lunes, 7 de noviembre de 2016

2 Cor 6, 1-10 Soltemos lastre y corramos con presteza a Jesús!






Como cooperadores suyos que somos os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Porque él dice: «En el tiempo de la gracia te escucho, en el día de la salvación te ayudo» Pues mirad: Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación. Para no poner en ridículo nuestro servicio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; antes bien, continuamente damos prueba de que somos servidores de Dios con lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y amabilidad; con los dones del Espíritu y con amor sincero, llevando el mensaje de la verdad y la fuerza de Dios.   Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación, a través de la honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los sentenciados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobres que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.






 Pablo anunció el Evangelio en la ciudad de Corinto, puerto marítimo de la Grecia mediterránea. Como apóstol lleno de celo siguió con interés el desarrollo de su comunidad. Es sabido que no le faltaron dificultades. Ello no obstante, para confirmar a los hermanos en la fe y, siempre a la luz de Cristo Maestro y Señor, trató puntos doctrinales de gran relevancia, como acerca de la sabiduría de la cruz, abierta a la resurrección, de la moral cristiana animada por la caridad, que une a Jesús y a los semejantes, de las celebraciones eucarísticas, matrimonio y virginidad, pureza de costumbres, orden en las asambleas.

El fragmento elegido parte de la exposición que hace sobre el apostolado, que radica en un encargo recibido de Dios. Recuerda que el apóstol es un «legado» del mismo Cristo y un «cooperador» al servicio de la gracia. La perseverancia en la misma lleva con seguridad a la vida eterna. No puede echarse en saco roto. Por el contrario, el predicador ha de emplearse a fondo para hacerla germinar y crecer, aun a sabiendas de que su desarrollo será, de ordinario, paulatino y gradual. Será necesario ejercitar la virtud de la paciencia.

Para que la vida de Dios —la gracia— sea correspondida con fe viva en este tiempo de salvación señala diversos medios, que él llevaba con esmero a la práctica. Se propuso, ante todo, ser un servidor de Dios, ejemplar, sin arredrarse ante las múltiples pruebas que le salían al paso. Utilizó la exhortación, el ejemplo y la predicación. Actuaba enriquecido por los dones del Espíritu, con amor sincero, integridad de vida y conocimiento del contenido evangélico. Era portador del mensaje de la verdad y de la fuerza de Dios. Sus armas fueron, asimismo, las propias del que buscaba la santidad personal y la de sus semejantes: verdad, fortaleza, cercanía, amistad. Eligió la pobreza. Con ella, paradójicamente, enriquecía a muchos. Poseía ya anticipadamente los valores que esperaba fundadamente conseguir en la bienaventuranza eterna.







 La enumeración de pruebas que hace Pablo: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer, coinciden con las que sufrieron más tarde los seguidores de Cristo. Se advierte, en particular, la variedad de trabajos y, por otra parte, la riqueza de gracias correspondidas por innumerables seguidores de Domingo, antepasados nuestros «cuyo elogio hacemos hoy» (Sir 44, 1)

 Gracias, Señor, por tu ayuda a los llamados . Por tu poder ha experimentado fuerza en la debilidad. Aquellos encarnaron fielmente el carisma de la predicación por el mundo entero. —Secundando el mandato que hiciste a  tus apostoles —«Id y predicad»—, prometemos hoy no echar en saco roto la gracia recibida, sino cultivarla y ofrecerla con ilusión renovada para que fructifique y obre la salvación de todos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Lc 16, 1-8 ¿Qué voy a hacer?





En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador'. Entonces el administrador se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan'. Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: '¿Cuánto le debes a mi amo?' El hombre respondió: 'Cien barriles de aceite'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta'. Luego preguntó al siguiente: 'Y tú, ¿cuánto debes?' Este respondió: 'Cien sacos de trigo'. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y haz otro por ochenta'. El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz"




 La parábola de hoy se conoce como el mayordomo deshonesto. Hay una relación entre esta parábola y la que procede, la cual es conocida como la parábola del hijo pródigo. A primera vista, puede parecer que estas dos parábolas no tienen nada en común. Sin embargo, después de un examen más detallado, existe un vínculo entre las acciones del hijo pródigo y el administrador deshonesto. Ambos actúan de manera decisiva frente a una situación o crisis. También se podría decir que actuaron "sabiamente" para cambiar su situación y mejorar su calidad de vida, aunque cada uno tomó diferentes pasos para hacerlo. El mismo verbo griego, para malgastar, se usa para describir las acciones del hijo pródigo y el administrador deshonesto (15:13, 16: 1)

El tema que se encuentra en el capítulo 16 del Evangelio de Lucas es el uso correcto de la riqueza. Comienza con un hombre rico y el mayordomo deshonesto y termina con el hombre rico y Lázaro. Un versículo bíblico bien conocido se encuentra entre estas dos parábolas: Usted no puede servir tanto a Dios como a las riquezas (16, 13).

Los "ciudadanos del cielo" como en la primera lectura, deben actuar con decisión y audacia cuando se trata de su vida, es decir, la vida eterna. La parábola enseña que los cristianos deben reconocer en humildad su situación concreta y luego tomar decisiones que fortalecerán su identidad como seguidores de Cristo.





 Todos nos encontramos en diferentes situaciones. Diferentes tiempos y experiencias en nuestra vida hacen un viaje interesante. La pregunta es, "¿Qué haremos en estas situaciones?"

La mayoría de las veces no comprendemos completamente dónde estamos hasta que surge una crisis. Este fue el caso del mayordomo en la parábola. Podemos ignorar nuestro donde estamos. Podemos tratar de sacrificarnos a través de cualquier situación en la que vivamos con la esperanza de que las cosas mejoren. Podemos tener miedo de ver con humildad cuáles son nuestros verdaderos valores, opciones y prioridades. Sin embargo, una crisis parece romper todos estos para confrontar a cada persona con una opción.

En la parábola el mayordomo actuaba como los "hijos de este mundo". Debemos actuar como los "hijos de la luz". Usar el pensamiento reflexivo y audaz, tomar decisiones decisivas, y con celo para ejecutar la decisión. ¿Con qué frecuencia vamos a pasar por este proceso sólo para dejar de ejecutar la decisión decisiva tomada? Después de un tiempo, tales experiencias repetidas aportan una inercia que afecta nuestra espiritualidad de vida, emocionalmente e incluso físicamente.

Los hijos de la luz son, como se menciona St. Paul, los "citoyens del cielo". Como tal, estamos para pensar y reflexionar así, a, tomar decisiones decisivas, y con celo para ejecutar lo que ha-sido decidido. En contraste con el mayordomo, nuestra amistad con Jesús no es como uno de la amistad de administrador de servicios públicos con los deudores. Es la amistad para disfrutar más plenamente de la vida eterna con Dios.

Cualquiera que sea la posición que encontramos en nosotros mismos, podemos estar seguros de que se trata de una participación real de la jornada en la amistad de Jesús a la vida eterna. Como cualquier otro viaje, se requieren medidas para moverse. Donde te encuentras hoy? ¿Cómo va a dar el siguiente paso no hizo Aquellos cuyas "mentes están llenas de cosas de la tierra", sino como "citoyens del cielo?"


 Padre Celestial, te damos gracias por tu cuidado providencial, por cómo nos guías a través de la vida de una manera sutil. Ayúdanos a poner nuestra confianza en Ti para que podamos salir de la preocupación y de la ansiedad, para poder amarte a Ti y a nuestro prójimo más plenamente, con un corazón indiviso. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Isaías 58:6-11 El Señor ,cuida de nosotros








Si quitas de en medio de ti el yugo,
el amenazar con el dedo y el hablar iniquidad,
y si te ofreces al hambriento,
y sacias el deseo del afligido,
entonces surgirá tu luz en las tinieblas,
y tu oscuridad será como el mediodía.
Y el Señor te guiará continuamente,
saciará tu deseo en los lugares áridos
y dará vigor a tus huesos;
serás como huerto regado
y como manantial cuyas aguas nunca faltan
 
 
 
 
 
 Este texto corresponde a la tercera y última sección del profeta Isaías que comienza con el capítulo 55. Esta sección también es conocida como “Trito-Isaías” o “Tercer” Isaías. Estudiosos de las Escrituras creen que las secciones de Isaías, comenzando con el capítulo 40, fueron escritos por un autor diferente a los primeros 39 capítulos. La audiencia de esta sección son los hijos de Israel durante la cautividad de Babilonia, unos 150 años después de la primera parte de Isaías, cerca del siglo sexto antes de Cristo. En esta última sección de Isaías, hay un cambio notable en su estado de ánimo del desaliento a la esperanza en un futuro glorioso para Israel. El tiempo del exilio ha terminado y ahora hay un tiempo prometedor y alegre para todo Israel.

 

 


El ayuno es un tema frecuente en las Escrituras. En la primera parte de este pasaje, el verdadero ayuno no consiste sólo en abstenerse de alimentos sino en compartir la comida con el hambriento, vestir al desnudo y liberar a los oprimidos. Los resultados de este verdadero ayuno será una gran alegría para todo el pueblo. Los que ayunan de esta manera estarán en la presencia del Señor.
 
 
 
 
 Oh Dios, tu permitiste que tu luz de justicia, paz, y sanación brillara a través de tu Iglesia. Permite hoy que tu luz siga brillando a través de tus hijos e hijas para llevar a todos los pueblos a la reconciliación en este mundo de lucha y división. 
 
 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Jn 6: 37-40 Jesús no rechaza a nadie






Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»

 Al comienzo de este evangelio Jesús afirma que Él es el pan de vida. Agustín de Hipona nos dice que siempre tendremos hambre y sed de Dios. ¿No se llama al pan la “esencia de la vida”? Y Jesús comienza diciéndonos que Él es nuestro pan. Jesús critica a quienes no le creen: aunque me habéis visto, no me creéis. Sin una confianza y una fe profundas no se puede satisfacer el hambre y la sed de Dios. Jesús está ahí, siempre. Necesitamos aceptarle porque Él no echará fuera a nadie. Jesús quiere que entremos en comunión con Él. Se ofrece a sí mismo, completamente y para siempre. No tenemos que preocuparnos de no ser dignos, porque Él promete que no rechazará a ninguno. Esto es lo que Dios quiere. Y si aceptamos a Jesús, tendremos la vida eterna, donde nuestra hambre y nuestra sed serán saciadas.




 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Estas palabras de Jesús nos aseguran su presencia constante. Es posible que a veces nos preguntemos dónde está Dios. Dios está siempre ahí. No se va. Somos nosotros los que nos alejamos. Si somos honestos con nosotros mismos, debemos ver que somos nosotros los que hemos soltado nuestra mano de la mano de Dios. Pero no tenemos que preocuparnos. La voluntad de Dios es que Jesús no pierda ninguno de los que Él le dio. Perseveremos en la confianza en Dios.





 Padre, bendícenos con tu gracia siempre constante. Que tu amor siempre nos abrace. Te pedimos que aceptes nuestras peticiones, aun cuando seamos desagradecidos. Ayúdanos a perseverar en la fe. Queremos amarte y estar contigo eternamente. Que Jesús nos encuentre siempre. Amén


viernes, 14 de octubre de 2016

Lc 12, 1-7 La audacia de la predicación






En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas. Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo. ¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos"





 El pasaje del evangelio de hoy forma parte de un plan más amplio de los fariseos y escribas, para condenar a Jesús y llevarlo a la muerte. Jesús, por su parte, aprovecha la ocasión para dar una enseñanza y condena la peligrosa seducción de la hipocresía de los fariseos, que buscaban procesarlo y condenarlo en virtud de una religiosidad interesada y explotadora.

Está claro en este evangelio que el ministerio de amor y misericordia de Jesús desafiaba la religiosidad egoísta, autorreferencial y explotadora, carente de una recta comprensión de la Escritura y del poder de Dios, que fomentaban los escribas y fariseos. Tal religiosidad dejaba al pueblo de Dios prisionero de reglas humanas y a merced de ellas. Jesús se levanta para liberar al pueblo de Dios de la atadura de regulaciones deshumanizadoras.

Jesús, “la más clara revelación de la misericordia de Dios para los pobres”, anuncia la verdad de la misericordia y el amor de Dios, que libera a todos los que creen en ella.

Jesús condena la hipocresía de los escribas y fariseos, que sitúa las reglas humanas (sin importar que éstas se acumulen desproporcionadamente) por encima de los mandamientos de Dios. Enseña que los mandamientos se resumen en el “amor a Dios y al prójimo”. Jesús muestra así que la verdad y la misericordia no son aliados de ocasión. Por misericordia, Jesús anunció la verdad de Dios a los líderes religiosos de su tiempo, incluso con riesgo para su propia vida. Y, al decir la verdad, mostró con su propia vida que la verdad no es una idea, y la misericordia no es una ilusión. La verdad y la misericordia es una persona, Dios encarnado, Jesucristo. Esta es la audacia de la predicación que Jesús nos llama a imit






 Jesús condena la perniciosa seducción de la hipocresía, promovida por los líderes religiosos de su generación. ¿Nuestra generación puede considerarse exenta de semejante condenación? La persona que más dificultad tiene para despertarse del sueño es la que simula estar durmiendo. Esa es la tragedia de nuestra generación. Como predicadores de gracia, tenemos la obligación religiosa y el imperativo moral de despertar al mundo, mientras mantenemos a la Iglesia alerta frente al peligro de caer en la hipocresía de un culto de labios hacia afuera.

 Dios y Padre nuestro, te agradecemos por el don de nuestra vocación a ser anunciadores de tu gracia; inflama nuestros corazones con el gozo de tu amor y tu verdad.




lunes, 10 de octubre de 2016

Lc 11, 37-41






Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entró, pues, y se puso a la mesa. El fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis y entonces todo será puro para vosotros.





 Los fariseos eran laicos muy respetados que se dedicaban a cumplir la ley de Dios con la misma meticulosidad exigida a los sacerdotes del templo. Nadie se tomaba más seriamente el estudio y la observancia religiosa. Cuando ellos derribaron las águilas doradas que Herodes había colocado en la entrada del Templo de Jerusalén, Herodes, que temía su creencia en un Mesías inminente, fue despiadado en su respuesta.

Jesús estaba en pleno ministerio en el momento de la invitación mencionada aquí. Para entonces, Jesús ya había predicho su Pasión en dos ocasiones. No era la primera invitación que recibía para ir a casa de un fariseo o para enfrentarse a ellos y responder sus preguntas. En una ocasión anterior lo habían desafiado cuestionándolo respecto a la recogida de granos de un campo en sábado. Todos los pobres tenían permitido espigar, recoger las uvas caídas, comer del borde de los campos plantados reservados por la ley judía. Lo que no tenían permitido jamás, sin importar lo hambrientos que estuviesen, era hacer estas cosas en sábado.

Jesús reconoció dónde residía su ceguera. Los fariseos pagaban el diezmo al templo, lavaban sus copas, pagaban los impuestos gubernamentales. Habían cumplido su deber sin preocuparse por las consecuencias de la sequía, el hambre y las enfermedades que asolaron el Oriente Medio durante estos tiempos. El estado de la población general sugería que ellos estaban notablemente ciegos ante las palabras de Dt 15, 7-11.

En esa ocasión, él hará una distinción sobre la verdadera justicia. Lo vemos dar vida al Sal 119, 139 "me consume el celo porque mis enemigos olvidan tus palabras". Él sabía la indignación que despertaría yendo directamente a la mesa sin lavarse como estaba prescrito. Según el parecer de su anfitrión, este Predicador itinerante había ido demasiado lejos. Pero, ¿por qué no se indignaban a la vista de las multitudes hambrientas y enfermas que los rodeaban? Jesús necesitaba que ellos tuvieran un entendimiento más refinado.

Él estaba intentando impulsarles a reconocer su luz y a cooperar con ella. Reconocer la luz de Cristo y utilizarla para conseguir la justicia ante Dios conduce infaliblemente a la eterna verdad del Amor. Toda regla que brota de ese amor (Dt 15, 7-11 en este caso), es dinámicamente susceptible a expandirse a medida que la luz de nuestro Dios trino continúa alimentándola.







 Hoy Jesús nos recuerda que debemos buscar primero el Reino de Dios y su justicia y debemos amar como a nosotros mismos a todos aquellos que conocemos o deberíamos conocer.

Hoy nos preguntamos: ¿A quién no estoy viendo? Reconociendo mi propia necesidad de la Misericordia de Dios, ¿cómo debo conducirme de manera que mis esfuerzos por refrenar el mal, por mitigar el sufrimiento, sean completamente magnificados por el Amor de Dios?


 


 Señor, que tu luz fortalezca nuestro compromiso para proclamar tu verdad. Que tu luz brille a través nuestro y caliente, refresque a los quebrantados, marginados, atemorizados y necesitados. Danos, a los que te suplicamos, la gracia de comprender el espíritu de tu ley, de vivirlo en nuestro tiempo. Pedimos todo esto por medio de Cristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un sólo Dios por siempre. Amén.




domingo, 9 de octubre de 2016

Lucas 11, 29-32 Despertemos…….






En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: -«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»


 En los cuatro evanglios encontramos referencias a personas que piden o buscan un signo. Jesús tuvo dificultades con los líderes religiosos de su tiempo. Estos no fueron capaces de de creer y reconocer quién era él, a pesar de los muchos signos y prodigios. No podían ver lo que tenían delante. Necesitaban despertar y ver lo que estaba en frente de sus ojos.

Jesús les recuerda dos personajes que la gente conocía por la historia, Jonás y la Reina del Sur. Jonás fue un profeta que se resistía a serlo, que trató de escapar de la comisión dada por Dios. Fue arrojado al mar en medio de una tormenta, tragado por un pez gigante y escupido por ese mismo pez, tras rogar a Dios, para ser puesto de nuevo en camino para profetizar al pueblo de Nínive el arrepentimiento y el cambio de conducta. Nínive era la capital de Asiria, sobre el río Tigris, en lo que es hoy Irak. Los ninivitas eran los enemigos tradicionaloes de Israel, por eso Jonás recibió de mala gana la tarea dificil de predicarles la palabra de Dios.

Jonás se levanta, se pone en camino y ve con sorpresa que los ninivitas responden al mensaje que lleva de parte de Dios. Los ninivitas se despiertan para cambiar de conducta y evitar la ira de Dios, desde la realeza hasta los subditos más sencillos se humillan con trajes de saco y cenizas. Dios se apaciga y muestra misericorda y perdon hacia ese pueblo.

La Reina del Sur se refiere a la Reina de Saba que en el Ier libro de los Reyes (Cap. 10) visita al rey Salomón. La Reina fue una gobernante árabe, jefe de estado, que viajó una gran distancia rodeada de un cierto número de personas para satisfacer su curiosidad sobre lo había oído sobre Salomón y para informarse mejor. Se despierta, se pone en camino y reconoce la sabiduria de Salomón, aunque fuera de una tierra extranjera y no de su nación.









  Me parece que la multitud reunida en torno a Jesús, que crecía continuamente, necesitaba despertar y abrir sus ojos. Jesús acababa de expulsar a un demonio que era mudo. Los escribas y fariseos se rehusaban a aceptar los exorcismos de Jesús como auténticos y pedían un signo. Un signo – ¿es cierto? Habían visto sanaciones, enseñanzas y exorcismos, pero ellos se niegan y resisten a ver lo que está frente a sus ojos, lo que está frente a ellos en su propio tiempo, en su generación.

La respuesta de Jesus es que no se dará otro signo y hace la alusión a Jonás y a la Reina del Sur, quienes vivieron en paises extranjeros. Jonás, un profeta de un lugar lejano, trae muestra a los gentiles la necesidad del arrepentimiento y la Reina de Saba, una gentil, atravieza el desierto y reconoce la sabiduria de Salomón. El mantra de Jesús es algo más grande está aquí. La multitud con Jesús en medio será juzgada por su incapacidad de despertarse y ver quien está en medio.

¿Qué decir de nuestra generación? Nosotros tampoco somos capaces de despertarnos para ver los signos de los tiempos, las necesidades de nuestro mundo y el llamado de la Iglesia. No somos capaces de responder a las exigencias del Evangelio, a la experiencia de Dios en medio de nosotros, de nuestros hermanos, hermans y de toda la creación. Despertemos, entonces, abramos nuestros ojos, nuestros corazones y mentes para ver a Jesús en todos los que están en nuestro mundo y respondamos con caridad porque ¡aquí hay alguien más grande que Jonás y que Salomón!



Bendito sea el nombre santo de Dios ahora y por siempre 
Desde la salida del sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del Señor (Sal 113)
 
 




martes, 20 de septiembre de 2016

Lc 8 19-21 Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen






En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte." Él les contestó: "Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra."




 Jesús habla en este Evangelio de la relación al interior de la familia espiritual, de la familia de Dios, que incluye entre sus miembros a toda la gente de buena voluntad que lee la palabra de Dios y la pone en práctica.

  Su madre y sus hermanos vinieron a verle porque lo amaban y estaban muy orgullosos de él. Jesús, aunque agradeció dicha actitud hacia él, sacó provecho de este acontecimiento para enseñar a sus discípulos y a la multitud, que el verdadero parentesco no es cuestión de carne y sangre.

Por el Bautismo, nos hacemos hijos e hijas  de Dios y así se nos exige un nuevo orden de lealtad a Dios y a su reino: “mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”






 Bendito sea el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica, pase lo que pase!





 Padre Celestial, bendícenos a nosotros, a nuestra familia y amigos, tanto naturales como espirituales. Ayúdanos a amarles con Caridad y gracia. Que yo prefiera seguir tu voluntad y tratar de hacer lo que es recto y bueno en mis relaciones con Dios y con la humanidad. Amén



lunes, 19 de septiembre de 2016

Lc 8, 16-19 Para que los que entren puedan ver la luz







En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener"





 El Evangelio habla nos de la luz. Los dos elementos son indispensables en la vida cotidiana. Como cristianos, se nos invita a cada uno a convertirnos en la luz que ilumina al mundo. Esta luz no son otra cosa que las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo.

Nos parece que   muchos cristianos experimentaron profundamente estas palabras de Jesús: "Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz.” En efecto, él se encontró en estas palabras a la vez, un llamado y una ordenación. los cristianos respondemos a la invitación del Evangelio no sólo por la oración, sino también con sus obras, dirigiéndose a los nocreyentes para predicarles y conducirlos a la verdad de Cristo. Además, también ha encontrado en la vocación del anuncio del Evangelio la motivación que lo llevó a tomar la decisión de fundar la Orden de Predicadores. Es por ello que entendemos que el lema "Domingo - La antorcha encendida" simboliza a la vez su ardor por el Evangelio y el compromiso por la salvación de las almas gracias a la luz de la palabra de Cristo.

Esta es la razón por la que podemos decir que la vida del cristiano se puede resumir en estas palabras: la predicación del Evangelio en vista a la salvación de los demás. En otras palabras, es "hablar de Dios y con Dios". Sí, estos son los dos ejes, según parece, que nos permiten esbozar su retrato: Hablando de Dios a los demás, es para él evangelizar, y el hablar con Dios, es la oración. Estos dos ejes, actio y comtemplatio se combinaron armoniosamente en su vida hasta el punto que se han convertido para muchos cristianos en una condición necesaria: contemplar y compartir con los demás lo que se ha contemplado.





 “¡Vayan! De todas las naciones hagan discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

 Señor Jesús, nos sentimos honrados de estar asociados al ministerio de proclamar tu Buena Nueva al mundo. Nosotros hemos comenzado y no cesamos de ejercer constantemente este ministerio que nos has confiado. Ayúdanos a ser fieles a su cumplimiento conforme a tu voluntad. Aumenta en nosotros el fervor y el amor de discípulos que no tienen otra preocupación que la de la evangelización. Renueva nuestras vidas en perfecta armonía con tu voluntad, a fin de que tu Palabra que proclamamos, y nuestras vidas, no sean dos sino una sola, dando testimonio de tu presencia en este mundo de hoy. Amén.


jueves, 15 de septiembre de 2016

Lc 8, 1-3 Rompiendo Estereotipos






En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes.






 En el Antiguo Testamento encontramos muchos relatos que discriminan la mujer. En el tiempo de Esdras, hubo un crecimiento de la marginalización a las mujeres por parte de las autoridades religiosas (Es 9,1 - 10,44), pero también muchas mujeres se resistían contra su exclusión como aparece en las historias de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, la Salamita y de tantas otras.

En la época en que fue escrito el Nuevo Testamento, la mujer en Palestina estaba en una situación de inferioridad. De muchas maneras las mujeres eran ciudadanas de segunda clase, no participaba en la Sinagoga, eran consideradas propiedad del hombre como un objeto y no podía ser testigo en la vida pública. Como sabemos, la mujer siempre ha sido objeto de discriminación en muchas sociedades, en el tiempo de Jesús y aún hoy.

El Evangelio de Lucas siempre fue considerado el Evangelio de las mujeres, en él encontramos muchos relatos que nos presentan la relación de Jesús con ese grupo marginado en su tiempo - las mujeres.

Aunque las mujeres sean subordinadas en esa sociedad, hacen un papel muy importante en este Evangelio, desde el principio, y continuarán cumpliendo un papel importante en la secuencia de Lucas, en su segundo Libro (Hechos).

La conducta de Jesús para con ellas quiere provocar un cambio de mirada y actitudes. Jesús es un hombre libre y es Dios que viene a liberar a todos los excluidos, marginados, por eso las toca y se deja tocar por ellas, sin miedo de ser contaminado”, juzgado (Lc 7,38-39). Con sus actitudes Jesús rompe los esquemas machistas y excluyentes – acepta a las mujeres como sus seguidoras y discípulas (Lc 8,3). La fuerza liberadora de Dios, que obra en Jesús, hace que las mujeres se levanten y asuman su dignidad, sin miedo de los comentarios de aquellos que no han entendido la propuesta de Jesús: la fraternidad universal, donde todos son iguales en dignidad y en derechos.

El texto de hoy (Lc 7,36- 50) nos habla de la mujer que llega a la casa de Simón, el fariseo y fue acogida por Jesús, su actitud para con esa mujer fue sorprendente. En el episodio de la mujer del perfume emergen el inconformismo y la resistencia de las mujeres, en el día a día, de la vida y de la acogida que Jesús les daba.

En los Evangelios, encontramos varias listas con los nombres de los 12 discípulos que seguían Jesús. Al final del texto del Evangelio de hoy (Lc 8,1-3) encontramos los nombres de tres mujeres que también seguían a Jesús. En todo su conjunto, en los cuatro Evangelios encontramos siete nombres de estas mujeres (María, la Madre de Jesús, María Magdalena, Juana, Susana, Salomé, María, madre de Santiago) que, como los hombres, han dejado todo para seguir al Maestro.

Era común que las mujeres mantuvieran y ayudaran a predicadores itinerantes, pero que dejaran sus casas para acompañarlos era considerado un escándalo en esa cultura. No obstante, es lo que hicieron estas mujeres que Lucas aquí conecta con los doce discípulos. Ellas, arriesgaron todo por seguir Jesús, pues reconocen en Él al Maestro y al Hijo de Dios que vino a instaurar, en nuestro mundo, nuevas relaciones basadas en la dignidad y en la fraternidad, donde todos hombres y mujeres, somos llamadas/ dos al discipulado e invitados a construir el Reino y Predicar su Palabra, proclamando la misericordia y la compasión de Dios para con la humanidad.






 Todo acontece en la casa de Simón, el fariseo, judío practicante que había invitado a Jesús a comer. Son tres personas que se encuentran Jesús, Simón, y la mujer de la que decían que era pecadora.

Las actitudes son diferentes: la mujer demuestra su amor, su gratitud; Jesús acoge, perdona y valora sus gestos, Simón observando todo, critica a Jesús y condena a la mujer: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.” (39)

Los gestos de la mujer, provoca una reflexión, ella rompe los estereotipos que se le imponen, no está preocupada por lo que van a hablar de ella. Soltar los cabellos en público era un gesto de independencia. Jesús no se retrae, ni aleja a la mujer, sino que acoge su gesto.

A partir de esos gestos y del juicio del fariseo Jesús cuenta una parábola para que Simón descubra la intensidad de su amor. Lucas (7,41-43). La parábola supone que los dos, tanto el fariseo como la mujer, habían recibido algún favor de Jesús. En la actitud que los dos toman ante Jesús, muestran cómo apreciaban el favor recibido. El fariseo muestra su amor, su gratitud, invitando a Jesús a que coma con él. La mujer muestra su amor incondicional, su gratitud, mediante las lágrimas, los besos y el perfume; ese encuentro les devolvió su dignidad, tienen los mismos gestos de Jesús en la última cena (se arrodilla, lava los pies…), demostrando su amor incondicional por la humanidad.

El fariseo pensaba que no tenía pecado, pues observaba en toda la ley, pero tenía poco amor.

En cambio, la mujer fue perdonada: "Tu fe te ha salvado. ¡Vete en paz!". A partir de la Fe, de su confianza en Jesús, ella pudo encontrarse con sí misma, con los otros y con Dios.

La actitud de Jesús es la misma para con todos, su amor no excluye a nadie, perdona a hombres y mujeres, a los autosuficientes y a aquellos /as que se arrodillan reconociendo su fragilidad. Que el Señor nos ayude a escuchar su Palabra y empaparnos de su sabiduría, para no juzgar a nadie acogiendo su perdón y ofreciendo a todos sin medida, pues a quien mucho ama, mucho se le perdona.

 Señor Jesús, tu que diste la bienvenida tan cálida a los pequeños y humillados, a las mujeres y a los que no cuentan en este mundo, ayúdanos a tener las mismas actitudes que tuviste, acogiendo y reconociendo la dignidad de todos aquellos y aquellas que aún hoy siguen siendo marginados y excluidos. Eso es lo que te pedimos a ti que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo. Amén