucristo












lunes, 1 de febrero de 2016

JEREMÍAS (1,4-5.17-19):



En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.»



Tú, cíñete los lomos…” (Jr 1, 17). Estas palabras indican que el profeta ha de ajustarse la túnica y ponerse en pie. Es la actitud de quien se dispone a caminar, del que comienza la lucha. Palabras imperiosas que vencen la resistencia del profeta. No le valió su objeción: ¡Ay, que no sé hablar! ¡Ay, que soy demasiado joven! Nos les tengas miedo, respondió Yahvé, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Jeremías se quejará después: Tú me sedujiste yo me dejé seducir. Maldito el día en que nací... Mas en medio de su miedo y de sus luchas, seguirá hablando con valentía, con audacia, con claridad. Se cumplió lo que Dios le prometió: Mira, yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el país... Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.
Cada cristiano participa en la misión profética de Cristo. Todos y cada uno tenemos la obligación perentoria de proclamar, con hechos y con palabras, el mensaje de amor que trajo Jesús a la tierra. Y los sacerdotes especialmente, porque especialmente participan del sacerdocio eterno y único de Cristo... Nos da miedo de hablar, tenemos reparo de presentarnos como cristianos, como sacerdotes. Ayúdanos, Señor, a sacudir nuestra cobardía. Conviértenos hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el pais



Jeremías, nos muestra, cómo el Señor nos ha elegido a nosotros desde siempre. Cómo nos cuida en medio de tantas luchas, y nos invita a llevar la Palabra, sin miedo, a todos los rincones de la tierra.



Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, en consecuencia, a todos los hombres.


segundo libro de Samuel (15,13-14.30;16,5-13a):



En aquellos días, uno llevó esta noticia a David: «Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.»
Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: «¡Ea, huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a cuchillo la población.»
David subió la cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando. Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía. 
Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos –toda la gente y los militares iban a derecha e izquierda del rey–, y le maldecía: «¡Vete, vete, asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia, porque eres un asesino.»
Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: «Ese perro muerto ¿se pone a maldecir a mi señor? iDéjame ir allá, y le corto la cabeza!»
Pero el rey dijo: «¡No os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?»
Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos: «Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizá el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de hoy.»
David y los suyos siguieron su camino.




David huye de la rebelión iniciada por su hijo Absalón y es lo bastante generoso para no castigar al hombre que le maldice y humilla. Quizás esta humillación es parte del plan de Dios.



Señor Dios nuestro:

Para participar en la acción de gracias de tu Hijo.
Con él y por él te alabamos por tu Alianza de amor
y te pedimos con toda humildad
que recordemos siempre
que los hermanos que nos rodean
te pertenecen tanto o más que nosotros,
a causa de Jesucristo nuestro Señor.



Al hombre curado, Jesús le dijo: “Vete a casa, a tus amigos, y diles cuánto ha hecho el Señor por ti”.  También nosotros digamos a nuestros amigos cuánto ha hecho el Señor por nosotros.